Soledad

Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que gustaba de la soledad, que la necesitaba para apartarme del mundo y de sus problemas. Posteriormente, los minutos de soledad se convirtieron en profundos lagos de angustia que había que llenar de cualquier modo. Finalmente, y es el momento en el que me hallo, he descubierto (no sé si con alegría o con una cierta sensación de vejez -sabiduría-) que, pese a las duras circunstancias de nuestro existir, nunca estamos del todo solos. Siempre hay alguien que nos acompaña, desde la familia o los amigos a la "bondad de los desconocidos" (una mirada cómplice en el Metro, un baile en una fiesta...). Y, para los que hemos sido agraciados con el don de la fe, Dios siempre está presente. Son días extraños, las razones no vienen al caso, pero sí el relato de Dios y las huellas en la arena. Supongo que lo recuerdan:

"Una noche soñé que caminaba a lo largo de una playa acompañado por Dios.

Durante la caminata muchas escenas de mi vida fueron proyectándose en la pantalla del cielo.

Según iba pasando cada una de esas escenas, notaba que unas huellas se formaban en la arena.

A veces aparecían dos pares de huellas, otras solamente aparecía un par de ellas.

Esto me preocupó grandemente porque pude notar que durante las escenas que reflejaban etapas tristes en mi vida, cuando me hallaba sufriendo de angustias, penas o derrotas, solamente podía ver un par de huellas en la arena.

Entonces le dije a Dios: -“Señor, tú me prometiste que, si te seguía, tú caminarías siempre a mi lado. Sin embargo, he notado que durante los momentos más difíciles de mi vida sólo había un par de huellas en la arena: ¿Por qué cuando más te necesitaba no estuviste caminando a mi lado...?”

El Señor me respondió: -“Las veces que has visto sólo un par de huellas en la arena, hijo mío... ha sido cuando te he llevado en mis brazos
”.

baronrampante@hotmail.es
Volver arriba