Preces de los Fieles (Todos los Difuntos 02.11.2014)

La celebración de la misa es encuentro con el amor de Dios, manifestado en Jesús, el Hijo de Dios. Como es encuentro, unas veces habla Dios y otras nosotros. Ahora intervenimos nosotros. Esta oración se llama “plegaría universal” porque presentamos a Dios las necesidades de todos. Se llama también “plegaria de los fieles” porque somos los bautizados, hermanos de Jesús, los que nos dirigimos al Padre. Actuamos como sacerdotes que unen a Dios con los hombres y a los hombres con Dios. Expresemos nuestra fe diciendo: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por la Iglesia universal:
que “sea siempre la casa abierta del Padre”;
que haya en ella “lugar para cada uno con su vida a cuestas”;
que “todos puedan participar de alguna manera en la vida eclesial” (Ev. G. 47).
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por nuestro mundo:
que encuentre sentido a la vida y a la muerte;
que escuche el clamor de los hambrientos, los perseguidos, los refugiados...;
que crezca en solidaridad, en igualdad, en trabajo por un mundo mejor.
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por los gobernantes:
que se liberen de la corrupción política y social;
que respeten y hagan respetar la ley sin privilegios;
que cuiden especialmente de los más débiles.
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por los difuntos:
Que vean realizada nuestra esperanza:
“que el hombre ha sido creado por Dios para un final feliz,
más allá de los límites de la miseria terrestre...” (Vat. II, GS 18, 22).
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por los enfermos, por los agonizantes de hoy:
que acepten “el gran misterio que la revelación cristiana esclarece a los fieles:
por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y la muerte;
Cristo resucitó, y con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida...” (Conc. Vat. II GS 18, 22).
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Por esta celebración:
que la presencia de Jesús, en los signos del pan y el vino, alimente nuestra fe;
que escuchemos a Jesús diciéndonos hoy: “No perdáis la calma;
creed en Dios y creed también en mí
”; me voy a prepararos sitio.
Roguemos al Señor: “Ni muerte ni vida podrá separarnos del amor de Dios” (Rm 8, 38-39).

Estamos seguros, Señor, que tu amor ha buscado el modo de llenar de alegría a todos.
Esta es nuestra esperanza: como Tú, Cristo, has resucitado, es decir, vives en Dios,
el mismo Espíritu nos resucitará a todos, nos hará partícipes de tu misma gloria,
por los siglos de los siglos.

Amén.

Rufo González
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