La quiebra del pequeño comercio.

Es algo evidente, pero de ello se habla bien poco o nada. Cuando algo quiebra son las grandes empresas, las que arrojan parados por millares, pero de las pequeñas empresas no se dice nada.

Paseen por las calles y observen como se multiplican los carteles de alquiler de locales comerciales. Cada vez son más los negocios que cierran, algunos hace dos años florecientes y hoy arruinados. A los economistas les gusta hablar siempre que la culpa la tiene el consumo y los impuestos. Pero a mi no se me escapa que esa ruina viene siempre provocada por el elevado precio de los alquileres que hacen que muchos negocios en tiempos de vacas flacas no puedan sobrevivir. Por no tener estos negocios, no tienen ni donde caerse muertos.

Si un local está siendo alquilado por 1500 €, viene a representar el sueldo medio de un empleado y algo más. Con esto ya condiciona mucho el negocio en un futuro, y te obliga a mantener un nivel mínimo de ventas o te cierran el negocio. Pero si el local es tuyo y vienen vacas flacas, siempre sales del paso despidiendo a uno o dos empleados o limitando el horario de apertura para evitar pagar más sueldos. Con esto un negocio puede salvarse, pero si por desgracia no es tuyo el local no puedes hacer cómodamente ni lo uno ni lo otro y puede no quedarte más remedio que cerrar. Además, con los alquileres elevados no puedes competir con las grandes superficies o los centros comerciales.

Sigo insistiendo en que más que reducir impuestos, que no sirve para nada, o ayudar económicamente a estos pequeños empresarios, más valdría iniciar una política que deflacte estos precios. Ya sugerí en cierta ocasión la idea de penalizar con impuestos crecientes con el tiempo a todos los locales comerciales que no desarrollen una actividad comercial de cara al público. Y sigo pensando que esta es la única solución, salvo que optemos por cruzarnos de brazos hasta ver como la crisis toca fondo, cosa que ni los economistas saben cuando ocurrirá.
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