A los sacerdotes les pidió: "Quiero sentiros cerca" Lemos Montanet, nuevo obispo de Ourense: "Ayudadme a ser padre, amigo, maestro"

El sacerdote Leonardo Lemos Montanet ha tomado esta tarde posesión de su nuevo cargo de obispo de la diócesis de Ourense en sustitución de Luis Quinteiro Fiuza, en un multitudinario acto celebrado en la catedral de Ourense ante 1.500 personas, entre ellas el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

Montanet se convirtió en nuevo obispo dos años después de la marcha de Quinteiro Fiuza a la diócesis de Tui-Vigo.

Los actos comenzaron en la parroquia del Desterro de A Corna, en el que el sacerdote fue recibido por su antecesor en la diócesis antes de proseguir recorrido hacia el monasterio de Oseira.

El obispo electo hizo su entrada en Ourense a las 15.00 horas por la calle del Progreso, donde fue recibido por autoridades civiles y religiosas y decenas de fieles.

La comitiva, que cerró la Real Banda de Gaitas, realizó un breve recorrido desde la calle Progreso por Lamas Carvajal, hasta la Iglesia de Santa Eufemia, donde fue vestido con su nuevo atuendo antes de continuar recorrido.

Ya en el templo catedralicio recibieron al nuevo prelado el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, acompañado por el delegado del Gobierno, Samuel Juárez, el conselleiro de Educación, Jesús Vázquez, y el presidente de la Diputación provincial, Manuel Baltar, con los alcaldes de Ourense y de Santiago, Francisco Rodríguez y Gerardo Conde Roa, respectivamente, entre otros.

También se encontraba en representación de la Iglesia el nuncio del Vaticano en España, Renzo Fratini, los tres últimos obispos de Ourense, José Diéguez, Carlos Osoro, y su predecesor Luis Quinteiro Fiuza.

Lemos Montanet fue ordenado obispo por el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, y tomó posesión de la diócesis desde la cátedra.

En su primer discurso el obispo Montanet pidió que la Iglesia no sea "un coto cerrado" sino "una gran familia abierta a todos" y aseguró que una de sus preocupaciones es la falta de vocaciones, aunque cree que "si tenemos buenos sacerdotes, habrá más vocaciones para la vida religiosa".

Leonardo Lemos ha establecido 'el seminario y las vocaciones' como los objetivos pastorales de su pontificado, al tiempo que ha defendido que la Iglesia 'no es un coto cerrado avocado a particularismos estériles, ni una multinacional más o menos operativa', sino 'una gran familia abierta a todos'.

'Juntos somos responsables de esta Iglesia que peregrina en Ourense, en medio de las tribulaciones del mundo y de los consuelos de Dios. Soy consciente de que en la medida en que esta unión sea más efectiva y afectiva, nuestros trabajos pastorales serán más fecundos', ha remarcado Lemos en su discurso en el que ha agradecido la confianza puesta en él para el cargo.

Asimismo, ha hecho hincapié en que el Seminario de Ourense, 'a pesar de los momentos críticos' en momentos del pasado, 'se mantuvo fiel a sí mismo gracias al tesón de sus pastores'.

Monseñor Lemos pidió a los ourensanos que le ayuden a ser un buen obispo: «Ayudadme a ser padre, amigo, maestro», les dijo.

A los sacerdotes les explicó que quiere sentirlos cercanos: «Necesito sentiros cerca», les abrió las puertas de su casa y señaló, refiriéndose a los curas ancianos y enfermos: «Ahora sois más fecundos que cuando podíais realizar vuestra labor pastoral». El nuevo obispo de Ourense resaltó el papel de la familia y recordó que la Iglesia no es una multinacional sino, indicó, «una gran familia abierta a todos».

José Leonardo Lemos Montanet nació el 31 de mayo de 1953 en Barallobre (A Coruña). Estudió en los seminarios Menor y Mayor de Santiago de Compostela y fue ordenado sacerdote en 1979.

