Mirad cómo se aman

Los jerarcas no entendían nada del amor, pero el Amor estaba. Entre Higinio y Dolores, y entre ellos dos con el Creador, que bendijo y se alegró, porque dos de sus hijos se amaran tanto como para romper con lo convencional y arriesgarse a una vida incierta, sin ayudas, repleta de obstáculos por parte de quienes hasta hacía pocas meses decían ser su familia en la fe. No hubo "piedad" para los "traidores".
Y, sin embargo, hubo amor. Mucho amor. El que todo lo puede, el que supera cualquier dificultad, por mayor que sea. No fue fácil: durante años, Higinio (con dos carreras, en Teología y Filosofía), tuvo que vender seguros, ir de casa en casa, pasar días enteros en Barajas para convencer a las familias de los que tuvieron que emigrar durante el Franquismo que podían contratar los servicios de una empresa que no fuera la Funeraria Española, que por aquellos años tenía la exclusividad de los muertos en nuestro país.
Así tuvieron dos hijos, que hoy tienen 41 y 40 años, José Higinio y Marimar, que se convirtieron en dos personas maravillosas, coherentes y que luchan cada día -junto a Ana y José Miguel, sus compañeros de vida- por hacer un mundo nuevo y por enseñar a sus hijos los mismos valores que aprendieron de sus padres. Un poco después llegué yo. Sí: Higinio y Dolores son mis padres.
Ellos jamás se rindieron, y nunca abandonaron la fe, ni la práctica religiosa, ni la responsabilidad en sus comunidades. Ni la alegría. Lo hicieron bien: lo siguen haciendo bien. Hoy, él con 78 años y ella con 75, continúan trabajando en Cáritas y luchando en su parroquia, haciendo realidad el Evangelio de Jesús el Resucitado. Creyendo y confiando en el mismo Dios que un día les animó a seguir su vocación, que más tarde les reunió y que después bendijo con su Amor a ellos y a la vida que trajeron de su mano. Jamás cedieron al rencor: nunca salió de su boca una palabra de amargura o de dolor ante la incomprensión de algunos. La suya siempre fue, y aún es, una historia de vida y de alegría. Que hizo realidad las palabras y el deseo de Cristo para sus seguidores: que dijeran de ellos "Mirad cómo se aman".
Cuatro décadas, tres hijos y ya cuatro nietos después (Carmen y Jaime, Candela y Mei, que está viniendo de China en estos días), la cosa ha merecido muy mucho la pena. Gracias por vuestro ejemplo de amor y de compromiso. Por no rendiros ante las dificultades. Por construir un amor difícil, y precisamente por ello mucho más verdadero. Ojalá mi vida sea la mitad de feliz, la mitad de comprometida, la mitad de auténtica que la vuestra, papás...
Jesús Bastante