El rector de Comillas pasa el testigo, tras nuevo años, a Julio Martínez José Ramón Busto: "Una existencia en la que se olvide a Dios es una existencia mutilada"

(Jesús Bastante).- El próximo 23 de abril, José Ramón Busto pondrá punto final a nueve años como rector de la Universidad Pontificia Comillas. Le sucederá en el cargo Julio Martínez, actual vicerrector de la misma. Es difícil hacer balance de tantos años cuando todavía no ha abandonado el cargo, pero aún así Busto advierte la aplicación del plan Bolonia, el crecimiento de la Universidad y el mantenimiento de la identidad de una Universidad jesuita como algunos de los grandes objetivos alcanzados. "Somos una universidad peculiar, que tiene una forma de ser, una forma de hacer y una forma de formar", afirma.

-Lleva 9 años en el cargo. ¿Hasta cuándo?
-Hasta el 23 de abril. Ya estoy acabando.

-Ese día tomará posesión de su cargo Julio Martínez, que ha sido vicerrector con usted.
-Sí, Julio es profesor de la Facultad de Teología en temas de moral social, política y económica. También de Filosofía Política. Fue alumno mío, yo le nombré director del Instituto de Estudios sobre Migraciones, y ha estado en mi equipo como vicerrector durante los 3 últimos años.

-¿Cómo recuerda el momento, 9 años atrás, en que se enteró de que iba a ser rector de la universidad de Comillas?
-Yo llevaba exactamente 24 años como profesor, había sido decano de la Facultad de Teología durante 11, y la Compañía de Jesús me pidió que asumiera el cargo de rector. Eso hicimos. Yo ya llevaba 11 años en la Junta de Gobierno, y alguien tiene que ser rector. Fue un servicio que se me pidió

-¿Es difícil vadear ese tipo de oleajes en Educación cada vez que cambia el Gobierno?
-Sí. Todos los departamentos han tenido que hacer nuevos planes, renovar las titulaciones de grado, los masters universitarios oficiales... Esto ha sido un elemento importante. Durante este tiempo hemos crecido en investigación. La Universidad ha ingresado por investigación 7 millones 700 mil euros. Teniendo en cuenta nuestro volumen, y que, salvo en ingeniería, no tenemos laboratorios carísimos, y nuestra vocación está más volcada en temas sociales... Creo que la cifra es muy significativa. 4 millones los hemos conseguido de empresas privadas, eso es importante.
Durante este tiempo también hemos trabajado por la internacionalización de la Universidad, intensificándola. Tenemos convenios con 343 universidades de todo el mundo. Nuestros alumnos cada vez lo demandan más. Hay tendencias contrarias: por un lado está la política, para mí excesiva, de tener la universidad en la puerta de casa. Ahora mismo en España hay 256 campus universitarios, probablemente un número excesivo. Pasa lo mismo que ha pasado con las sucursales bancarias: todo el mundo quería una a la puerta de su casa. Pero los alumnos que vienen a nuestra universidad tienen más bien la tendencia contraria: a salir de su país. De hecho, en términos relativos, en intercambio de alumnos nosotros somos la primera o la segunda de España. Estamos a la cabeza en internacionalización.
Otro tema importante es que hemos hecho un nuevo edificio en Cantoblanco, para ampliar nuestras posibilidades. Se han hecho muchísimas inversiones en temas informáticos, en pizarras digitales, en temas de ingeniería... Y hemos tratado de cuidar los temas identitarios. Es decir, nosotros somos una universidad católica, de la Compañía de Jesús, que tiene una excelente tradición pedagógica. La Compañía, a los pocos años de nacer, creó la primera universidad, en Gandía, que la financió el que entonces era duque y luego sería jesuita: Francisco Rojas. Empezó como colegio, aunque en aquellos años la distinción entre enseñanza primaria y secundaria no era como la de nuestros días. El edificio de la universidad de Gandía todavía existe. La segunda fue lo que empezó como colegio romano y hoy se llama Universidad Gregoriana, por el Papa Gregorio XIII.

