Hay mucha gente que detesta las Navidades. Hay mucha gente que se siente más sola que nunca; tal vez porque ve a muchos que se sienten más arropados que nunca. Yo adoro las Navidades. Además de dedicar más tiempo que durante todo el resto del año a meditar sobre el anodamiento de Dios, hecho hombre en Jesús, me brindan la ocasión de reunirme con la familia y recordar, con toda naturalidad, por la noche al humor del fuego del hogar, o en la mesa, a los seres queridos que desde dos , uno o tres años nos han dejado. Se me antoja un tiempo propicio para meditar sobre la tragicomedia de la vida: nostalgia sin límites, tristeza hasta el abatimiento, recuerdos exaltantes, amores imposibles, desamores evidentes, ausencias odiosas, alegrías desbordantes. Esto es la vida