La oración de Jesús se realiza un año más en nuestra vida: “Señor, déjala todavía este año”.
El Padre nos concede celebrar un año más la cuaresma, tiempo de conversión a su amor.
Pidamos convertirnos más al amor del Padre, diciendo: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por la Iglesia:
- que su vida sea signo del amor del Padre;
- que abandone su aperiencia de poder, lujo, desigualdad...
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por quienes presiden las comunidades cristianas:
- que su servicio sea probado y decidido por todos;
- que respeten los demás carismas y los promuevan.
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por nuestra comunidad:
- que dialoguemos los problemas, nos comprometamos en las tareas del Reino;
- que nos sintamos hermanos y nos tratemos como tales.
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por los gobernantes:
- que sean elegidos consciente y libremente por los ciudadanos;
- que tengan vocación de servir honradamente a todos.
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por los más débiles de la sociedad:
- que cuidemos sus derechos y deberes humanos fundamentales;
- que sean el centro de nuestras comunidades cristianas.
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Por esta celebración:
- que nos convierta al amor del Padre que habita en todo corazón;
- que nos dé a sentir internamente el amor de Dios a todos.
Roguemos al Señor: “Padre, en tus manos pongo mi vida”.
Sí, Padre, en tus manos ponemos nuestra vida.
Son las mejores manos: como las de Jesús que acariciaban y curaban,
levantaban y daban dignidad, transmitían tu respeto y tu amor, por los siglos de los siglos.