"Te desgastan hasta que no puedas más, rompiendo tu voluntad. En el SCV, el infierno era cotidiano" Los ocho tormentos de Figari y del Sodalicio, una cárcel invisible y una secta desde siempre

Víctimas del Sodalicio, entre ellas, los campesinos
Víctimas del Sodalicio, entre ellas, los campesinos RRSS

"Imagina un grupo que se vende como un camino espiritual puro, pero que en realidad te atrapa en una red de control que te deja hecho trizas"

Eso es lo que Pedro Salinas, un exsodálite que sabe de lo que habla, desentierra en Mitad monjes, mitad soldados: Todo lo que el Sodalicio no quiere que sepas (2015), con la ayuda de Paola Ugaz. La verdad es que este libro es un puñetazo en el estómago

Figari, ese carismático 'jefe' o 'padre espiritual', exige una obediencia que roza lo fanático, con frases como "quien obedece nunca se equivoca". Es como si te metieran en una cárcel invisible, donde pierdes tu yo para fundirte en el grupo o para seguir el “Plan de Dios”

Para desmenuzar esto psicológicamente, me apoyo en la Carta de Coerción de Biderman (1957), creada por Albert Biderman para entender cómo los chinos y coreanos "lavaban cerebros" a prisioneros americanos  en la Guerra de Corea

Imagina un grupo que se vende como un camino espiritual puro, pero que en realidad te atrapa en una red de control que te deja hecho trizas. Eso es lo que Pedro Salinas, un exsodálite que sabe de lo que habla, desentierra en Mitad monjes, mitad soldados: Todo lo que el Sodalicio no quiere que sepas (2015), con la ayuda de Paola Ugaz.

La verdad es que este libro es un puñetazo en el estómago: recopila unos 30 testimonios desgarradores de antiguos sodálites, muchos captados de adolescentes en colegios católicos de élite como el Inmaculado Corazón o el Santa María Marianistas, el Markham, el Roosevelt, el Newton, Humboldt, el San Pedro, entre otros en Perú. El Sodalicio de Vida Cristiana (SCV), fundado por Luis Fernando Figari en 1971, se expande a nueve países, con engaños recibe la aprobación vaticana en 1997, y se disfraza de movimiento laico para evangelizar. Pero debajo de esa fachada ultraconservadora, con toques fascistas y anticomunistas inspirados en tipos como José Antonio Primo de Rivera o Plinio Corrêa de Oliveira, hay abusos que te dejan helado: físicos, psicológicos, espirituales y hasta sexuales.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME


Figari, ese carismático “jefe” o “padre espiritual”, exige una obediencia que roza lo fanático, con frases como "quien obedece nunca se equivoca". Es como si te metieran en una cárcel invisible, donde pierdes tu yo para fundirte en el grupo o para seguir el “Plan de Dios”, como se conocía en la secta al plan figariano.

Pedro Salinas y Paola Ugaz, periodistas denunciados por exponer casos de  abuso sexual en el Sodalicio: “Sigue siendo una organización poderosa” -  Infobae

"Salinas y Ugaz, que hasta enfrentaron juicios por contar la verdad, pintan un panorama de encubrimiento eclesiástico que duele y avergüenza, con Figari acumulando no solo almas, sino también dinero y poder. Es triste, pero revelador"

Para desmenuzar esto psicológicamente, me apoyo en la Carta de Coerción de Biderman (1957), creada por Albert Biderman para entender cómo los chinos y coreanos "lavaban cerebros" a prisioneros americanos  en la Guerra de Corea.

Sus ocho tácticas -aislamiento, monopolio de la percepción, agotamiento forzado, amenazas, mimos esporádicos, alarde de poder total, humillaciones y caprichos absurdos- se ven clarito en el SCV.

Además, autores como Robert Jay Lifton en su libro sobre totalismo (1961) o Steven Hassan con su modelo BITE (1988) lo expanden a cultos modernos. Aquí ves cómo reclutan chiquillos vulnerables (alrededor de los 16-18 años), los moldean años enteros y los atan con miedo, dejando secuelas como disociación o depresión que duran una vida. Salinas y Ugaz, que hasta enfrentaron juicios por contar la verdad, pintan un panorama de encubrimiento eclesiástico que duele y avergüenza, con Figari acumulando no solo almas, sino también dinero y poder. Es triste, pero revelador.