Es licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia Gregoriana, de Roma, donde también ha realizado estudios de Archivero y Bibliotecario. Es doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma.

Ha prestado servicios en el seminario menor de Belvís y en el Mayor de Santiago, ha sido profesor del Instituto Teológico Compostelano, director de la Biblioteca de Estudios Teológicos del Instituto Teológico Compostelano, director del Instituto Compostelano Superior de Ciencias Religiosas y colaborador pastoral en la parroquia de San Fernando, antes de ser investido este pasado mes de diciembre nuevo obispo de Ourense. (RD/Agencias)

Homilía de monseñor Lemos

Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Santiago de Compostela, Excmo. y Rvdmo. Sr. Nuncio Apostólico del Santo Padre en España, Excmos. y Rvdmos. Sres. Arzobispos y Obispos que habéis querido estar presentes en esta celebración, la Iglesia en Ourense os da las gracias.

Excelentísimo Sr. Presidente da Xunta de Galicia, Excmas. e Ilustrísimas Autoridades Autonómicas, Provinciais e Locais. Ás que lles expreso o meu máis sincero agradecemento en nome do Sr. Bispo Administrador Apostólico desta Diocese, no do Cabido desta Catedral-Basílica de San Martíño, no das autoridades eclesiásticas de Ourense, e no meu propio, pola entusiasta colaboración e cooperación que prestastes para que estes actos se puidesen celebrar con tanta solemnidade. Que o Señor volo pague!

Saúdo ao Sr. Presidente e demais membros da Academia Auriense-Mindoniense de San Rosendo.

De xeito especial saudo aos Sres. Alcaldes de Fene - o meu concello de nacemento -; de Ares, fermosa Vila na que viven os meus pais e na que me sentín sempre acollido como un veciño máis. E ao Sr. Alcalde de Santiago de Compostela, cidade na que vivín e traballei durante estes últimos 32 anos da miña vida.


Aos sacerdotes e seminaristas.

Aos relixiosos, monxes, membros de Institutos de vida consagrada, Sociedades de vida apostólica; ás asociacións de fieis, os movementos e os demáis grupos apostólicos.

Hermanas y hermanos míos en el Señor ¡queridos amigos todos!

Son muchos los sentimientos que en este momento se agolpan en mi corazón, pero por respeto a todos vosotros que habéis asistido a esta solemne liturgia de mi ordenación episcopal y del inicio del ministerio pastoral en esta Iglesia, no quisiera alargarme mucho.

Cuando esta mañana, pisaba por primera vez las tierras de esta Diócesis, al llegar a la parroquia de Nosa Señora do Desterro, na Corna, de forma casi instintiva me arrodillé y besé esa tierra de Ourense, mientras decía con toda mi alma: Serviam!; es decir, te serviré Señor, y quiero hacerlo sirviendo a este Pueblo que por Providencia me has encomendado. Y quiero servirle como la Iglesia me pide que lo haga. Pero bien consciente soy de mis debilidades y pobrezas, por eso quisiera presentarme ante vosotros como un pobrecillo de Jesucristo que extiende su mano suplicándoos vuestra ayuda, vuestras oraciones y sacrificios. ¡Qué agradecido os estoy a vosotros sacerdotes, religiosos y religiosas, miembros de institutos de vida religiosa y consagrados, niños y ancianos! A todos os digo ¡gracias¡ y os suplico que me no me dejéis de ayudar a través de esa expresión tan hermosa y fecunda de la Comunión de los Santos. Seguiremos caminando en esa serena espera que os habéis trazado, porque así es la vida del cristiano sobre la tierra ¡una espera! a la que se nos invita siempre que celebramos y vivimos la Eucaristía: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección ¡ven Señor Jesús!

