"Newman fue testigo de la furibunda polarización de la Iglesia católica del siglo XIX"
La lealtad del cardenal Newman
El Corazón habla al corazón
Una de las discusiones teológicas más interesantes de los últimos siglos, concebida sobre todo en el contexto del inconcluso Concilio Vaticano I, es aquélla sobre el modo como la enseñanza de la Iglesia se desarrolla en la historia. Contribuciones riquísimas al respecto las encontramos en las obras del santo cardenal Newman y más sofisticadas todavía en las de los exponentes de la nouvelle théologie, entre quienes destacaba un joven Joseph Ratzinger.
La apertura del Concilio Vaticano II fue vista por muchas personas como la conclusión nunca formalizada del concilio anterior, interrumpido por la caída de los Estados Pontificios. Casi un siglo transcurrió para que el debate entre modernistas y ultramontanos encontrara cauce entre las páginas de Lumen Gentium (§4):
«El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los creyentes como en un templo, ora en ellos y da testimonio de que son hijos adoptivos. Él conduce a la Iglesia a la verdad total, la une en la comunión y el servicio, la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos. Con la fuerza del Evangelio, el Espíritu rejuvenece a la Iglesia, la renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con su Esposo».
No hay ninguna diferencia, porque el Espíritu “no hace acepción de personas” (Hch 10, 34; Rm 2, 11; Gál 2, 6), entre la gracia que reciben creyentes heterosexuales y homosexuales, o entre creyentes cisgénero y transgénero. Es, sin embargo, la experiencia de la gracia la que cambia considerablemente en función de las condiciones desde las cuales se otorga.
Así, el testimonio que creyentes LGBT+ podemos dar de las muchas bendiciones con que Dios ha colmado nuestras vidas pretende encontrar, en este espacio virtual, un foro donde la concordia sea la opción en un mundo de discordia; un foro donde el Corazón hable a nuestro corazón, y también el nuestro al Suyo.
Las personas LGBT+ creyentes existimos en todos los escenarios donde la Iglesia se precia de serlo. Estamos en los grupos parroquiales y en los conventos y monasterios, en los seminarios, en las casas de formación, en el ministerio ordenado, en los coros, en los grupos de catequesis, en los diferentes ambientes de la pastoral social. Piensan en nosotros como quienes nos hemos alejado de la Iglesia, pero no es así. Es la Iglesia la que se ha alejado de nosotros. Sucede, más bien, que en muy pocos espacios católicos tenemos el privilegio de hablar de nuestra sexualidad en voz alta; las más de las veces nos vemos obligados a mantenerla en secreto, sobre todo por aquel prejuicio que confunde homosexualidad con pedofilia, tristemente extendido en muchos sectores del catolicismo contemporáneo.
La Iglesia, en su buen afán de combatir la crisis de pederastia, confundió una patología psiquiátrica con una orientación sexual: hizo así de las personas homosexuales el chivo expiatorio de los males que la aquejan. Prueba de ello es el apartheid sacramental que padecemos quienes, como yo, hemos contraído matrimonio: oficialmente, no podemos acceder a los sacramentos de la reconciliación ni de la eucaristía, ni al orden sagrado, y la unción de enfermos se nos condiciona a instancias de renunciar al proyecto de amor en el que nos comprometemos día a día. Y sin embargo, el Espíritu sopla en nuestros corazones aquella palabra que la Palabra nos enseñó: Abba!
"La Iglesia hizo de las personas homosexuales el chivo expiatorio de los males que la aquejan"
Contrario a lo que algunos piensan, la enseñanza de la Iglesia sobre las personas LGBT+ es muy reciente. Tan reciente que usa un término acuñado hace unas décadas para hablar de un fenómeno que hoy sabemos que no es patológico, y del que apenas estamos descubriendo tantos aspectos, lo mismo biológicos que culturales. Tan reciente que pretende abarcar en un sólo término, “homosexualidad”, un abanico de identidades y orientaciones que poco a poco vamos reconociendo como parte de la gran diversidad que es la naturaleza humana. Y es precisamente en el reconocimiento de esta diversidad —como diversa es también la Iglesia— que nuestras voces alaban al Creador por los dones con que su providencia se hace presente en nuestras vidas.
"Es en el reconocimiento de la gran diversidad que es la naturaleza humana que nuestras voces alaban al Creador por los dones con que su providencia se hace presente en nuestras vidas"
Que este espacio sea un sitio de reconciliación entre sectores que hace años dinamitaron puentes de cordialidad y comunicación, un sitio donde no temamos dar testimonio del Amor que nos amó primero, un sitio donde el sano desarrollo de la doctrina cristiana sobre personas LGBT+ se nutra a partir de los testimonios de quienes reconocemos en nosotros, como enseña el concilio, un templo donde el Espíritu ora. Que sea éste un pretexto para convencernos cada vez más de que en el Corazón de Jesús cabemos todos. Y todas y todes. Amén.
También te puede interesar
"Newman fue testigo de la furibunda polarización de la Iglesia católica del siglo XIX"
La lealtad del cardenal Newman
"Vivir a plenitud la gracia de ser hijx Dios sin dejar de ser quien se es"
Retiro LGBT+ en la Comarca Lagunera
La experiencia de las 'misas por la inclusión' contra la discriminación del colectivo
Parroquias en Ciudad de México: espacios seguros para creyentes LGBT+
Pronunciamiento Morelia, 23 de junio de 2025: Al arzobispo de Morelia y su coadjutor
Agrupación Otro Rebaño: "Las personas LGTBIQ+ somos una realidad de la iglesia como de la vida"
Lo último
#próximasactividades
¡Próximas Actividades de #traslashuellasdesophía!
"Del pesebre a la esperanza"
"Nadie se crea excluido de tal regocijo": Mensaje de Navidad de los obispos de México
Día Internacional del Migrante
'Mandá Tu Corazón': un mensaje universal que cruza fronteras