Las reparaciones de los espacios religiosos se han convertido en símbolo de la resistencia colectiva del municipio San Ramón Nonato y la Inmaculada Concepción: la reconstrucción de la fe en Paiporta un año después de la DANA
Casi un año después de la DANA del 29 de octubre de 2024, Paiporta sigue mostrando en su paisaje las huellas de aquella noche en que el agua convirtió las calles en canales
En este escenario, las parroquias de San Ramón Nonato y la Inmaculada Concepción se alzan como símbolos de aquella recuperación
Las parroquias, ahora restauradas, no son solo espacios de culto: son archivos vivos de un tiempo compartido, laboratorios de resistencia cotidiana
Las parroquias, ahora restauradas, no son solo espacios de culto: son archivos vivos de un tiempo compartido, laboratorios de resistencia cotidiana
| Xavier Pete
(Agencia Flama).- Casi un año después de la DANA del 29 de octubre de 2024, Paiporta sigue mostrando en su paisaje las huellas de aquella noche en que el agua convirtió las calles en canales. En los márgenes de los edificios, en los portales y en las aceras, la arena fina se acumula como si un viento marino la trajera cada día desde una playa invisible. En muchas paredes, corazones y mensajes escritos con dedos embarrados mantienen viva una memoria que no se borra: la de una comunidad que resistió entre la destrucción y la esperanza.
En este escenario, las parroquias de San Ramón Nonato y la Inmaculada Concepción se alzan como símbolos de aquella recuperación. Los templos no solo sufrieron la violencia del agua, sino que quedaron convertidos en contenedores de barro, muebles rotos y silencio. Pocos días antes del primer aniversario de aquel episodio, las dos iglesias vuelven a acoger misa mientras la luz de la tarde entra tímidamente por los ventanales. La liturgia y la reconstrucción se mezclan con naturalidad, como si la fe y la madera nueva compartieran el mismo pulso.
San Ramón Nonato: el agua, la herida y el regreso
En San Ramón Nonato, el olor a pintura aún domina el espacio. En un lateral de la nave, cajas de muebles esperan ser montadas. La entrada conserva un azulejo como testigo del desastre: marca el punto exacto hasta donde llegó el agua. Encima, un versículo de Isaías —“Buscad al Señor mientras se deja encontrar”— resume la herida y la persistencia. El actual párroco, César García, oficia la misa con serenidad ante una feligresía que conoce de memoria el sonido del agua entrando por el cancel. El antiguo párroco, Salvador Romero, vivió en primera persona aquellos días de emergencia, cuando la parroquia se convirtió en refugio y almacén de ayuda improvisada.
La Inmaculada Concepción: la pequeña parroquia que renació
Más abajo, entre bloques de pisos, la Inmaculada Concepción mantiene el carácter humilde de una parroquia de barrio. Es la más pequeña de Paiporta, ubicada en un bajo que la DANA dejó totalmente devastado. Durante semanas, voluntarios llegados de otros pueblos ayudaron a sacar barro y a salvar lo que se podía. Hoy, el templo vuelve a lucir un aspecto digno, aunque las obras continúan.
El espacio desprende un intenso olor a pintura nueva. Los feligreses han ayudado a colocar los bancos y a escoger la mejor orientación para la pequeña nave. En una de las paredes, el Cristo crucificado cuelga sobre una superficie de ladrillo visto. Al sanearla, se descubrió la textura limpia del material y se decidió dejarla desnuda, como muestra de honestidad arquitectónica y espiritual. Detrás de la puerta del despacho parroquial, una línea marrón a la altura de los ojos recuerda hasta dónde llegó el agua: una herida conservada como prueba de memoria.
Afuera, la tarde cae sobre Paiporta y el pueblo respira lentamente. El murmullo de las misas se escapa por las puertas entreabiertas y se confunde con el sonido de los pasos sobre la arena que aún cubre las calles. El barro, ahora ya seco, se ha convertido en parte del paisaje. Los mensajes en los muros —corazones, frases de apoyo, nombres escritos con manos sucias— siguen hablando por quienes perdieron mucho, pero también por quienes decidieron reconstruir. Las dos parroquias, como el pueblo entero, se mantienen en pie, con las cicatrices visibles, pero con la luz renovada de un lugar que ha aprendido a convivir con el recuerdo.
La experiencia de la DANA ha redefinido la identidad colectiva de Paiporta. En cada calle donde aún queda barro, en cada fachada repintada, se percibe una voluntad de permanencia que trasciende la tragedia. Las parroquias, ahora restauradas, no son solo espacios de culto: son archivos vivos de un tiempo compartido, laboratorios de resistencia cotidiana. Los feligreses que reparan bancos o pintan paredes lo hacen como quien reza. Y en ese gesto, sencillo y tenaz, el pueblo sigue encontrando la manera de volver a empezar.
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