Al no poder ser felices solos, no somos dueños de la felicidad. Al depender de mi libertad y de la libertad de otros, la felicidad está a la merced de las contrariedades y reveses de la vida. Sin el otro no soy nada y con el otro estoy a su merced. La felicidad no es algo ni alguien a quien se pueda encontrar aquí o allí, aunque se puedaatisbar en un salón vestida de fiesta o en el recodo de un camino vestida de harapos.¡Qué sean felices! Pero no olviden a los que están en guerra, a los que pasen hambre, a los que sueñan con suicidarse porque se sienten desgraciados. La felicidad y la alegría de vivir son más que nada un estado de ánimo.