Paradoja del egoísta

Según la mitología griega Narciso se enamoró de sí mismo al contemplarse embelesado en las aguas de una fuente en la que cayó, surgiendo luego transformado en la flor que lleva su nombre.

En todos los tiempos hubo y hay personas egocéntricas para las que no hay más mundo que ellos mismos y que como Narciso viven centradas en sus propios intereses, deseos y ambiciones.

Cuando alguien le preguntó a Sócrates por qué el exitoso general Alcibíades nunca se veía contento, Sócrates respondió: "Porque donde quiera que va, siempre lleva su yo con él".

Esa es la paradoja del egoísta: Se ama hasta el exceso, pero no vive feliz consigo mismo. Quiere ser quien posea lo mejor de todas las cosas; sus desgracias son siempre mayores que las de los demás y le molesta que otro tenga lo que él no tiene.

Una lectura creyente de nuestra realidad nos debería llevar a preguntarnos:

 ¿Es la vida el poder de la riqueza?
 ¿Es la vida ese cuadro sombrío que con frecuencia se presenta ante nuestros ojos?
 ¿Es la vida el afán por tener que nos deja permanentemente insatisfechos?
 ¿Es la vida el compendio de injusticias, incomprensiones y egoísmos que mantienen al hombre alejado de su prójimo?
 ¿Vive, realmente, el que teje una red de falsas apariencias en torno de sí mismo?

Algo y alguien me dice que eso no es vivir. Y me lo demuestran con hechos y testimonios “por sus obras los conoceréis. Porque hay gente:

 Para la que vivir no es simplemente tener vida, sino vivirla intensamente
 Que vive con ideales, sin miedo a ir contracorriente, con seguridad en aquello en lo que cree.
 Que tira adelante con el corazón en alto, mirando al cielo, sin desfallecimiento, con alma valerosa y templada de hidalguía.
 Ebria de amor por lo que le ha tocado vivir. Lo bueno y lo malo. Y floreciendo por encima del mal, como las rosas que coronan de gloria los tallos de espinos.
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