Jesús invita a entrar por “la puerta estrecha”, la puerta de su vida, la puerta de la libertad guiada por el Amor La “puerta estrecha” es el Amor (Domingo 21º TO C 21.08.2022)

Sólo el Amor nos realiza

Comentario: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,22-30)

Jesús “pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén”. Hoy leemos una reflexión de Jesús, elaborada por Lucas, sobre el peligro de “no salvarse”. Se inicia con la pregunta de “un” desconocido: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Era preocupación general en la época de Jesús. Así aparece en algunas parábolas, como el banquete de bodas (Mt 22, 1-14: “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”) o las diez vírgenes (Mt 25,1-13: “os digo que no os conozco”).

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, es la respuesta de Jesús. En la mentalidad de entonces la “puerta estrecha” era la puerta pequeña que hay junto o en la misma puerta grande de la muralla. Ésta se cerraba por la noche, y sólo se podía entrar de uno en uno por la pequeña. Entrar de uno en uno supone identificarse, ser reconocido, sin cuentas pendientes... Según el evangelio de Juan, para Jesús la puerta de entrada a la salvación es el mismo Jesús: “yo soy la puerta” (Jn 10,7.9).

Muchos intentarán entrar y no podrán”. Jesús se cree enviado a la casa de Israel (Mt 15,24). El final del privilegio será su muerte: “cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta”, no contará ser miembro de su pueblo ni haber tenido relación con el mismo Jesús, ni haberle escuchado. Quien no acepte personal y libremente el Reino, recibirá esta respuesta de Jesús: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. También Mateo habla de la “puerta estrecha”: “la que lleva a la vida”, “hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,1-23). “Muchos” recibirán la misma respuesta que leemos hoy: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.   

Por la respuesta de Jesús vemos que “salvarse es “entrar en el Reino de Dios”, que vive y enseña Jesús: reino de justicia, de bien, de verdad, de vida, de paz... Quien no ha entrado en ese modo de vida “justa”, no puede compartir la mesa del reino de Dios, no se salva, no se realiza. “Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad” es cita casi literal del Salmo 6,9. Es la oración de un enfermo, escuchado y curado por Dios. Quienes obran mal no pueden estar cerca de él: no pueden castigarle, porque Dios ha escuchado su llanto, le ha salvado de la enfermedad. Quienes obran mal ni salvan ni se salvan del mal. 

Salvar, en negativo, es librar del mal. En positivo: realizar capacidades de vida buena. Salvar la vida, por tanto, es liberarse de males y realizarse en bienes. Jesús salva dando su Espíritu de Amor. Espíritu perdonador (salva del odio, de la mala conciencia, de la frustración...) y cuidador de toda vida con sus limitaciones y potencialidades. Espíritu que dinamiza para hacer el bien y fortalece ante las acometidas del mal. Espíritu da esperanza en el amor constante de Dios, “manifestado en Cristo Jesús y del que nada ni nadiepodrá separarnos” (Rm 8,39). 

La salvación, que Dios quiere y ofrece, debe ser aceptada con conocimiento y libertad. Jesús no contesta a la pregunta de si serán pocos o muchos los que se salven. Él invita a entrar por “la puerta estrecha”, la puerta de su vida, la puerta de la libertad guiada por el Amor. Este Amor es la “puerta estrecha”. Es Jesús mismo: “la luz verdadera, que alumbra a toda persona” (Jn 1,9), “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). La persona es libre, creadora de su propia historia, realizadora de su propio ser. Sin libertad no hay realización humana. Jesús, lleno del Espíritu divino, vive en libertad guiada por el Amor. Ofrece su vida y entrega su Espíritu a todos los que quieran oírle y seguir su camino. Al recibir su bautismo de “Espíritu santo y fuego”, nos sentimos hijos de Dios, hermanos de Jesús, seguidores de su camino.

Oración: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13, 22-30)

Jesús de Nazaret, camino, verdad y vida:

te contemplamos hoy iluminando nuestra vida;

invitando a “entrar por la puerta estrecha”,

la puerta del Amor que tú vives.

