De lado no es tanto pecado

No sé por qué los políticos se extrañan de que haya trabajo negro, de que los ciudadanos hagan todo por evadir impuesto, de que muchos no vayan a votar, de que les llamen casta, secta y mafia. Lo que enfada al contribuyente no es que tenga que contribuir sino que, con la recaudado, los políticos hagan obras exclusivamente para su mayor gloria, viajen en clase preferente, coman en restaurantes y se hospeden en hoteles de lujo, anden de aquí para allá en coche oficial y mantengan puestos inútiles con el único fin de dar empleo a políticos en retiro o encartados por la justicia; que no asistan a las sesiones del Congreso, aquí o en Europa, y cobren lo mismo; que el Estado y las Autonomías sigan endeudándose mientras a nosotros nos aprietan el cinturón hasta casi impedirnos la respiración. Para los políticos los hechos en sí no tienen naturaleza; sólo son buenos o malos cuando los ciudadanos los conocen. Hasta ese momento, todos los políticos tienen la conciencia tranquila aunque hayan robado, estafado y derrochado a mansalva. Porque la información es poder, cuanto más oscurantismo y menos se enteren los ciudadanos, mejor. La ignorancia es un perfecto aliado de los mandarines manipuladores. Dicen los gallegos: “De lado no es tanto pecado”.
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