En primera línea de fuego, por Jesús Higueras


Lo publica ABC en sus páginas de Religión de hoy, junto a un muy buen reportaje de Laura Daniele acerca de los religiosos que desarrollan su misión en hospitales y centros de salud, y del derecho que asiste a todo creyente en esas circunstancias. La absurda polémica generada por la renovación del contrato entre el Arzobispado y la Comunidad de Madrid -y que ha llevado a la Fiscalía del Estado a investigar el convenio- a cuenta de la presencia de estos profesionales en los Comités de Ética no debe hacernos perder el norte. Y en este artículo Jesús Higueras nos orienta bastante bien. Otra cosa es que, como también aparece en otros acuerdos firmados con musulmanes, judíos y evangélicos, la asistencia religiosa en hospitales debería también contar con representantes de estas confesiones. Para que el derecho de todo creyente quedase plenamente cubierto.

Éste es el contenido del artículo:

En estos días se ha dicho y escrito mucho acerca del trabajo de los capellanes en los hospitales, tal vez olvidándonos de algo esencial: el hospital es el espacio del sufrimiento y Cristo sigue siendo el único capaz de dar un sentido redentor al mismo. No olvidemos que durante muchos siglos en Europa la Iglesia fue pionera en la atención gratuita y en la fundación de hospitales, siendo cientos las congregaciones religiosas dedicadas a los enfermos y cuyos miembros en numerosas ocasiones dieron la vida heroicamente por cuidar de los mismos.
Cualquier Estado que se precie de defender y amparar los derechos humanos no puede desatender esta realidad de la conciencia que, ante el misterio del sufrimiento y de la muerte, necesita una luz y un camino que le guíen por esa difícil senda. Todos hemos sido testigos en numerosas ocasiones de cómo una palabra dicha en el momento oportuno y, sobre todo, la gracia santificante de los sacramentos llenan de paz al creyente que está padeciendo una enfermedad, pues el mismo Señor Jesús nos mandó acompañar a los enfermos y quiso identificarse con ellos, asociándolos a su Pasión redentora por la salvación del mundo. Poder decir a un enfermo que su vida es preciosa a los ojos de Dios y que tal vez ese momento de dolor sea el más fecundo e importante de su vida es algo fundamental, máxime en una sociedad que se denomina del «bienestar y en la cual todo sufrimiento es sinónimo de maldición y de desgracia y que intenta ocultar esta realidad que siempre acompaña a los hombres.
En definitiva, sirvan estas líneas para agradecer el duro y silencioso trabajo de cientos de capellanes que trabajan en primera línea de fuego en un campo, precisamente, nada fácil y a la vez para reclamar un derecho que es de todos los ciudadanos cristianos.

baronrampante@hotmail.es
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