A los que, como Santo Tomás, tienen que meter la mano en el costado

¿Que no se vio a Cañizares? Cierto. ¿Que tampoco se vio a Rouco en los actos políticos? Aún más. ¿Que la propia Conferencia Episcopal afirmaba que el cardenal Cañizares iba a acompañar en su viaje a Bertone? Está escrito. ¿Qué ha permanecido en un discretísimo segundo plano? No se puede negar. Pero es que su trabajo ya estaba hecho, señores.
Porque lo auténticamente relevante estaba en el mismo hecho de la visita, y en lo que Bertone ha confirmado en la rueda de prensa: que venía a cumplir una misión, y que los aspectos concretos de las relaciones con España "los hemos discutido ayer, no hoy". En román paladino: que lo que tenía que decir respecto a las políticas en España, se lo dijo al Gobierno. Y se lo dijo él, por encargo del Papa, no otros. El mero hecho de que Bertone venga a discutir, y a negociar -como él mismo ha confirmado en la rueda de prensa- sobre aspectos relacionado con la familia, la educación y el aborto, no deja precisamente en buen lugar a los que, en una situación de normalidad en las relaciones Iglesia-Gobierno (que NO SE DA en España), debían afrontar esas cuestiones.
Y el absoluto silencio informativo de la CEE acerca del aspecto político de la visita, en contraposición con la magnífica cobertura del acto eclesial, confirma que una cosa era la conferencia de Bertone, y otra, muy distinta, la agenda que el secretario de Estado trajo de Roma. Confeccionada por Francisco Vázquez, por parte del Gobierno, y por Cañizares, por parte de Roma. Y quien no lo crea, pues sencillamente se equivoca: los hechos están ahí. Bertone vino a negociar con el Gobierno. Y lo hizo. Y esa función, normalmente, corresponde a otros. Verde y con asas, señores. Excepto para los que tengan que meter la mano en el costado. Como Santo Tomás.
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