El aislamiento

El aislamiento te arranca de tus raíces para que dependas sólo del grupo, y en el SCV es brutal, como si te encerraran en una burbuja asfixiante. Rocío Figueroa cuenta cómo sus guías espirituales, marionetas de Figari, le machacaban que su papá era un “machista autoritario”, haciendo que viera a su familia como un lastre.

Imagínate: te convencen de que el verdadero padre es Figari, y de golpe te sientes solo en el mundo, anhelando el calor del grupo. Lucas (seudónimo) lo vivió en carne propia; al irse, sus “amigos” sodálites lo tacharon de traidor y cortaron todo contacto, siguiendo órdenes del jefe. Martín Scheuch describe comunidades cerradas donde el mundo exterior es el diablo encarnado, con visitas familiares reducidas a migajas controladas. Psicológicamente, esto te desarma: genera disociación, donde te desconectas para no sufrir el rechazo. Biderman da en el blanco: debilita tus defensas. Por otro lado, es como en NXIVM, donde el vacío social te obliga a aferrarte al líder, perpetuando abusos que nadie cuestiona.

Noticias de NXIVM en Milenio- Grupo Milenio

Monopolización de la percepción

Aquí controlan lo que ves y oyes para que solo exista su versión retorcida de la realidad. En el SCV, Figari imponía un bombardeo ideológico: lecturas obligatorias, entre ellas Como lobos rapaces de Alfredo Garland, que ataca a teólogos liberadores como Gustavo Gutiérrez tildándolos de “marxistas disfrazados”. Scheuch revela charlas llenas de conspiraciones antisemitas, echando mano de basura como Los protocolos de los sabios de Sión. Y no solo eso: Figari manipulaba hasta tu cuerpo, reprimiendo el sexo con mandatos como “sublímalo o muere”, o usando hipnosis para torcer tu mente.

Marcos (seudónimo) lo recuerda como un “arma sugestiva” que inducía trances extraños. Tito (seudónimo) habla de sesiones donde distorsionaban todo, vendiendo abusos como “pruebas de pureza”. Es agotador, la verdad: crea una paranoia donde el Vaticano es “infiltrado por masones”. Como dice Hassan, esto es control informativo puro; genera disonancia cognitiva, donde resuelves dudas tragándote la mentira del grupo, y al final, el mundo de afuera te parece un infierno, postergando cualquier escape.

Debilitamiento inducido y agotamiento

Te desgastan hasta que no puedas más, rompiendo tu voluntad. En el SCV, el infierno era cotidiano: Santiago (seudónimo) describe ayunos eternos, duchas heladas y horarios locos que te dejan hecho un trapo. Blas lo llama “asedio”, con dietas que te debilitan y tareas que chupan tu energía. Felipe (seudónimo) aguantó insultos diarios por meses, interrumpidos por preguntas tontas en películas, todo para quebrarte emocionalmente.

Y los azotes ordenados por Figari - Scheuch perdona “los correazos en la espalda desnuda”- sumados a noches sin dormir, que recuerdan torturas en prisiones. Duele leerlo: libera cortisol que daña tu cerebro, afectando memoria y decisiones. Biderman lo ve como hacer la coerción “inevitable”: Tomás, pateado hasta sangrar, habla de un “quebrantamiento” que te hace obedecer por puro agotamiento. Es un ciclo vicioso que agrava el estrés postraumático, dejando a exmiembros en una lucha implacable con burnout, incluso años después de haber dejado la secta.

Amenazas

El miedo constante te mantiene a raya, y Figari era maestro en eso. Juan lo resume: “¿Qué harás sin nosotros? Nadie te querrá”. Agustín (seudónimo) temía ser “infeliz para siempre” si se iba, con amenazas de alma perdida. Fisicamente, Tomás sufrió patadas ordenadas; espiritualmente, abusos se hacían pasar como “pruebas” bajo pena de rechazo divino, congelándote psicológicamente en sumisión. Biderman dice que internalizas el control; en el SCV se reforzaba la pirámide donde “el superior sabe más”, silenciando abusos por terror a las consecuencias. Imagínate el pánico: es como vivir con una espada sobre tu cabeza.