Te sientes “Hijo de Dios” y vives en su Amor:

a todos nos aceptas e invitas a realizarnos;

como el Padre, con quien se aleja de su Amor,

le buscas, esperas, celebras su vuelta;

compadeces cualquier retroceso o estancamiento;

Para ti, Jesús, salvarse es vivir el Reino de Dios:

reino del ser humano, de su ajustamiento personal y social;

reino que implica tu Amor, “gloria del Hijo único del Padre” (Jn 1,14);

reino donde se elige un corazón generoso, como el tuyo;

reino cuya norma principal es el Amor gratuito;

reino en que vive la verdad y limpieza de corazón;

reino donde todos podemos desarrollar nuestros talentos;

reino donde se entrega el corazón, incluso a quien no se lo merece...

Tú, tu vida, es la puerta para realizarnos:

tu libertad ama sin medida y nos reconoce hijos de Dios;

tu amor se encara con la injusticia y la marginación:

tiene predilección por enfermos y disminuidos,

come y acoge a pecadores y excomulgados...,

hermana y sienta a la mesa compartida;

tu fe en la voluntad salvadora de Dios te lleva: 

a “enseñar” en caminos, aldeas y ciudades;

a sentarte a la mesa de la igualdad y del amor;

a encarnarte entre los más pobres y caminar con ellos;

a hacer que “los cojos anden, los ciegos vean...,

y los pobres sean evangelizados” (Lc 7,22).

Tu espiritualidad no es la de los sacerdotes del templo:

que ofrecen dones y holocaustos para aplacar la ira divina;

que rezan desagravios por tantos que no adoran a Dios;

que procesionan y peregrinan a santuarios privilegiados;

que piden que no haya terremotos, ni sequías, volcanes o tornados...,

sino lluvias, cosechas, triunfos de nuestros ejércitos...

Sólo el Amor, Jesús, nos realiza:

nos compromete a la fraternidad universal;

nos invita a mirar la vida como Tú;

nos intima a respetar y promover los derechos humanos;

nos acerca y solidariza con los que sufren;

es la señal elemental de tu espiritualidad:

todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios;

quien no ama no ha conocido a Dios,

porque Dios es amor” (1Jn 4, 7-8).

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”:

puerta de la libertad y del amor;

puerta de la solidaridad fraterna;

puerta del compromiso para ser persona de verdad;

puerta tuya, Jesús “camino, verdad y vida”.

Preces de los Fieles (Domingo 21º TO C  21.08.2022)

La “puerta estrecha” es amar como Jesús: curar, alimentar, dar sentido, cuidar la vida, procurar la paz... Esta es la salvación de Jesús. Para ello nos entrega su fe y su esperanza en el amor del Padre. Pidamos realizarnos, diciendo: “queremos vivir tu amor”.

Por la Iglesia:

- que no desprecie ni excluya a nadie de su amor;

- que respete todos los caminos humanizadores de salvación.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Por las intenciones del Papa (Agosto 2022):

- que pequeños y medianos empresarios encuentren medios necesarios;

- que continúen su actividad al servicio de las comunidades en que viven.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Por las víctimas de la violencia:

- que cese toda clase de violencia, sobre todo las guerras;

- que las víctimas sean atendidas, respetadas, curadas...

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Por nuestra sociedad y sus dirigentes:

- que estén abiertos a lo bueno y humanizador;

- que acojan a los perseguidos y maltratados.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Por nuestra comunidad cristiana:

- que seamos una comunidad sana, dialogante, comprometida;

- que nos “reunamos, unamos, escuchemos, discutamos, recemos, decidamos”.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Por esta celebración:

- que nos llene del Espíritu humilde y atento a la vida;

- que nos mueva a entrar por la puerta del amor y libertad de Jesús.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.

Queremos, Jesús de todos, centrar nuestra vida en la bondad y honradez. Queremos realizarnos librando del mal y haciendo el bien. Como tú, que “pasaste haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (He 10,38). Y vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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