Sigo a Baltasar Porcel desde que llegué a Barcelona, allá por el 87 del siglo pasado. Tuve el honor y el privilegio de haber sido invitado a comer en su casa, y de visitarle en su finca de Andratx (Mallorca) en donde pasaba vacaciones de verano con su familia. Con su artículo de La Vanguardia, que leo siempre que puedo, me pasa lo mismo que con sus novelas, unas me encantan, otras me parecen bien y otras no me gustan. Pero ya se sabe, siete buenos poemas consagran a un poeta y una buena novela a un escritor. Recuerdo con inmensa gratitud el día que, con Albert Montagut, presentó, en el Centro Gallego, mi libro “Serpientes contra Santiago”. Estos días estoy sorprendido, no por los premios y homenajes que está recibiendo Baltasar Porcel, los merece todos, sino porque le lleguen de manos de quienes, antaño, detestaban lo que escribía y, en su día, trataron de echarlo a él y a su mujer del, entonces, ICEM (Instituto Catalán de Estudios Mediterráneos), criatura de Porcel. Yo creo en la capacidad de conversión del hombre aunque algunas conversiones me llamen mucho la atención.¡Felicidades, Baltasar!, especialmente por lo que has superado.