Hoy se hace hincapié en la compasión, los actos de ayuda y solidaridad, la generosidad (aunque sea circunstancial con motivo de catástrofes), sensibilidad a la desgracia ajena, deseo de sentirse útil al prójimo (de ahí los miles de cooperantes, versión secular y laica de los misioneros), los derechos humanos, las libertades públicas e individuales (aun que algunas de estas a muchos les parezcan una aberración), el ideal de tolerancia, el rechazo de la violencia y la crueldad y de la explotación de los más débiles. Sobre todo esto, nombres más o menos nuevos para viejas y evangélicas virtudes, habría que hacer teología y pastoral. A veces tengo la impresión de que la Iglesia olvida aquello de que “nada nuevo bajo el sol” que es un dicho bíblico. Una cosa es olvidar y negar los valores de siempre y otra cambiarles de nombre. Una cosa es seguir la moda y otra adaptar el lenguaje a las realidades contemporaneas.