-¿Son más importantes hoy las identidades y los valores que lo demás?
-Yo creo que sí, porque garantizan nuestra identidad y garantizan también nuestra existencia. No estamos hablando de una universidad más. Somos una universidad peculiar, que tiene una forma de ser, una forma de hacer y una forma de formar. Esto para nosotros es enormemente importante, y creo que también para los alumnos y para las familias.
Veníamos de una tradición de hacer las cosas bien, y creo que a lo largo de los años hemos ido mejorando. Vivimos un mundo universitario español muy competitivo. Se han creado muchas universidades, tanto públicas como privadas, y también han aumentado los campus. Hay que tener en cuenta que el alumno español que va a la universidad pública paga el 14 o el 15% de lo que cuesta la universidad. Lo que quiere decir que el 80 u 85% lo pagamos todos los españoles. Todos los alumnos de la universidad pública son becarios, independientemente de que estudien o no, o de que tengan familias con alto poder adquisitivo. Y sin embargo, en las universidades privadas hay que pagar lo que cuesta. Nosotros tenemos un plan de becas, porque no queremos que nadie que quiera estudiar en nuestra universidad deje de hacerlo sólo por razones económicas. Pero también hay que ser conscientes de que todas las becas que demos a algunos de nuestros alumnos se las tenemos que cobrar a los demás. Porque al final, aunque nuestra universidad es sin ánimo de lucro, tenemos que mantener las cuentas y los resultados, evidentemente.

-¿Cómo definiría a los alumnos que forman parte de la familia de Comillas?
-Son alumnos con capacidades personales altas, porque nosotros hacemos selección de nuestros alumnos. Vienen de colegios donde han tenido una buena formación en enseñanza secundaria, y están ya habituados al trabajo. Lo que esperamos es que, al pasar por nuestra Universidad, nuestros alumnos mejoren sus competencias profesionales, su formación humana. Que hayan crecido en conciencia social, que hayan recibido una formación en continuidad con la que han recibido en su familia, abierta a la fe cristiana. Nosotros no imponemos nada, ni tratamos de mentalizar a los alumnos. Pero sí proponemos y creemos que el último sentido de la existencia humana está en Dios, y por tanto, organizar una vida y vivir una existencia en la que se olvide a Dios, y que él es nuestro último destino, es mutilar la existencia humana. Otra característica de nuestros alumnos es que acaban con mucho cariño a la Universidad.

-¿Vuestro número de antiguos alumnos que continúan participando en los actos de la Universidad, es bastante elevado en comparación al de otras universidades?
-Sí, es así. A lo largo de estos hemos celebrado distintos aniversarios, de las diferentes partes que tiene la Universidad. En 2004 celebramos el centenario del rango universitario de Comillas, que fue otorgado por el Papa Pío X. luego fue ICAI, el año pasado ICADE, este año estamos celebrando los 50 años de la Escuela de Enfermería... en todas estas efemérides hemos convocado a nuestros antiguos alumnos, y la verdad es que hemos tenido una respuesta excelente por parte de ellos. Han asistido a los actos y, en la medida de lo posible, han colaborado. A veces nos ayudan con patrocinios, o sencillamente con su apoyo y su reconocimiento personal. No es infrecuente que nuestros alumnos sean hijos, o a veces nietos, de nuestros antiguos alumnos, a quienes siempre agradecemos su generosidad.

-¿Hay algo que sienta que la ha quedado por hacer, o que no ha podido llevarse a cabo del todo, durante su rectorado?
-Bueno, en este momento no tengo esa conciencia. Lo que creo es que la Universidad tiene que seguir mejorando, habrá cosas que tendrán que revisarse... Pero creo que no hay agujeros negros. Quizás lo más importante es lo que decía antes de que el mundo universitario es muy competitivo. Las cosas no están fáciles. Hay una disminución de la "natalidad universitaria", y en ese sentido, habrá que avanzar más. A veces hemos sido como Penélope la de Ulises, haciendo y deshaciendo el mismo tapiz, y eso quita energías a los profesores, porque deberíamos dedicarle más horas al estudio y a la investigación, y menos a la burocracia.-Yo he hecho un servicio, que ha sido gobernar la Universidad junto a mi equipo. Un rector sólo es la cabeza visible.
-¿La colegialidad de la que tanto se habla en la Iglesia, se aplica también a la universidad?
-Eso es. Dicen que el mejor gobernante es el que mejor se sabe rodear, y yo creo que me he sabido rodear de personas muy competentes y muy capaces, que han puesto el bien general de la Universidad por encima de legítimas ambiciones o deseos personales. Gobernar una institución implica preocuparte por la obra común, haciendo pasar el conjunto por encima y por delante de legítimas aspiraciones personales. Ahora volveré a la docencia.