A lo largo de este último mes y medio, reflexionando sobre lo que la Santa Iglesia afirma del ministerio episcopal. Teóricamente sé lo es y debe ser un obispo, he procurado leer y estudiar aquello que la Iglesia dice sobre este ministerio, pero no basta, ¡ahora os toca a vosotros! Yo he dicho sí a la llamada que me ha hecho el Santo Padre Benedicto XVI; los obispos aquí reunidos, por la imposición de sus manos y la oración de la Iglesia me incorporaron al Colegio Apostólico. El obispo por el que habéis rezado estos dos años, tiene ahora un rostro y un nombre, ayudadle a ser padre, hermano, amigo, servidor, maestro, guardián solícito, sacramentum bonitatis, imágenes todas ellas que aparecen en la sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia para referirse al ministerio episcopal.

De manera especial me dirijo a vosotros, mis queridos hermanos y amigos sacerdotes de este presbiterio, vosotros sois los principales colaboradores del Obispo. Necesito sentiros cerca ya que estamos unidos por unos vínculos sacramentales; juntos somos responsables de esta Iglesia que peregrina en Ourense, en medio de las tribulaciones del mundo y de los consuelos de Dios. Soy consciente de que en la medida en que esta unión sea más efectiva y afectiva, nuestros trabajos pastorales serán más fecundos. Es mi intención estaros cercano y deseo que mi casa esté siempre abierta para vosotros que lleváis el peso de los trabajos del ministerio pastoral por todos los lugares esta bendita tierra ourensana. Ayudadme a dar lo mejor de mí mismo y así pueda entregarme con generosidad. A los sacerdotes ancianos y enfermos os digo que el ejercicio de vuestro ministerio es hoy más fecundo que cuando estabais ocupados en las muchas tareas de la pastoral. Vuestra oración y vuestros dolores, las debilidades propias de la edad, son esa savia fecunda que revitaliza todas las actividades eclesiales. De manera especial os pido que recéis mucho por las vocaciones ¡empeñaos en sacar jóvenes para nuestro Seminario!

El Seminario y las vocaciones. Ese será uno de los objetivos pastorales de mi pontificado. La vida diocesana, en su complejidad y riqueza, es ese ámbito en donde pueden y deben existir con auténtica libertad de espíritu todo aquello que vive en la Santa Iglesia Católica extendida por el mundo entero, y vosotros, mis hermanos sacerdotes, sois ese rostro de la Iglesia y de vuestro Obispo que debe acoger, acompañar, dirigir, y en ocasiones corregir, toda esa pluriformidad que existe dentro del seno de este misterio de comunión y fe que es la Iglesia. Ella no es un coto cerrado avocado a particularismos estériles, ni una multinacional más o menos operativa; es una gran Familia abierta a todos, reunida en torno a ese Buen Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, visibilizado por la persona de su Vicario, el sucesor de Pedro, que junto con los sucesores de los Apóstolos, los Obispos, hacen presente esa realidad viva en medio de este mundo que busca algo más en cada uno de nosotros. Ese debe ser el motivo fundamental que nos estimule cotidianamente a identificarnos con el Señor, porque nuestros hermanos buscan en nosotros el rostro de Jesús y sabéis bien que para realizar ese ambicioso proyecto, a pesar de nuestras miserias y fragilidades, la Iglesia pone a nuestro alcance los medios ordinarios para perseverar en una vida santa: la oración y la frecuencia del Sacramento de la Alegría, como llamaba Pablo VI al sacramento de la Penitencia.

Si tenemos buenos sacerdotes, habrá vocaciones para la vida religiosa, misionera y monástica; para todo género de vida consagrada. También tendremos jóvenes, ellas y ellos, que lucharán por vivir la vocación santa del matrimonio. Surgirán en nuestras parroquias, asociaciones y grupos apostólicas, hombres y mujeres que descubran en el rostro de tantos necesitados como hay en nuestra sociedad, el verdadero rostro sufriente de Jesucristo. Este es el sentido del porqué concedo esa prioridad a la pastoral vocacional. El Seminario de Ourense, a pesar de los momentos críticos que sacudieron estas instituciones en momentos del pasado, se mantuvo fiel a sí mismo gracias al tesón de sus pastores. Al hablar del Seminario me vais a permitir que tenga un recuerdo para los Seminarios Mayor y Menor de Santiago de Compostela, allí he pasado muchos años de mi vida sacerdotal. El báculo pastoral que la Iglesia ha puesto hoy en mis manos es un regalo de ambos Seminarios. Gracias, muchísimas gracias.

