Una tarde en Nunciatura

Recepción en la Nunciatura Apostólica. Pocos, pero bien avenidos. Por primera vez en mucho tiempo (son ya nueve años seguidos), no asistió a la cita el ejército de aduladores. Se notaba que el Cardenal estaba fuera, y no había necesidad de "retratarse". Apenas dos obispos -el de Burgos y el de Lérida-, el presidente del Congreso, la presidenta del Constitucional y mucho personal diplomático. No faltó la "canalla" periodística (mucho más libre ayer, por cierto, sin "interferencias" de Serranos o Restanes que posteriormente hicieran el correspondiente informe a las autoridades). Cierto es que se echó de menos algo de "vida", de murmullos sobre la Cope (tampoco vino Coronel de Palma) o las clásicas vueltas alrededor del cardenal, arzobispo o ministro en cuestión, esperando que deje de hablar con su anterior interlocutor o finalice su bollito de crema para dejar caer tal o cual petición. A cambio (quien no se alegra es porque no quiere) tocamos a más canapés.

Poca "chicha" periodística, más allá que la de comprobar quién marca el territorio. Cuando está el Cardenal, no son menos de media docena los obispos que se trasladan para coincidir en el breve espacio de tiempo en que hace acto de presencia en el palacete de Pío XII 46. Ayer, apenas Piris y Gil Hellín. Se echó de menos la tradicional representación gubernamental. No estuvo el ministro Caamaño, ni el director general Contreras. Sí estuvo Bono, cariñoso con sus amigos y sabiéndose, ayer sí, como en casa.

Dio poco de sí, la verdad, la tarde en Nunciatura, más allá de la comprobación efectiva de que no se trata de la festividad del Papa o la de los santos Pedro y Pablo, sino más bien de un acto más a mayor gloria del Cardenal. En fin. Muy correcto el Nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro de Castro, que siempre tuvo una sonrisa para cualquiera que se acercara a saludar, y que me concedió una larga charla cuyo contenido, por supuesto, no puedo revelar.

¡Ah, por cierto! Me dicen que hubo un masón. Y también, doy fe, que Religión Digital estuvo en todas las tertulias. Para bien y para mal, aunque más para lo primero que para lo segundo. Y una cosa más: fueron muchos los que hicieron suya la indignación ante el silencio y las excusas de la Conferencia Episcopal ante la muerte de Vicente Ferrer. "Has dicho lo que muchos pensamos", contaban altas dignidades, de dentro y de fuera de Añastro. "Sí, pero no tenía que haberlo hecho yo", fue la lacónica respuesta.

baronrampante@hotmail.es
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