SAGRADA FAMILIA C (30.12.2018): matrimonio y familia no son inventos de la Iglesia
Comentario: “revestíos de compasión entrañable” (Colosenses 3,12-21)
“Asapirad a los bienes de arriba”
Celebramos la “Sagrada Familia” de José, María y Jesús. El texto de la carta a los Colosenses recuerda las actitudes de los grupos cristianos. Para entenderlo conviene leer el inicio del c. 3: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba..., aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (3,1-2). “Aspirad” es la versión del verbo “froneo”: pensar, proyectar, sentir, aspirar, centrarse.... Originario del sustantivo “fren”: diafragma, membrana o telilla que envuelve un órgano. De aquí pasa a significar “corazón, voluntad, inteligencia...” que envuelven y dan unidad a parte o a todo el ser humano. Se supone que la familia de Jesús aspira o está centrada en “lo de arriba”, es decir, en el Espíritu de Dios que hizo posible la encarnación e inspiró toda su vida.
“Los bienes de arriba” son frutos del Espíritu Santo
Aspirar o centrarse “arriba” supone eliminar las obras contrarias al Espíritu (3,5-9), y activar lo que inspira el Espíritu, que nos dice “elegidos de Dios, santos y amados” (3, 12a). El Espíritu “reviste de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos (jaridsomenoi: ser gratuitos) cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor (“ten agapen”), que es el vínculo de la unidad perfecta (madurez). Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente (nouzetountes, de nous –mente- y tízemi –poner-: poner en la mente). Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (3, 12-17).
El amor cristiano en la familia
Los últimos versículos concretan el amor cristiano en la familia. “Mujeres, sed sumisas (cultura de la época) a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (igualdad del hombre y la mujer, que se hacen un solo ser -Mt 19,1-12; Mc 10,1-12-). “Maridos, amad (agapate: amor gratuito) a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor”. “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo” (3, 18-21).
Oración: “revestíos de compasión entrañable...” (Colosenses 3,12-21)
Jesús, hijo de José y de María:
tu Espíritu hizo tu “acampada” en el vientre y en el corazón de tu Madre;
la llenó de amor gratuito “que le puso en camino a la montaña” (Lc 1,39ss);
iluminó a José, “decidido a repudiarla en secreto”,
para “llevarse a María a su casa” (Mt 1,19.24),
para cumplir todas la obligaciones de padre,
insertándote en las tradiciones del pueblo,
soportando tus travesuras adolescentes (Mt 2, 21ss. 41ss).
El mismo Espíritu iluminó a María:
logró que aceptara su maternidad complicada;
sostuvo su voluntad para aceptar la voluntad divina (Lc 1, 38);
la acompañó a “envolverte en pañales y acostarte en un pesebre” (Lc 2, 7);
la ayudó a “conservar todo en su corazón” (Lc 2,51) ;
la endureció para soportar tu desdén en las bodas de Caná (Jn 2,4);
la confió en tu amor: “haced lo que os él os diga” (Jn 2, 5);
la llevó a buscarte porque “decían que habías perdido el juicio” (Mc 3, 21; Jn 7,5; 10,20);
la hizo reconocer tu “familia, quien escucha y cumple el amor de Dios” (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35);
con ella estuvo junto a la cruz, aceptando a los nuevos hijos de tu amor (Jn 19, 26-27)..
Hoy, el Espíritu Santo sigue iluminando y guiando:
a los enamorados que construyen un hogar de amor gratuito;
a los padres que dan lo mejor de sí mismos a la familia;
a los esposos que fracasan en su amor y no abandonan nunca a sus hijos;
a los hijos de padres separados que no abandonan nunca a sus padres;
a quienes viven una familia no tradicional, pero son fieles al amor...
Matrimonio y familia, Jesús del amor, no son inventos de la Iglesia:
las comunidades cristianas aceptaron pautas culturales diversas de familia;
intentaron mejorarlas desde tu vida y tu mensaje;
esta tarea sigue hoy en nuestra cultura y modelos tan diversos;
queremos anunciar tu evangelio a las diversas formas de familia;
queremos que todas sean vivencias de amor divino, gratuito;
queremos, como Tú, su naturaleza, evitar el sufrimiento y aumentar la alegría.
Para ti, Jesús, Hijo del amor del Padre:
todo ser humano es digno de respeto y amor;
para todos quieres un hogar, aunque no sea de lazos corporales;
a todos les abres el corazón para que acepten el amor que “viene de arriba”.
Hoy, día de la Sagrada Familia, queremos ser tu familia:
“revistirnos de compasión entrañable, bondad,
humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellevarnos mutuamente y perdonándonos
cuando alguno tenga quejas contra otro.
Como el Señor nos ha perdonado: hacemos nosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor,
que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12-14).
Jesús, hijo de José y de María:
que tu paz “reine en nuestro corazón” y en nuestra familia;
que “seamos también agradecidos” a tu amor y a todo amor;
que “tu palabra habite entre nosotros en toda su riqueza”
que “nos enseñemos unos a otros con toda sabiduría y exhortación mutua”;
que este amor nos lleve a cantar a Dios, dando gracias de corazón,
con salmos, himnos y cánticos inspirados”;
que “todo lo que de palabra o de obra realicemos, sea todo en tu nombre, Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de ti” (3, 12-17).
Tu vida, Jesús de Nazaret, inspira nuestra vida:
ella provoca nuestra relación familiar “como conviene en ti, Señor”;
ella transforma nuestro amor humano en amor gratuito, divino;
ella nos fortalece ante la amargura y el desánimo de nuestro egoísmo;
ella, con el Espíritu, nos conduce al “hágase tu voluntad, Padre”.
