Pablo VI habla de “los fieles”, no de “la vida conyugal”, como dice Sarah Ordenar a hombres casados no significa “una confusión eclesiológica”

Respuesta al cardenal Sarah contra la posibilidad de sacerdotes casados (8)

El cardenal Sarah sostiene que “la posibilidad de ordenar a hombres casados significaría una catástrofe pastoral, una confusión eclesiológica y un enturbiamiento del modo de entender el sacerdocio” (p. 78). He aclarado que la “catástrofe pastoral” no viene ni puede venir por el celibato opcional. No mantener la verdad y libertad de Jesús y del Evangelio es lo que ha traído una gran “catástrofe pastoral”: más de cien mil sacerdotes han renunciado al ministerio. Y sigue la sangría lenta, acompañada de falta de vocaciones y privación de servidores adecuados en muchas comunidades.

Analizamos ahora otra especulación del cardenal Sarah: “la posibilidad de ordenar a hombres casados significaría una confusión eclesiológica” (pp. 95-126). Su texto tiene estos apartados: A la luz del Vaticano II (p. 95-97). Sacramento del Orden y sacramento del Matrimonio (p. 97-102). Sacramento del Orden y lugar de la mujer en la Iglesia (p. 102-111). Sacramento del Orden y Bautismo (p. 111-116). Importante desafío eclesiológico (p. 116-126).

Empieza manipulando un texto de Pablo VI del discurso de apertura de la 2ª sesión del Vaticano II (29 septiembre 1963). El recién estrenado Pablo VI (3 junio, fallece Juan XXIII; 21 junio de 1963, es elegido Pablo VI), inauguraba la segunda sesión. Al día siguiente empezó la discusión en el aula conciliar sobre el esquema “De ecclesia”. Pablo VI invita a los Padres a la reflexión sobre la Iglesia: “será tema principal de esta sesión.. el que se refiere a la Iglesia misma y pretende estudiar su íntima esencia.. Entre los varios problemas que presentará.., será el primero el que se refiere a todos vosotros..., como obispos de la Iglesia de Dios... A la tal declaración doctrinal deberá luego seguir la que se refiere a la variada composición del cuerpo visible y místico que es la Iglesia.., es decir, los sacerdotes, los religiosos y los fieles, sin olvidar a los hermanos separados de nosotros, llamados también ellos a la unión de manera plena y completa”. El esquema “De ecclesia”, cambiado en el aula, puso primero el estudio del “misterio de la Iglesia” (c. I) y el “Pueblo de Dios” (c. II). Y tras estos, el estudio de la Constitución jerárquica -obispos, presbíteros y diáconos- (c. III), los laicos (c. IV), la vocación a la santidad (c. V), los religiosos (c. VI), la índole escatológica (c. VII), y la Virgen María (c. VIII).

Pablo VI no “pidió a los padres conciliares emprender una reflexión sobre los tres estados de vida constitutivos de la comunión eclesial: el estado de vida sacerdotal, el estado de vida conyugal y el estado de vida religiosa...” (p. 95-96). Lean el discurso y percibirán la falsedad que el cardenal Sarah pretende hacer pasar como verdad. Pablo VI habla de “los obispos, los sacerdotes, los religiosos y los fieles” como necesarios temas que tratarían los padres conciliares. Pero Sarah afirma que Pablo VI se refiere a “los tres estados de vida constitutivos de la comunión eclesial: sacerdotal, conyugal y religiosa”. Pablo VI habla de “los fieles”, no de “la vida conyugal”. Y además, estos “estados de vida” no son únicos en “la comunión eclesial”. La soltería de los fieles y la viudez son también estados de vida en la comunión eclesial. Pueblo de Dios es la comunión eclesial, constituida por todos los bautizados en cualquier estado de vida.

¿“A la luz del Vaticano II”? Carece de sentido decir más adelante que “esta noción renovada del celibato es fruto del Vaticano II, que permitió redescubrir el tema patrístico del designio divino” (p. 97), aludiendo al significado esponsal del celibato. Todo el mundo sabe que el Vaticano II no debatió el tema, porque Pablo VI, en carta dirigida al Cardenal Tisserant y leída en la Congregación general del 11 de octubre de 1965, se reservó toda discusión. No creía oportuno un debate público por la prudencia e importancia debidas.

