"Donde el obispo arrojó su anillo al río" Zamora: "La perla de las catedrales"

Zamora: "La perla de las catedrales"
Zamora: "La perla de las catedrales"

"Se cuenta que en el río Duero tiró san Atilano su anillo de dignidad eclesiástica hasta que Dios le perdonase sus culpas y pecados. La leyenda cuenta cómo lo recobró y volvió a ser obispo…"

"La catedral es el más representativo de los monumentos de la "bien cercada y romanceada" ciudad de Zamora. La severidad y la armonía, características propias del románico, alcanzan aquí cotas muy altas, mezcladas curiosamente con aires bizantinos llegados de Oriente"

"Tiene planta de cruz latina, con cruceros, tres naves y tres ábsides. La maravillosa cúpula del cimborrio, de estilo servio-bizantino, es seguramente lo mas interesante y característico de todo el complejo catedralicio"

"En su interior podremos admirar el grupo románico de la Virgen con el Niño, el claustro, el retablo principal en la capilla mayor, y el coro, cuyas escenas procaces reflejan a capacidad de tolerancia de no pocos obispos de la época..."

"En el marco de los templos románicos que rodean y engarzan de arte y santidad, los alrededores de la catedral son un tesoro"

"Iglesias de san Isidoro, de san Pedro y san Ildefonso, de la Magdalena con su sepulcro románico del siglo XII, el convento del Tránsito, el Museo de la Semana Santa, hospital de la Encarnación, iglesias de la Concepción, de san Cipriano, de santa Lucía y otras"

"Y es que 'Zamora no se ganó en una hora', y menos en los tiempos de los 'cantares de gesta' de Sancho II de Castilla, que dio pie al del que arranca el poema de 'El Mío Cid' de nuestros sueños y amores patrios y reconquistadores"

Cuentan las leyendas, al dictado de la piedad y de la historia, que san Atilano, obispo de Zamora, decidió un día abandonar el gobierno pastoral de su diócesis. Al cruzar el río Duero, por su puente romano, arrojó a la corriente su anillo, diciendo: “Cuando vuelva a ver este anillo, y solo entonces, pensaré que Dios se ha apiadado de mí y perdonado mis culpas y pecados”. La señal externa de su dignidad episcopal se hundió en el torbellino del agua. Pasado el tiempo, en peregrinación, el obispo volvió a sentir la llamada divina y, vuelto a Zamora, en la posada contigua a la capilla de san Vicente, le fue servido un barbo en el que se hallaba un anillo… Todas las campanas de la ciudad se echaron al vuelo ante acontecimiento tan feliz, espontáneamente tañidas, y Atilano fue reconocido inmediatamente como su obispo…

Desde el castillo, después de atravesado el río por el citado puente, tal y como hiciera el arrepentido obispo, se llega a la plaza de la catedral y, antes de decidir visitarla, nos percatamos de la existencia del palacio del obispo, con modesta fachada y patio central porticado, que data del siglo XVII, y desde el que se domina una de las más preciosas vistas del Duero y sus alrededores zamoranos…

Junto a esta edificación, se encuentra la llamada Puerta Óptima, de Olivares, o del Obispo y cerca de ella todavía permanecen algunos muros pertenecientes al palacio de Arias Gonzalo, o Casa del Cid. La fachada que mira al Duero es del siglo XI, con dos ventanas y arcos de herradura, geminados. El otro muro es del mismo tiempo que la catedral, con puerta de arco de medio punto, adornada con boceles y escotas llenas de capullos.

Cimborrio

La catedral es el más representativo de los monumentos de la “bien cercada y romanceada” ciudad de Zamora. La severidad y la armonía, características propias del románico, alcanzan aquí cotas muy altas, mezcladas curiosamente con aires bizantinos llegados de Oriente, tal vez con el arte de su desconocido arquitecto. La catedral, llamada “Perla del siglo XII” y “Perla del Duero”, se refleja en el río, y su maciza torre se alza como una atalaya dominando sus aledaños.

La fecha de comienzo de las obras puede ser la de 1151. La de su consagración por el obispo Esteban, sucesor de Bernardo, fue el 15 de septiembre de 1174. Tiene planta de cruz latina, con cruceros, tres naves y tres ábsides. La maravillosa cúpula del cimborrio, de estilo servio-bizantino, es seguramente lo mas interesante y característico de todo el complejo catedralicio.

De las puertas solo permanece visible en su integridad la llamada del Obispo, que es la única original. Las dos puertas laterales constituyen la muestra escultórica de mayor calidad de la provincia. Especial mención reclama la exquisita finura del grupo románico de la Virgen con el Niño. En uno de sus cuadros, debajo de un nicho emerge la cabeza del príncipe agareno que puso cerco a Zamora y a quien venció y castigó Alfonso VII.

Puerta norte

La torre, de planta cuadrada, es del siglo XIII. El claustro, del siglo XVII, es obra de Francisco de Mora y consta de 20 arcos entre gruesos pilares.

