Deja en ocasiones mi arzobispo mucho que desear.

No pienso criticar a Rouco en lo de la San Carlos Borromeo, su actuación ha sido la correcta, actuaron mal los sacerdotes de allí, encabezados por Enrique de Castro. Yo estoy seguro que enrique de Castro será una gran persona, con ciertos actos suyos lo ha demostrado, pero con los últimos y con su última actuación provocando abiertamente al Arzobispo después de tantos años en que Antonio María Rouco los ha intentado corregir, y más cuando para eso mandaron a Baeza de párroco, deja muy claro que ha echado a perder con la mas burda de las celebraciones. Que un sacerdote celebre solo con estola, pues podria ser tolerarlo Rouco, pero que bendiga rosquillas en las misas de la parroquia, no le deja al cardenal otra salida, y a mi sin capacidad de defenderles como yo quisiera.

Pero ocurre que hoy Rouco se ha ganado mis críticas, y nuevamente con su obsesión de lanzar pestes y alentar a los padres a poner en peligro la iglesia concertada católica. Yo he trabajado en un centro católico, y si allí quieres trabajar, estudiar o enviar a tus hijos, entonces debes respetar el ideario e identidad del centro. Así son y así debe ser. Y desde luego un favor muy grande le deben los obispos a estos colegios.

Rouco no puede animar a los padres a que sus hijos se escaqueen de una asignatura alegando objeción de conciencia. Ya he expuesto en otras ocasiones el temario de la asignatura en mi blog, he preguntado y repreguntado que donde está la pega, y aquí tan solo a algunos les ha parecido ver un fantasma en el respeto a las minorías, entre la homosexual. Si les molesta a los padres que en los colegios se enseñe respeto, entonces mejor que se busquen un colegio no católico. Pero el asunto es que Rouco ha expuesto varias razones por las que según él, Educación para la Ciudadanía es mala.

Dice mi Arzobispo:

La historia de las ideas políticas y la historia de los hechos políticos enseñan al unísono que, cuando el Estado se propone y quiere actuar y actúa como educador de la sociedad y de la nación y no digamos como educador del hombre, se coloca en la peligrosa pendiente jurídico-política de caer en la tentación de un totalitarismo radical, más o menos encubierto.


La única lección histórica sobre esto que parece existir, ocurrió en los países comunistas, y parece que la cosa no cuajo bien dado el desenlace. Pero no es ni mucho menos el caso de España. Creo y pienso que la educación debe ser pública, y que si para algo están las administraciones educativas, es para garantizar la adquisición de unos conocimientos que son importantes y para evitar el desmadre en colegios e institutos. El estado pues, y las comunidades autónomas además, son legítimamente responsables de garantizar la educación pública y gratuita, y el cumplimiento de unos objetivos educativos. En este país no se va a enseñar a los niños como en tiempos de Paco el Rana el Cara al Sol o aquella asignatura que impulsó el régimen para garantizar su sostenimiento, ni siquiera esto se parece en nada a los antiguos países comunistas o a la China. Por tanto es aquí Rouco un demagogo.

El siguiente párrafo lo copio entero:

¿Qué resulta jurídicamente, en orden a la caracterización legal de la nueva materia “la Educación para la Ciudadanía”, del análisis sistemático de la Ley (LOE), que la impone como obligatoria en el sistema escolar español y de los Reales Decretos que la desarrollan normativamente? La respuesta nos parece evidente: el carácter de una materia escolar concebida en su orientación, estructura y desarrollo académico y pedagógico como una teoría general sobre el hombre y los principios éticos que han de modelar su existencia y regir su conducta individual y social; ciertamente, no de forma exhaustiva en la doctrina que ha de ser aprendida intelectualmente, asimilada y practicada en la vida; ni tampoco exhaustiva en su temática; pero sí, de forma condicionante substancial de la educación integral de los alumnos. Teoría que se presenta en el fondo, inequívocamente, como una doctrina en la que se excluye sistemáticamente toda referencia a la dimensión trascendente del hombre y de la sociedad y a la correspondiente perspectiva explícita filosófico-teológica para su completa comprensión y explicación. No puede llamar la atención, que al tratarse de una materia obligatoria, surja inmediata y explicablemente la sospecha de su posible manipulación teórica y práctica como “ideología” y, por consiguiente, la pregunta por su valor o legitimidad jurídica y ética.


Pues he aquí que el Cardenal se queja que las ideas morales que se puedan enseñar en la asignatura carezcan de una dimensión trascendente, y que por esa carencia surja una sospecha de ideología de fondo. Pues sinceramente menudo argumento, es una cosa pobre. Si Rouco quiere dejar claro que Educación para la Ciudadanía es mala que lo demuestre, pero levantar sospechas, suposiciones no demuestra nada, salvo el no tener realmente nada concreto que atacar a esta materia, pues de haberlo tenido no argumentaría así, o eso pienso yo. Pero por otra parte el asunto este de darle un enfoque trascendente lo entiendo bastante mal como argumento contra la asignatura. Creo que decirle a un niño, “¡¡Niño!! no hagas eso que me enfado”, en lugar de decirle “¡¡Niño!! No hagas eso que se enfada el niño Jesús”, creo que da lo mismo ¿no?. Si la pega es que se quiere que todo el mundo estudie que la moral misma viene de Dios, pues eso si que me parece una desfachatez. Hay gente que no cree en Dios y hay gente que si cree, pero si lo fundamental es que todo alumno sepa respetar o ayudar al prójimo, ¿nos debe importar acaso más que se justifique todo eso en un sentido trascendente?

Lo de declarar inconstitucional Educación para la Ciudadanía que se lo digan al Partido Popular, que ha preferido en esto dar la callada por respuesta. ¿Por qué será? Rouco en derecho no parece atinar. Y eso que tiene una idea de derecho dada su formación.

Por otra parte el peloteo que le dedican ciertos medios de comunicación a Rouco, me parece una desfachatez. El Cardenal tiene una prosa complicada, difícil, ambigua y hasta para entenderlo muy bien y en profundidad, hay que releerlo y releerlo, pues si te saltas una coma te arriesgas a entenderlo mal, y a muchos periodistas les pasa, y en ocasiones ven polémicas donde no las hay, y donde hay polémicas ni las ven. Pero eso nos pasa a todos. Leer a Rouco requiere de mucha paciencia. La brillantez de Rouco brilla por su ausencia en este escrito suyo, y más con esa ambigüedad. Sobre la pedagogía, Rouco está lejos de saber que es eso (a pesar de haber sido profesor, pero solo a niveles muy académicos), ya que tiene graves dificultades para conectar con sus escritos. De pedagógicos tienen bien poco, y de pastoral en eso es pésimo. No es culpa suya, ya que tiene un séquito de gilipollas que son capaces de mentirle solo para conseguir congraciarse con él. Algunos incluso afirman cosas sobre lo que Rouco escribe, que no tienen nada que ver sobre lo escrito por el Cardenal. Esto sumerge a Rouco en una burbuja que le impide ver más lejos, y sin duda si cualquiera estuviera en su situación, le pasaría seguramente igual. Administrando la diócesis hay que reconocer que es su fuerte, aunque ha sabido contar para ello con Fidel Herraez y rodearse de gente eficaz en este aspecto.
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