Peterpanismo, 3: Infancia espiritual

El niño, el loco y el hombre tribal experimentan los sentimientos, las sensaciones y las emociones de la comunidad. Para el niño y para el loco sólo existe el presente y el presentismo, el acto contra la potencia, la existencia contra la esencia y esta es, también, la filosofía del hombre tribal. El peterpanismo de hoy podría interpretarse también en el sentido de la despersonalización mística. El niño se vacía para dar acogida en su interior al mundo, al ambiente; a lo que hace parte integrante de su yo. El niño es el ser vacío, como los locos de carnaval; vaciarse es provocar una llamada del espíritu que permite entrar en contacto discreto con él o lo que es lo mismo: el reino de los cielos es de los niños y el que no se hace como uno de ellos no lo ganará jamás (Mt. 19, 13-15; Mc. 10, 13-16; Lc. 18, 15-17). Existió siempre una estrecha relación entre la locura y la inspiración. La Cruz es necedad, locura y escándalo para los sabios de este mundo pero es fuerza y sabiduría de Dios para los que se hacen como niños, para los locos. En el que así actúa tiene lugar una auténtica transfiguración y se convierte en otra cosa (Mt. 17, 1-9; Mc. 9, 2-10; Lc. 9,28-36).
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