Un tema tabú

Desde 1998 y hasta 2005 España destinó una media de 274 millones de euros anuales a la exportación de armamento. Y no solamente seguimos haciéndolo sino que esa industria va a más. Según el prestigioso Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) España es el octavo suministrador mundial de armas convencionales.
Me niego a aceptar como réplica el argumento que algunas veces he oído “cómo nos vamos a cargar una de las pocas industrias de nuestro país que es capaz de competir internacionalmente”. Porque desde un planteamiento cristiano no creo que pueda justificarse el que destaquemos, precisamente, por producir y vender armas.
La Unión Europea establece, en su código de conducta, que “no se deben vender armas a países inestables, en conflicto armado, que vulneren los derechos humanos o que tengan un nivel de bienestar delicado”. Pues bien, entre los países a los que España vende armas están Colombia, Israel, Turquía, Marruecos, Venezuela, Sri Lanka, China, Cuba, Angola y Pakistán.
Más de una vez me han tachado de ingenuo por ocuparme y preocuparme por un asunto muy complejo que no está en mis manos resolver. Y cuando están a punto de derrotarme y hacerme desistir recuerdo mi interpelación a ser sal de la tierra y luz del mundo. ¿Cómo puedo serlo? No perdiendo la esperanza. No tirando la toalla en mi compromiso por hacer algo por mejorarlo.
Pese a las fuerzas ocultas que pugnan por silenciar los asuntos referidos a la industria de las armas, y la cultura que la sustenta, hay iniciativas que se esfuerzan por contrarrestar esa forma de hacer y de actuar. No estamos solos. Y si queremos podemos implicarnos y hacer cosas.
La “Fundació per la Pau” es una ONG creada en 1983, promotora del compromiso por la Paz de la Haya (HAP) y miembro fundadora del Centro Unesco de Cataluña. Y su finalidad es la instauración progresiva de una cultura de paz, trabajando por generar una consciencia cívica y bien informada que presione democráticamente por la paz. Y Justicia y Paz, nacida al calor y bajo el influjo del Concilio Vaticano II, también tiene proyectos vinculados a la defensa de la Paz.
La solución pasa por demandar una mayor transparencia en los informes de exportación de armas y en las exigencias sobre el cumplimiento estricto del Código de Conducta Europeo.
Finalmente quiero compartir contigo, amigo lector, un interrogante que me inquieta ¿cómo hacer para que lo escrito no sirva para dotar de argumentos a escépticos y derrotistas sino que refuerce la fe de los que creemos que es posible construir un mundo más justo y solidario?