¿Qué similitud y qué diferencia hay entre un pagano y un cristiano según P. Teilhard de Chardin?

“Aquí también, como en el caso del panteísmo, se trata sólo de un parecido externo, como el que se da tantas veces entre las cosas inversas. El Pagano ama la Tierra para gozarla y confinarse en ella. El Cristiano, para hacerla más pura y sacar de ella misma la fuerza de su evasión.
El Pagano trata de unirse a todo lo sensible para apurar su goce: se adhiere al mundo. El Cristiano no multiplica sus contactos con el Mundo sino para captar o experimentar las energías que llevará o que le llevarán al Cielo. Se preadhiere a Dios.
El Pagano piensa que el Hombre se diviniza cerrándose en sí mismo; el gesto final de la evolución humana es, para cada individuo o para el conjunto, el de constituirse en sí mismo. El Cristiano ve su divinización sólo en la asimilación por Otro de su perfeccionamiento: la compleción de la vida es, a sus ojos, la muerte en la Unión.
Para el Pagano, la realidad universal sólo existe por su proyección sobre el plano de lo tangible: es inmediata y múltiple. El Cristiano toma exactamente los mismos elementos: pero los prolonga siguiendo su eje común, que los religa a Dios; con lo cual el Universo, al mismo tiempo, se unifica, para él, no siendo atingible más que en el Centro final de su consumación.
En resumen, comparado con las formas principales que ha revestido históricamente el espíritu religioso humano, del misticismo cristiano puede decirse que extrae, sin tornar los elementos malos o sospechosos, todo cuanto circula de más dulce y de más recio en todas las místicas humanas. Se manifiesta en él un gran equilibrio entre el obrar y el padecer, entre la posesión del mundo y su abandono, entre el gusto y el desprecio de las cosas. ¿Por qué habría de extrañarnos esta móvil armonía? ¿No es acaso la reacción espontánea, natural, del alma frente a las excitaciones de un medio que es exactamente, por naturaleza y por gracia, en el cual ha sido hecha para vivir y desarrollarse?” (P. TEILHARD DE CHARDIN, El Medi Diví, Nova Terra, Barcelona 1968, 140-141)
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