-¿La echaba de menos?
-Sí, porque, al fin y al cabo, mi vocación es ser docente, no ser rector. Yo opté por la investigación universitaria, y ahora volveré a ello. No sé si habré perdido facultades. Probablemente sí.

-¿Ha tenido algún momento de conversación con Julio, de "aquí te dejo los aperos"?
-Sí, claro. Aquí no hay un partido político nuevo que sucede al partido político anterior. Tanto él como yo hemos sido nombrados por el Gran Canciller de la Universidad, que es el director general de la Compañía de Jesús, y por tanto, las cosas se mantienen en continuidad. La vida cambia, habrá que dar respuestas a nuevas demandas, habrá sensibilidades personales... También él tendrá que hacer su equipo de gobierno. Y los cambios, en general, nos mejoran. Con los cambios vienen ideas y savia nueva, y yo creo que eso es positivo para las instituciones. Hay que saber integrar la tradición y la innovación, y ser capaces de afrontar los nuevos desafíos. A este respecto, creo que la Universidad queda en muy buenas manos.

-La representación institucional que ha tenido durante tantos años le ha permitido conocer mejor o más de cerca a determinados personajes de la Iglesia, que probablemente le hayan servido para configurar una visión de cómo está hoy la Iglesia. ¿Cómo la ve, en España y en el mundo?
-Bueno, la Iglesia es muy plural: "En la casa de mi padre hay muchas moradas". Muchas sensibilidades. Yo creo que hay un Pueblo de Dios, que es creyente y tiene su experiencia religiosa y su experiencia espiritual. Probablemente eso es lo más importante de la Iglesia, y creo que en nuestra sociedad hay una gran mayoría de gente que vive razonablemente su fe. Es verdad que la práctica religiosa ha decaído desde hace ya unos años, es verdad que hay una secularización que nos invade, pero que no logra llegar hasta las entretelas del corazón humano. En el fondo del corazón, a mí me da la impresión de que el hombre sigue teniendo ansia de encuentro con Dios. Decía San Agustín al principio de su libro "Confesiones": "Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en Ti". Yo creo que es verdad, que ahí está esa dimensión del ser humano.
Luego, como siempre pasa, están los aspectos mediáticos, que son un poco el epifenómeno de la realidad profunda de la Iglesia. no digo que esto no sea real, pero es más efímero ye menso importante. Hay que mirar las cosas con amplitud histórica. La Iglesia tuvo una renovación importante con el Concilio Vaticano II, del que ahora se van a celebrar los 50 años. El Concilio cambió muchas cosas en la Iglesia, y en mi opinión, las cambió para bien. Es verdad que en los años del post-concilio hubo desorientaciones y abusos, pero no todo fue así. Juan Pablo II, qué duda cabe, quiso volver a poner las cosas en un cierto orden. Pero la Iglesia sigue adelante, y lo fundamental es que es el cuerpo de Cristo, que su libro es el Evangelio, y que es precisamente a Cristo a quien sigue. Eso sigue siendo verdad: La seguimos (como dice San Pablo), "llevando un tesoro en vasijas de barro". Pero esto debe ser parte de nuestro orgullo, como dice también San Pablo en la 2ª Carta a los Corintios: "Cuando soy más débil es cuando soy más fuerte". Y lo que le da fuerza a la Iglesia es la fe en Cristo, el Espíritu del Señor que habita en ella. Al mismo tiempo están nuestras vasijas de barro: nuestro egoísmo, nuestro pecado y nuestra "cutrez". Porque hay muchas cosas en la Iglesia que no podemos decir que sean pecado, pero que son un poco cutres. Pero todo esto es parte del barro en el que llevamos el tesoro.


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