León XIV anima a alzar la mirada mientras "aparecen las nubes oscuras y el camino se percibe incierto y difícil" Prevost: "No debemos resignarnos a que prevalezcan las armas sobre las palabras"

"María, que Cristo resucitado ha llevado consigo a la gloria en cuerpo y alma, resplandece como icono de esperanza para sus hijos peregrinos en la historia"
"Dios ha salido a nuestro encuentro, ha asumido nuestra carne, hecha de tierra, y la ha llevado consigo, simbólicamente decimos “al cielo”, es decir, con Dios"
Como ya ocurriera durante su primera estancia en Castel Gandolfo, León XIV acudió a la plaza de la Libertad para rezar, junto a centenares de fieles que la abarrotaban, el Angelus con motivo de la festividad de la Asunción. Antes de los saludos, en los que Prevost volvió a pedir la paz (en un momento especialmente delicado, antes del encuentro entre Putin y Trump), el Papa recordó un pasaje de la Lumen Gentium en el que señala cómo "María, que Cristo resucitado ha llevado consigo a la gloria en cuerpo y alma, resplandece como icono de esperanza para sus hijos peregrinos en la historia".
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En mitad de la plaza, Prevost evocó los versos de Dante donde "el poeta alaba a María porque aquí abajo, entre los mortales, es «de esperanza vivo manantial», es decir, fuente de la que brota la esperanza". Y es que la Asunción "es perfectamente coherente con el tema del Jubileo", que no es otro que 'Peregrinos de esperanza'.

"El peregrino necesita una meta que oriente su viaje. Una meta hermosa, atrayente, que guíe sus pasos y lo anime cuando esté cansado, que reavive siempre en su corazón el deseo y la esperanza", trazó León, insistiendo en que "el corazón humano es atraído por esa belleza y no es feliz hasta que no la encuentra; y, en efecto, si se pierde en medio de la “selva oscura” del mal y del pecado corre el riesgo de no encontrarla".
Ahí está la gracia, añadió el Papa: "Dios ha salido a nuestro encuentro, ha asumido nuestra carne, hecha de tierra, y la ha llevado consigo, simbólicamente decimos “al cielo”, es decir, con Dios". Ambos misterios, el de Jesús encarnado, muerto y resucitado, y el de María, son "inseparables".

"Se trata de un único misterio de amor y, por tanto, de libertad. Como Jesús ha dicho “sí”, también María ha dicho “sí”, ha creído en la palabra del Señor. Y toda su vida ha sido un peregrinaje de esperanza junto al Hijo de Dios y suyo, una peregrinación que, a través de la cruz y la resurrección, la hizo alcanzar la patria, el abrazo de Dios".
"Por eso, mientras estamos en camino, como individuos, como familia, en comunidad, especialmente cuando aparecen las nubes oscuras y el camino se percibe incierto y difícil, levantemos la mirada, contemplémosla a ella, nuestra Madre, y volveremos a encontrar la esperanza que no defrauda", finalizó el pontífice, antes del rezo mariano.
Tras el rezo, Prevost quiso “confiar a la intercesión de la virgen María nuestra oración por la paz”. “Ella, como Madre, sufre por los mares que afligen a sus hijos, especialmente por los más débiles”.
Recordando a Pío XII, León XIV deseó que “nunca más se haga escarnio de guerras humanas provocando guerras”. “Qué actuales son estas palabras”, señaló el pontífice. “Nos sentimos impotentes ante la violencia cada vez más sorda e insensible en el mundo”, apuntó. Sin embargo, “no debemos resignarnos a dejar prevalecer a las armas sobre las palabras”.
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