En la Capilla Mayor destaca el retablo principal, obra ejecutada por Ventura Rodríguez, que sustituyó a las tablas pintadas por Fernando Gallegos, de las que catorce se conservan en la iglesia de Arenillas.

“No hay otra imagen española de su tiempo y clase capaz de rivalizar con la de la Virgen de la Calva” tal y como aseguran las máximas autoridades en materias relacionadas con el arte. Esta Virgen de Majestad, realmente portentosa, es talla en piedra, datada en el siglo XIII. El retablo en el que se encuentra, la imagen, popularmente invocada como “de la Calva”, por su ancha frente, está al lado del Evangelio. Todos los años, el día 18 de junio, se entona la “Salve” en la llamada “Fiesta del Rayo”, con remembranzas a portentosos milagros.

En el sagrario del retablo del Santo Cristo, con influencias de Berruguete, y de correctísima anatomía, se conserva la famosa reliquia de la “Bendita Cruz de Carne”. De ella se refiere que fue entregada por un ángel, a Fray Ruperto, en el siglo XIV, con la que libró a la ciudad del azote de la peste. Con ella son bendecidos los enfermos graves que lo soliciten.

Coro

El coro, costeado por el obispo Valdés, es otra de las obras importantes de la catedral. Probablemente dirigió los trabajos Rodrigo Alemán, a principios del siglo XVI. Los motivos de los relieves de los santos, de los Apóstoles, reyes y profetas el Antiguo Testamento, se entremezclan con los de las leyendas populares en sus ochenta sitiales. En los brazos y “misericordias” de las sillas, hay relieves con asuntos profanos, escenas procaces, grotescas e impúdicas, protagonizadas a veces por miembros del clero. Su alegre y maliciosa ironía proclama la capacidad de tolerancia de no pocos obispos de la época…

La reja es gótica. Hay que resaltar que solamente la rejería de esta catedral merece una visita. Los artesanos colocaron bien alto el nivel de su competencia: posiblemente en lo más alto de España. Diego de Hanequín fue uno de ellos. En el friso de la reja central se lee la sabia sentencia de que “a cualquier cuenta es loco el que mucho presume de sí; ligeramente cabe el vanaglorioso”.

En la capilla de san Migue se hallan los sepulcros manieristas de Hernando y Fernando de Balbás y el retablo de la Virgen, obra de Juan Montejo. En la capilla de san Ildefonso, o del Cardenal Juan de Mella, impresiona el retablo hispano-flamenco de Fernando Gallegos. En la principal de las seis tablas se representa la imposición, por parte de la Virgen, de la casulla a san Ildefonso. A la derecha reposa la estatua yacente de don Pedro, con un lebrel rendido a sus pies. Dignos de admiración son los tapices flamencos del siglo XVI de la Sala Capitular.

reja

De la catedral zamorana – “la perla del Duero”- no se puede partir sin haber visto y contemplado con detenimiento y admiración artística, el espléndido sepulcro, también hispano-flamenco-, del doctor Juan de Grado, en la capilla de san Juan, así como la imagen del rey san Fernando III “El Santo”, nacido en el monasterio de Valparaíso, cerca de Zamora. Tampoco se puede partir sin haber visto y admirado en la capilla de san Bernardo, la majestuosa imagen del Cristo de las Injurias, que constituye uno de los símbolos más entrañable de la Semana Santa zamorana. La imagen procede del destruido monasterio de san Jerónimo “extra pontem”, y le es atribuida a Gaspar Becerra. Es sacada en la “Procesión del Silencio”, en la noche del Miércoles Santo.

Quedaría incompleta la visita a la catedral si nos olvidáramos de su museo, con colección de tapices flamencos, donada mayoritariamente por el sexto conde de Alba de Aliste en 1606. Reclaman atención la Custodia inspirada en las de Arce, del año 1515, los varales de plata del palio, la imagen de la Virgen con el Niño y san Juanito, la Virgen de Belén y dos tablas de Fernando Gallegos.

En el marco de los templos románicos que rodean y engarzan de arte y santidad, los alrededores de la catedral, me limito a citar las iglesias de san Isidoro, de san Pedro y san Ildefonso, de la Magdalena con su sepulcro románico del siglo XII, el convento del Tránsito, el Museo de la Semana Santa, hospital de la Encarnación, iglesias de la Concepción, de san Cipriano, de santa Lucía y otras… A la de santa María la Nueva le confiere además especial y sacrosanto relieve de carácter social el hecho de haber sido incendiada durante el motín conocido como “el de la Trucha” en 1158, con sus correspondientes datos, unos históricos y otros legendarios, que refieren la justa reacción popular ante comportamientos feudales, merced a la intervención del rey Fernando II, en esta ocasión, a favor de los plebeyos, artesanos y mercantiles zamoranos…

Y es que “Zamora” no se ganó en una hora”, y menos en los tiempos de los “cantares de gesta” de Sancho II de Castilla, de su hermana Doña Urraca y del traidor “Vellido Dolfos,/ hijo de Dolfos Vellido”, que dio pie al del que arranca el poema de “El Mío Cid” de nuestros sueños y amores patrios y reconquistadores.

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