No entraba en los planes de Jesús la construcción de templos, santuarios, ermitas o catedrales Los templos no son “la casa de Dios” (Dedicación de la Basílica de Letrán 09.11.2025)

La “casa de Dios” son los seres humanos, habitados por el Espíritu del Bien

Comentario:Sois templo de Dios, el Espíritu de Dios habita en vosotros(1Cor 3,9c-11.16-17)

Este domingo se celebra la “Fiesta de la Dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, construida por el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su anual celebración en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de unidad con el Romano Pontífice” (Calendario litúrgico-pastoral. Conferencia Episcopal Española)

Identificar la Iglesia con “sus edificios e instituciones”, dice el mismo calendario, es “una mirada superficial y autocomplaciente, a veces envuelta en ideología más que en fe”. Esta mirada, añade, “no ve a Jesús donde él se hace presente y se empeña en verlo donde no está”. Los templos no son “la casa de Dios”. Los cristianos se reúnen en cualquier lugar, conforme a lo que dice Jesús a la samaritana: “Se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así” (Jn 4,23). “Adorar al Padre en espíritu y verdad” es creer y vivir como Jesús. El mismo calendario sugiere que Jesús comparte nuestra vida entera: está “en nuestras pruebas, en las persecuciones, en los marginados”.

La “casa de Dios” son los creyentes. Esto anuncia la segunda lectura: “Sois templo de Dios, el Espíritu de Dios habita en vosotros(1Cor 3, 9c-11.16-17). Pablo y sus compañeros de misión son “colaboradores de Dios”. A los que aceptan a Jesús y viven en fraternidad, los identifican comocampo de Dios, edificio de Dios” (v. 9). Dos metáforas que, con otras, procedentes también de la Biblia, explican “la naturaleza íntima de la Iglesia” (LG 6).

“Redil, grey, labranza, o arada de Dios, viña escogida, edificación de Dios, casa de Dios en que habita su familia; habitación de Dios en el Espíritu, tienda de Dios entre los hombres y, sobre todo, templo santo, que los Santos Padres celebran como representado en los templos de piedra, y la liturgia, no sin razón, la compara a la ciudad santa, la nueva Jerusalén” (LG 6). Estas imágenes de la Iglesia están señalando a Jesús: única y obligada puerta, el buen Pastor y Príncipe de los pastores, celestial Agricultor, la verdadera vid, la piedra angular, el fundamento, el esposo “que la «amó y se entregó por ella para santificarla» (Ef 5,25-26), la unió consigo en pacto indisoluble y siempre la «alimenta y cuida» (Ef 5,29); a ella, libre de toda mancha, la quiso unida a sí y sumisa por el amor y la fidelidad (cf. Ef 5,24). La enriqueció siempre con bienes celestiales, para que comprendiéramos la caridad de Dios y de Cristo hacia nosotros, que supera toda ciencia (cf. Ef 3,19)” (LG 6).

Conforme a la gracia que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, puse el cimiento, mientras que otro levanta el edificio. Mire cada cual cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo” (vv.10-11). Pablo recuerda “la gracia que Dios me ha dado”. Ser cristiano es una gracia: “cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles..., me fui a Arabia, y volví a Damasco” (Gál 1,15-16). Cada uno de nosotros puede apropiarse el texto paulino: según la gracia recibida, debemos poner el “cimiento” en nosotros y en nuestro entorno.

El segundo fragmento identifica el verdadero “templo”. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1Cor 3, 16-17). Al recibir el Espíritu de Jesús nos hacemos templos donde vive el Amor y se le adora en “espíritu y verdad”.

Oración:Sois templo de Dios, el Espíritu de Dios habita en vosotros” (1Cor 3,9c-11.16-17)

Hoy, Jesús, celebramos la Catedral de Roma:

la “Dedicación de la Basílica de Letrán”,

“signo permanente de amor y de unidad

con el Romano Pontífice”,

sucesor de Pedro, Obispo de Roma.

No entraba en tus planes la construcción

de templos, santuarios, ermitas o catedrales:

la “casa de Dios” son los seres humanos;

lo dijiste muy claro a una mujer de Samaría:

se acerca la hora, ya está aquí,

en que los verdaderos adoradores

adorarán al Padre en espíritu y verdad,

porque el Padre desea que lo adoren así.

Dios es espíritu, y los que lo adoran

deben hacerlo en espíritu y verdad” (Jn 4,23s).

La Iglesia primera era muy consciente de esta realidad:

los llamaron “ateos” por no construir templos a su “dios”;

se reunían en las casas que disponían de algún local amplio;

su “dios” no necesitaba ningún templo.

Tú, Cristo, eres el verdadero templo de Dios:

«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré»;

él hablaba del templo de su cuerpo;

cuando resucitó de entre los muertos,

los discípulos se acordaron de que lo había dicho,

y creyeron a la Escritura y a la palabra

que había dicho Jesús” (Jn 2,19-22).

Con la entrega de tu Espíritu los discípulos

se sintieron también “templos de Dios”:

lo grita Pablo en la lectura de hoy:

“¿No sabéis que sois templos de Dios

y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1Cor 3,16);

tu Espíritu, insiste el concilio Vaticano II,

“habita en la comunidad y en el corazón de los fieles

como en un templo;

en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos...;

hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva y

la conduce a la unión con su Esposo” (LG 4).

Tú, “Cristo, obras por tu Espíritu en el corazón humano:

no sólo despertando el anhelo del siglo futuro,

sino alentando, purificando y robusteciendo,

también con ese deseo,

aquellos generosos propósitos con los que

la familia humana intenta humanizar la vida

y someter toda la tierra al ser­vicio humano...” (GS 38).

Al celebrar Dedicación de la Catedral del Papa:

Oímos tu voz denunciadora de los falsos templos;

nidos de superstición, fanatismo o explotación;

sobrecargados de lujos y evasiones sin cuento.

Oímos tu voz a favor del ser humano: 

verdadera imagen tuya;

habitado por tu Espíritu;

sobre todo, los pobres, tus vicarios en la tierra.

Oímos tu voz a favor de la comunidad:

donde dos o tres están reunidos en mi nombre,

allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20);

creada en libertad con la fuerza de tu Espíritu;

cuidada más que sus lugares de encuentro.

Oímos tu voz a favor de los lugares de la comunidad:

agradecemos esfuerzo y fe de los antepasados;

procuramos que toda comunidad tenga donde reunirse;

“dedicados” a la expansión de tu Espíritu de amor y vida;

“ámbitos de verdad y de justicia, de libertad y de paz...”.

rufo.go@hotmail.com

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