Abogados Especialistas en Delitos de Amenazas en Barcelona

Indulgencias ocasionales

De pronto, un mimo entre tormentos, para que te enganches más. Figari era “cariñoso” con los necesitados, dice Lucas, alternando cariño con dureza. Nicolás lo llama “montaña rusa emocional”. En abusos sexuales, Francesco (seudónimo) habla de “energía transferida” por Doig, un premio disfrazado. Biderman lo explica como refuerzo intermitente, adictivo como una lotería; genera síndrome de Estocolmo, donde idealizas al verdugo. La verdad es que complica todo: ¿cómo es que te vas, si a veces te sientes como un “elegido”?

Demostración de omnipotencia

Te muestran que mandan en todo para que te sientas insignificante. Figari y algunos superiores, especialmente en las “casas de formación” se ordenaban locuras: Agustin abría garajes por sexto sentido, diferenciando el sonido del motor del auto del superior, bajo amenaza de quedarse sin comer. La obediencia es la ley suprema. Su culto teñido de fascismo la hacia infalible. Psicológicamente induce a impotencia aprendida: como Seligman describe: renuncias a luchar. Biderman lo ve como prueba de que no hay escape a esta omnipotencia sodalite. El SCV destruye tu autonomía, heridas que comparten exmiembros de otros grupos como el Opus Dei, dejando un vacío que duele.

"¿Qué harás sin nosotros? Nadie te querrá"

Degradación

Te rebajan hasta que no vales nada, facilitando la entrega. Clemente (seudónimo) era “cochino” por
tener sueños húmedos; Blas (seudónimo), insultado por sus padres. Tomás comía con la cara untada; Adriano (seudónimo), vetado de reír y forzado a robar. Biderman dice que la degradación erosiona la dignidad; aquí, genera vergüenza eterna, como David (seudónimo) tildado de “cholo de mierda”. Es cruel: te deja con la autoestima en ruinas, reduciendo a la víctima a un estado de supervivencia básica.

Exigencia de demandas triviales

Caprichos absurdos para entrenarte en obediencia ciega. Figari mandaba dormir en arena (Tomás), encerar terrazas (Felipe), nadar en aguas peligrosas (Adriano), o posturas para golpes (Bernardo). Reglas como "independencia es muerte" condicionan. Biderman lo compara a Pavlov; facilita horrores mayores, creando un hábito que asfixia.

Varios prisioneros de guerra estadounidenses en un campo de prisioneros de guerra coreano



Recorrer el libro de Mitad monjes, mitad soldados te remueve por dentro: el SCV, con Figari al mando, usa las ocho tácticas de Biderman para moldear almas rotas, dejando traumas como pérdida de identidad y depresión que persiguen a exmiembros. Es un sistema sectario disfrazado de fe, que genera dependencia y silencio. Por suerte, el libro desató un terremoto. En 2017, Figari fue nombrado “persona non grata” por el entonces Superior General Alessadro Moroni por abusos sádicos y crueles. Líderes como Germán Doig (muerto en 2001, acusado de pederastia) y Alejandro Bermúdez, Eduardo Regal, Miguel Salazar, Ricardo Trenemann, Juan Carlos Len, Óscar Tokumura, Humberto del Castillo, José Antonio Eguren, Luis Ferroggiaro, Daniel Cardó, Rafael Ísmodes y Jaime Baertl cayeron por actos de abuso  de toda índole y encubrimiento en esta asociación travestida de religiosidad.

Ya al final, en el presente año, el papa Francisco suprimió al Sodalicio y sus ramificaciones por falta de carisma fundacional. La Iglesia reconoce así haber sido engañada, pero enmienda su error, aniquilando toda duda que esa secta fuera un camino válido de encuentro con Dios. 

El 20 de enero, el Vaticano lo anunció tras una investigación de 2023 que destapó abusos sistemáticos, corrupción financiera y reformas fallidas. Razones: los tormentos de Figari, encubrimientos que protegían a culpables, daños irreparables a víctimas y una estructura coercitiva imposible de sanar. El decreto se firmó el 14 de abril, justo antes de la muerte de Francisco, un legado contra el abuso en la Iglesia que, honestamente, llega tarde pero impacta y que mantiene a las víctimas en espera de una reparación que devuelva justicia.

El Vaticano oficializa la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana | ACI  Prensa

Etiquetas

Volver arriba