El cardenal Sarah quiere hacer pasar como fruto del Vaticano II la doctrina de Juan Pablo II en la exhortación apostólica “Pastores dabo vobis” de 1992: “el celibato sacerdotal deriva de lo que el Concilio señala como la esencia del carácter y la gracia propios del sacramento del Orden: la habilitación para representar a Cristo-Cabeza ante el Cuerpo que es la Iglesia-Esposa” (p. 96). Cita un fragmento de “Pastores dabo vobis”, en el que se motiva teológicamente la ley del celibato, como voluntad de la Iglesia: “esta voluntad de la Iglesia encuentra su motivación última en la relación que el celibato tiene con la ordenación sagrada,que configura al sacerdote con Jesucristo, Cabeza y Esposo de la Iglesia. La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo, Cabeza y Esposo, la ha amado” (PDV 29). “El celibato es una necesidad de la Iglesia. La Iglesia necesita que haya hombres que la amen con el mismo amor que Cristo-Esposo” (p. 97).

Respuesta:

- Según esta tesis, el sacerdote casado carece de sentido teológico. La Iglesia Oriental, y en parte la Iglesia Latina que admite sacerdotes casados provenientes de otras confesiones, no respetan “la relación del celibato con la ordenación sagrada”.

- La ordenación sagrada configura con Cristo Sacerdote “de manera que pueda actuar en persona de Cristo Cabeza” (PO 2). Nada se dice de la configuración como “esposo” de la Iglesia, en documentos que hablan de la sacramentalidad ministerial. El texto del Papa añade esta configuración metafórica de forma interesada, para justificar la ley del celibato en la Iglesia latina. Hay aquí una evidente manipulación teológica.  

- “La Iglesia, al considerarse esposa de Cristo, exige que quienes actúan `en persona de Cristo´ sean sus esposos vírgenes”. Se sigue hablando en nombre de la Iglesia cuando se trata de una decisión impuesta por una parte de la Iglesia. Todos sabemos que esta decisión no viene de Jesús ni de la Iglesia primitiva.  

- El celibato por el Reino es de varones y mujeres. Los célibes han querido seguir a Jesús en soltería, sirviendo al mundo y a la Iglesia de diversos modos. Explican su modalidad de vida con metáforas esponsales. Los “religiosos y religiosas”, y otros célibes por el Reino, interpretan su vida como “esposos y esposas” de la Iglesia y de Cristo. Pero esa metáfora no los define ni los constituye como ministros ordenados para actuar en “persona de Cristo Cabeza”.

Con premisas falsas no es de extrañar estas aberrantes conclusiones:

- “Sin la presencia del sacerdote célibe la Iglesia no puede ser consciente de que es la esposa de Cristo” (p. 97). Claramente falso: la Iglesia Oriental es “consciente de que es la esposa de Cristo”, igual que la Occidental.

- “El celibato sacerdotal... es necesario para la identidad de la Iglesia” (p. 97). Pero si el celibato no pertenece a la naturaleza del sacerdocio (PO 16), ¿cómo puede decirse que “es necesario para la identidad de la Iglesia”? La “perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos” no es una “necesidad”. Es un “consejo evangélico”, “una recomendación del nuestro Señor -Mt 19,12-” (PO 16).

- “Se puede afirmar que la Iglesia ya no se comprendería a sí misma si dejara de ser amada plenamente por los sacerdotes célibes, que representan sacramentalmente a Cristo-Esposo” (p. 97). Otra falsedad. Cualquier cristiano célibe por el reino de los cielos puede ser signo, sacramento en sentido lato, de Cristo-Esposo. Eso son los religiosos, religiosas, institutos seculares... Sacerdotes célibes y los casados han sido ordenados para representar y actuar en nombre de Cristo Cabeza “que se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra” (Ef 5,26). El celibato es una opción libre de todo cristiano. No puede imponerse para ministerio alguno, porque no procede del evangelio y contraría derechos humanos.

Leganés (Madrid), 26 de febrero de 2021

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