Vuelve a nacer y no os olvideis de nuestros curas.

Con motivo de la Navidad, nuestro párroco nos regaló a nuestra comunidad unas figuritas del niño Jesús venidas desde Roma y bendecidas por Benedicto XVI. Esto me hizo pensar en el post que debía escribirles hoy, ya que aunque mi deseo era escribir un cuento, en estos días debido a preocupaciones no encontré inspiración suficiente como para hacer de cuenta cuentos, y eso que de pequeño escribía historietas.

Pues como les decía las figuritas del niño Jesús me dieron que pensar. La nuestra es una religión afortunada. Celebramos el nacimiento de nuestro salvador, celebramos su vida a lo largo del tiempo ordinario y su muerte y resurrección en la semana santa. Sobre todo celebramos su presencia en la Eucaristía. Acercarnos a Cristo es acercarnos a Dios.

Afortunados somos frente a musulmanes y judios, nosotros celebramos y asumimos que Dios se hace hombre y se hace presente. Emanuel “Dios con nosotros”. A diferencia de los budistas, podemos también celebrar que la humanidad le importa muchísimo a alguien.

Otra ventaja es que podemos venerar al Dios que se encarna y nace en el niño Jesús, o en el Dios que demuestra su amor demostrando que es capaz de dar la vida por la humanidad. Veneramos a Cristo en las figuritas del niño Jesús y lo veneramos en las cruces que representan su muerte por la humanidad.

El sábado pasado celebramos una misa en mi comunidad, cantamos un bonito villancico. No recuerdo ahora la letra como para escribirlo, venía a repetir que si matamos otra vez al niño Dios este volverá de nuevo a nacer, la esperanza como representa ese nacimiento no puede morir.

En estos días no debe faltar por nada del mundo el acordarnos de nuestros curas. Mi párroco no podrá pasar la Navidad con su familia ya que las misas son una importante obligación y las debe preparar. Traigo un texto anecdótico de Monseñor Luciani (Juan Pablo I).

"Luciani vivía la Navidad también en el recuerdo de su familia y de su niñez. En el obispado, deseaba celebrar la Novena de Navidad a la que puntualmente participaba.
Dirigía a las monjas y al secretario presentes una reflexión y una invitación a formular un propósito de vida. Alguna noche, antes de retirarse a su habitación, venía también a echar una ojeada para ver cómo iban los preparativos del pequeño pesebre, colocado en la capilla privada.
En aquellos días, en la cena, sabía serenamente renunciar a la fruta, al vino, y pedía de cenar lo que había quedado del almuerzo.
Una vez, en Navidad, un sacerdote era huésped en la Casa de Ejercicios de Vittorio Veneto. Luego del pontifical en la Catedral, Luciani lo invita :
- Ven hoy a almorzar conmigo, es Navidad; estoy solo porque quise que mi secretario fuera a encontrarse con sus padres, hasta que sea posible. Yo tengo un poco de remordimientos por no haber ido lo bastante frecuentemente a hacer compañía a mis padres, especialmente a mi madre, que me lo pedía con insistencia."


Concluyendo deseo felicitarles el día de Navidad, un día muy especial en el que nace el niño Dios.
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