Rufo González
Leganés, diciembre 2018
“Asapirad a los bienes de arriba”
Celebramos la “Sagrada Familia” de José, María y Jesús. El texto de la carta a los Colosenses recuerda las actitudes de los grupos cristianos. Para entenderlo conviene leer el inicio del c. 3: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba..., aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (3,1-2). “Aspirad” es la versión del verbo “froneo”: pensar, proyectar, sentir, aspirar, centrarse.... Originario del sustantivo “fren”: diafragma, membrana o telilla que envuelve un órgano. De aquí pasa a significar “corazón, voluntad, inteligencia...” que envuelven y dan unidad a parte o a todo el ser humano. Se supone que la familia de Jesús aspira o está centrada en “lo de arriba”, es decir, en el Espíritu de Dios que hizo posible la encarnación e inspiró toda su vida.
“Los bienes de arriba” son frutos del Espíritu Santo
Aspirar o centrarse “arriba” supone eliminar las obras contrarias al Espíritu (3,5-9), y activar lo que inspira el Espíritu, que nos dice “elegidos de Dios, santos y amados” (3, 12a). El Espíritu “reviste de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos (jaridsomenoi: ser gratuitos) cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor (“ten agapen”), que es el vínculo de la unidad perfecta (madurez). Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente (nouzetountes, de nous –mente- y tízemi –poner-: poner en la mente). Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (3, 12-17).
El amor cristiano en la familia
Los últimos versículos concretan el amor cristiano en la familia. “Mujeres, sed sumisas (cultura de la época) a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (igualdad del hombre y la mujer, que se hacen un solo ser -Mt 19,1-12; Mc 10,1-12-). “Maridos, amad (agapate: amor gratuito) a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor”. “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo” (3, 18-21).
Oración: “revestíos de compasión entrañable...” (Colosenses 3,12-21)
Jesús, hijo de José y de María:
tu Espíritu hizo tu “acampada” en el vientre y en el corazón de tu Madre;
la llenó de amor gratuito “que le puso en camino a la montaña” (Lc 1,39ss);
iluminó a José, “decidido a repudiarla en secreto”,
para “llevarse a María a su casa” (Mt 1,19.24),
para cumplir todas la obligaciones de padre,
insertándote en las tradiciones del pueblo,
soportando tus travesuras adolescentes (Mt 2, 21ss. 41ss).
El mismo Espíritu iluminó a María:
logró que aceptara su maternidad complicada;
sostuvo su voluntad para aceptar la voluntad divina (Lc 1, 38);
la acompañó a “envolverte en pañales y acostarte en un pesebre” (Lc 2, 7);
la ayudó a “conservar todo en su corazón” (Lc 2,51) ;
la endureció para soportar tu desdén en las bodas de Caná (Jn 2,4);
la confió en tu amor: “haced lo que os él os diga” (Jn 2, 5);
la llevó a buscarte porque “decían que habías perdido el juicio” (Mc 3, 21; Jn 7,5; 10,20);
la hizo reconocer tu “familia, quien escucha y cumple el amor de Dios” (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35);
con ella estuvo junto a la cruz, aceptando a los nuevos hijos de tu amor (Jn 19, 26-27)..
Hoy, el Espíritu Santo sigue iluminando y guiando:
a los enamorados que construyen un hogar de amor gratuito;
a los padres que dan lo mejor de sí mismos a la familia;
a los esposos que fracasan en su amor y no abandonan nunca a sus hijos;
a los hijos de padres separados que no abandonan nunca a sus padres;
a quienes viven una familia no tradicional, pero son fieles al amor...
Matrimonio y familia, Jesús del amor, no son inventos de la Iglesia:
las comunidades cristianas aceptaron pautas culturales diversas de familia;
intentaron mejorarlas desde tu vida y tu mensaje;
esta tarea sigue hoy en nuestra cultura y modelos tan diversos;
queremos anunciar tu evangelio a las diversas formas de familia;
queremos que todas sean vivencias de amor divino, gratuito;
queremos, como Tú, su naturaleza, evitar el sufrimiento y aumentar la alegría.
Para ti, Jesús, Hijo del amor del Padre:
todo ser humano es digno de respeto y amor;
para todos quieres un hogar, aunque no sea de lazos corporales;
a todos les abres el corazón para que acepten el amor que “viene de arriba”.
Hoy, día de la Sagrada Familia, queremos ser tu familia:
“revistirnos de compasión entrañable, bondad,
humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellevarnos mutuamente y perdonándonos
cuando alguno tenga quejas contra otro.
Como el Señor nos ha perdonado: hacemos nosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor,
que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12-14).
Jesús, hijo de José y de María:
que tu paz “reine en nuestro corazón” y en nuestra familia;
que “seamos también agradecidos” a tu amor y a todo amor;
que “tu palabra habite entre nosotros en toda su riqueza”
que “nos enseñemos unos a otros con toda sabiduría y exhortación mutua”;
que este amor nos lleve a cantar a Dios, dando gracias de corazón,
con salmos, himnos y cánticos inspirados”;
que “todo lo que de palabra o de obra realicemos, sea todo en tu nombre, Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de ti” (3, 12-17).
Tu vida, Jesús de Nazaret, inspira nuestra vida:
ella provoca nuestra relación familiar “como conviene en ti, Señor”;
ella transforma nuestro amor humano en amor gratuito, divino;
ella nos fortalece ante la amargura y el desánimo de nuestro egoísmo;
ella, con el Espíritu, nos conduce al “hágase tu voluntad, Padre”.
Rufo González
Leganés, diciembre 2018