Una oración por Josué


Josué tiene cuatro años, le falta el pelo, una oreja y tiene un enorme bulto en la cabeza del que tiene que ser operado a cada rato. Es un niño de cristal, a quien abandonaron en un orfanato en El Salvador y al que el padre Ángel quiere como si fuera su hijo. En realidad, y aunque por sus manos han pasado miles de niños durante el último medio siglo, Josué es "el hijo" del padre Ángel. Y de todo Mensajeros de la Paz. Hoy os pido una oración por el pequeño Josué, que está en la UCI del Hospital Niño Jesús.

Los hijos deberían sobrevivir a los padres, se suele decir, y el fundador de Mensajeros de la Paz siente la verdad de esta frase, en estos momentos, más que nunca. Ayer pasó toda la mañana pegado a la UCI del hospital. Haciendo de tripas corazón, Ángel se apartó durante un par de horas del lado de Josué para acudir a la "Casa de la Paz", ese magnífico proyecto para acoger a los niños de la guerra y a sus familiares que vengan a curarse a España, para que sientan que tienen un hogar y una familia. Lo que siempre ha hecho el padre Ángel: crear familias, dar amor a cambio de nada. Pues bien: ayer tocaba presentar la Casa de la Paz a una delegación de embajadores de los países en los que colabora Mensajeros de la Paz.

Durante el viaje de ida, y durante el de vuelta, Ángel no pudo más, y rompió a llorar en el coche. "Pues estoy mal, muy mal, ¿cómo quieres que esté?", me dijo, en un aparte, mientras sonreía a cada persona que se le acercaba para saludarle, darle un donativo o pedirle un favor. Porque Ángel es un "profesional" de la solidaridad, y sabe que el mundo es mucho más importante que él mismo. Pero Josué es su hijo. Y nadie debería ver morir a un niño.

Por eso les pido que recen: por Josué, y por todos los niños del mundo que padecen sufrimiento y agonías. Y que sigamos poniéndonos manos a la obra, porque este mundo se lo encontrarán nuestros hijos. Y no hay niños de primera ni de segunda. Y porque somos responsables de la Tierra que dejamos.

Ojalá volvamos a ver a Josué llamando "Anyel" a su padre adoptivo, jugueteando con los trabajadores de Mensajeros, haciéndose fotos con el Papa y con los políticos, jugando a la pelota los domingos en el Retiro, "meándose" encima de la corbata del padre Ángel. Ojalá. Ojalá los niños no tuvieran que sufrir. Ojalá no tuvieran que existir proyectos tan maravillosos como "La Casa de la Paz". Pero, mientras tanto, gracias a Dios que existen hombres como Ángel, casas como la de la paz, niños como Josué.

Para colaborar con el proyecto de la Casa de la Paz, visite la web de Mensajeros de la Paz o llame al 900 22 22 23.

baronrampante@hotmail.es
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