Las gestiones de la
Iglesia cubana, capitaneada por el cardenal Ortega, el buen hacer de la
Santa Sede (a través de Mamberti y, sobre todo, de Bertone) y, especialmente, el empeño personal de
Benedicto XVI han hecho posible que
Cuba acceda a la liberación de 52 presos políticos y de conciencia del régimen de los Castro. O mucho nos equivocamos o este paso ya no tendrá marcha atrás en el necesario proceso de democratización de la isla. La magnífica labor de mediación desempeñada por el futuro embajador de España ante la Santa Sede,
Miguel Ángel Moratinos, vuelve a poner de manifiesto que España y Roma tienen mucho que decir, y que hacer, en el espacio internacional cuando unen sus fuerzas. Este ha sido un gran ejemplo de cómo la Santa Sede sabe entrar a dialogar con la sociedad, a mojarse las manos en el barro...
y a cambiar la realidad. Ojalá la Iglesia española tomara buena nota de ello, y apostara por un diálogo sincero, sin imposiciones ni falsos dogmatismos, con una sociedad que, más que nunca, sigue necesitando a Dios y a los valores que representa el Evangelio del Resucitado. Cuba ha sido un gran ejemplo. No lo tiremos a la basura.
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