En mi corazón, muy unidos a los Seminarios están el Instituto Teológico Compostelano y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas que tuve la suerte de dirigir en estos últimos seis años. Ha sido una experiencia hermosa y llena de esperanza. Hoy la Iglesia necesita cuidar con especial atención estos centros académicos, de rango universitario, para poder formar a los seglares. En la medida en que podamos ofrecer una formación de calidad obtendremos mejores resultados apostólicos.

Entre los muchos sacerdotes que estáis aquí presentes veo rostros muy cercanos, de distintas diócesis, miembros de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, os pido que me sigáis acompañando con vuestra fraternidad y con vuestra oración, os ruego que sigáis siendo fieles a vuestra vocación, muy unidos a todos los sacerdotes y luchando en ese proyecto de santidad, así vuestros obispos podrán apoyarse en vuestra fidelidad sacerdotal.

Entre vosotros veo a mis padres, hermanas y hermanos, a mis sobrinos, a parte de mi familia - algunos no han podido venir porque se encuentran gravemente enfermos - ¡qué importante es la familia, hermanos míos! Sin ella no serían posibles momentos como este. Ayudadme a ser un valiente defensor de la familia, de esa realidad construida sobre el amor fiel de un hombre y una mujer, abierta a la vida.

Quixera recordarvos que dentro de oito meses, o vindeiro once de outubro, iniciaráse o Ano da Fe con ocasión do cincuenta aniversario do Concilio Ecuménico Vaticano II. Este será outro dos proxectos que nos ocupará a partir da Pascua: preparar en sintonía con Pedro, o Ano da Fe. Este próximo obxectivo ten que axudarnos a reactivar a fe do noso pobo. Non se pode amar o que se descoñece e hoxe en día a ignorancia sobre as cuestións máis elementais da fe cristiá é preocupante. Ás veces, algún dos nosos contemporáneos ten que loitar contra certos espellismos, normalmente construídos pola ignorancia, a inercia dunha pseudocultura, o relativismo ambiental. Nos últimos decenios construíronse unha serie de caricaturas do cristián, e en especial da Igrexa, alimentáronas ideoloxías que ofrecen ao ser humano aventuras sen retorno. É necesario intensificar a formación cristiá do noso pobo, de modo que exista certa coherencia entre o que se pensa e se vive.

A vós nenos e mozos, quixera dicirvos que non teñades medo a abrir as vosas vidas a Xesucristo, Él é o gran amigo que está sempre ao voso lado e que nunca vos traizoará. Esixe con amor, pero xamais vos privará de todo aquilo que sexa auténticamente humán e bó. Quen se fía de Él atopa o auténtico Camiño que o leva a vivir unha existencia en plenitude, unha existencia feliz. Pido para todos "o mellor", sei que a situación da nosa sociedade é complexa, as perspectivas de futuro parece que se presentan cheas de temores e pesimismo, non obstante, coa confianza posta en Deus pídovos que non perdades a esperanza. Xuntos podemos construír un mundo mellor se nos deixamos gañar o corazón polo Señor. De todos espero que non descoidemos a atención ás institucións de caridade e beneficencia dirixidas pola Diocese; na medida que sexamos xenerosos e saibamos compartir, gañaremos máis en humanidade e en graza.


Invítovos a que volvamos a mirada do noso corazón a Santa María, que ela sexa esa estrela da nova evanxelización á que nos está a convocar a Súa Santidade Bieito dezaséis e á que, dende este momento, vos invito a todos os homes e mulleres desta nobre terra de Ourense.

Que San Martín e Santa María Nai nos axuden a todos. Que Deus vos bendiga! E moitas, moitas grazas por todo o voso cariño e polas vosas oracións!

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