Jesús en su nacimiento nos humaniza a Dios y nos invita a humanizar la humanidad LA NAVIDAD, UN CUENTO

Que nada ni nadie nos robe la Navidad

¿Quién no saca tan ingenua conclusión tras la lectura de las narraciones evangélicas? ¿Quién no deduce esa consecuencia al considerar las prácticas y hábitos de celebración de la Navidad que utilizamos tanto creyentes como escépticos o ateos, que también celebran las Saturnales?

El tiempo de Navidad es un fondo propicio para la gestación de relatos o filmaciones en celuloide. No hay más que visitar librerías y filmotecas. Por eso, en mi reflexión de hoy quiero evocar (fantasmas incluidos) el inigualable “Cuento de Navidad”.

Dickens cobra una especial importancia por estas fechas porque, como alguien dijo, él “redescubrió” la Navidad. La historia del avaro egoísta, gruñón y solitario Scrooge, visitado en la Nochebuena por tres fantasmas que le hacen salir de la miseria moral en la que vivía, despertar la humanidad en su corazón y enseñarle el auténtico espíritu de la Navidad, fustiga la degradación con que la sociedad de su tiempo celebraba estas fiestas y provoca un cambio en la sociedad victoriana. De hecho, despertó la conciencia de la gente respecto a la situación de los pobres y fomentó la compasión y la generosidad.

La universalidad de esta narración se asienta en la idea de ofrecernos la posibilidad de mirar nuestra vida desde fuera y actuar en consecuencia. Pero por encima de todo, para los creyentes y los incrédulos, para los que  se quedan en casa gruñendo “paparruchas” y los que congregan multitudes en torno a una mesa, si algo demuestra la historia de Dickens y la Navidad es el llegar a conseguir que el altruismo, la generosidad, la empatía y la solidaridad puedan cambiar la propia vida y, de paso, la de todos. Recobrar el “Espíritu de la Navidad”.

El Espíritu del Pasado. El avaro Scrooge ahuyentó el fantasma del Pasado. Quienes coleccionamos años y miramos el pretérito con extenuados ojos ya lagrimosos, sentimos cierta nostalgia de las celebraciones navideñas de antaño. En aquel entonces, se vivía la Navidad, no las “navidades”. La Navidad comenzaba el 22 de diciembre con el sueño de la Lotería, que  alentaba la ilusión de los adultos, para pasar inmediatamente a festejar con fervor piadoso y ferviente devoción el nacimiento del Niño Dios. El día de Reyes, con la magia de la cabalgata y la recompensada ilusión infantil de los regalos, marcaba el colofón de las celebraciones.

Eran las fiestas de todos, de toda la familia, de todas las familias. La vida ciudadana en estos días se configuraba como un bloque solidario. Me sospecho que pocos recordarán aquellas simpáticas postales: “El portero le felicita la Navidad”… Y el cartero, y el basurero, y el sereno, y el barrendero, y el guardia de tráfico, y la castañera… Todos felicitaban la “Navidad”. La gente correspondía, a la recíproca, con el aguinaldo. Y los “señores y señoritos” se revestían de solidaridad y altruismo y alegraban la Navidad a sus empleados con una meritoria gratificación. La ilusión infantil alborozaba las calles y las casas reivindicando con sus tonadillas, al son de panderetas y zambombas, esas propinillas que endulzaran sus fiestas: “A esta casa hemos llegado cuatrocientos en cuadrilla… a pedir el aguinaldo”; y armaban y cantaban “la marimorena”. Y las calles, los comercios, las tiendas… retumbaban con los villancicos, que sonaban a alegría, a paz, a devoción, a religiosidad… Sospecho que la sociedad actual ha espantado también el Espíritu del Pasado navideño.

El Espíritu del Presente. El Espíritu de la Navidad Presente de Scrooge le muestra la vivencia navideña de aquella sociedad. El fantasma le hace ver la opulencia, el despilfarro y la ostentación con que la gente vive la Navidad para contrastarlo después con el sector de la pobreza, de la miseria, de la enfermedad…

Pienso que no tenemos que remedar el sueño del avaro egoísta para ver el paralelismo con nuestra sociedad. En nuestros días, el Niño Jesús ha nacido “prematuro”. Las navidades se estrenan un mes antes con la prolija y competitiva iluminación de las calles y el reclamo consumista del “viernes negro”, al grito publicitario de “Ya es Navidad en el Corte Inglés”. Y se cierran un mes después con el señuelo de las rebajas de enero. Y es que, en estos tiempos, cuando hablamos de la Navidad hablamos de una orgía de consumo descerebrado. En una sociedad secularizada poco queda de la festividad religiosa. Porque estas fiestas, con su reclamo consumista y derrochador, su fascinación y superficialidad, representan la manifestación de una “religión civil”, de una sociedad celebrándose a sí misma a base de específicos rituales establecidos. Tal navidad sí que es un cuento.

Estas fiestas tan entrañables son por antonomasia el tiempo de la felicidad. Pero será difícil alcanzarla, porque es necesario mucho banquete y mucha juerga para aguantar esta época en la que se nos incita a ser felices sin freno, porque fuera de la ciencia ficción publicitaria no existe tal felicidad navideña. “Salvar la Navidad”, se ha reiterado como un mantra litánico. Burdo eufemismo, sutil subterfugio para intentar “salvar la orgía consumista”. Lamentablemente, "el consumismo nos ha secuestrado la Navidad”.

Como el fantasma hizo con el avaro del relato, el presente año 2020 nos ha despertado a la vida real, nos ha hecho ver la cara opuesta de la opulenta navidad. La pandemia ha ensombrecido las centelleantes luces, ha retraído el despilfarro, ha arrancado esa artificiosa capa de felicidad, ha desnudado a la hipócrita sociedad de consumo descubriendo su sórdida desnudez. Esta visión de la desgracia, de la miseria, de la soledad, de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte le ayudó a Scrooge a comprender y compartir  el sufrimiento ajeno.

El Espíritu del Futuro. El tercer fantasma advierte a Scrooge de una futura vida azarosa y atormentada si no enmienda su mentalidad y comportamiento. Es entonces, unido a la percepción del sufrimiento ajeno, cuando se convierte en un hombre generoso y amable y decide finalmente celebrar la Navidad.

Rescatar el verdadero espíritu de la Navidad. Labor de futuro, o de presente continuo. Hacer de la Navidad una fiesta universal, a nivel de la humanidad, de la humanidad compartida. Construir un futuro de fraternidad y sororidad, cuidando, como insiste Francisco, nuestra casa común. Y será Navidad todo el año. Y será un “feliz año nuevo”.

Que nada ni nadie nos robe la Navidad. No la convirtamos en un cuento. La Navidad es tiempo de compartir, de celebrar. Celebrar desde la solidaridad, una solidaridad que implica no sólo dar y regalar, sino confraternización y empatía. La empatía de “Dios-con-nosotros”. Jesús en su nacimiento nos humaniza a Dios y nos invita a humanizar la humanidad.

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