El vizconde demediado


Pudiera parecer que el autor de este blog tiene una cierta fijación por Italo Calvino, pero lo cierto es que el título de este post le viene que ni al pelo al actual portavoz del Episcopado, Juan Antonio Martínez Camino. Aunque, pensándolo mejor, también podríamos hablar de Jeckyl y Hyde, el hombre lobo o (no se me enfade) el propio Zapatero, por su gran habilidad para decir un día una cosa y al siguiente la contraria sin que aparentemente se le pueda cuestionar incoherencia alguna. O mentira.
Les cuento brevemete el argumento de la pequeña novela de Calvino. El vizconde Medardo de Terralba llega al frente para luchar contra los turcos. En un lance de la batalla, recibe un cañonazo que lo parte por la mitad. Tras llevarlo al hospital, consiguen que viva, pero sólo conserva su mitad derecha, es decir: un ojo, media boca, un brazo, una pierna y del resto del cuerpo, soló una parte. Cuando vuelve a Terralba, se ha convertido en un ser cruel que ejerce su poder tiránicamente y que tiene una fijación por dividirlo todo por la mitad. Tiempo después, hay quien lo verá haciendo el bien, provocando un misterio entre quienes lo conocen.
Lamentablemente, la "otra mitad" de Martínez Camino cada vez resulta más invisible a los ojos de la gente de bien (en la que, por supuesto, no podemos incluir a los periodistas, "perros de presa" dispuestos a hacer leña del árbol caído -o cuestionado, según se mire-). Y si hay que disfrazar la verdad en forma de desmentidos que después se anulan por sí mismos o por impacto de la realidad, pues no pasa nada. Y si hay que realizar llamadas o enviar cartas de protesta a sabiendas de que determinadas informaciones son ciertas al 90 por ciento, pues se hace, aunque exista un "pacto de caballeros" para no puentear al profesional.
Les cuento, porque al no cumplirse la promesa, me veo liberado de mi compromiso de guardar secreto: hace más de un año, cuando Isidro Catela, su jefe de prensa, tomó las riendas de la Oficina de Información, mantuvimos un encuentro, del que salimos con un doble compromiso: por mi parte, iba a abrir el canal informativo a la Conferencia Episcopal, no "puentearía" al jefe de prensa buscando otras fuentes (excepto cuando la línea oficial fuera de silencio) y trataríamos de "tender puentes" entre la Conferencia y el resto de compañeros de medios aconfesionales (otro día les contaré los avatares de esa guerra, en la que por cierto siempre me he sentido en mitad de las trincheras). Por su parte, habría una disposición total a hablar (bien en público, bien mediante el clásico "fuentes episcopales"), y, sobre todo, no se repetirían acciones como las sucedidas cuando era portavoz monseñor Asenjo, y que resumiremos en la existencia de cartas al director pidiendo mi cabeza. Desde esa fecha, siempre que ha habido un problema primero lo hemos hablado entre nosotros, y después se ha procurado buscar una solución. El pasado 3 de noviembre, a cuenta de una información publicada en ABC que apuntaba la existencia de reuniones secretas entre Gobierno y Episcopado a cuenta de la clase de Religión en las que se habían alcanzado "principios de acuerdo" (nada firmado, por supuesto), la Oficina de Información incumplió su promesa. Apenas una semana después, se demostró que gran parte de la información (nadie es infalible) era cierta. Y nadie ha desmentido al desmentidor. Ni ha habido llamadas pidiendo perdón, o cartas lamentando si la actuación del 3 de noviembre podía haber causado algún mal en lo personal o lo profesional a quien esto escribe. Una actitud, me lo permitirán, muy poco cristiana (todos tenemos que alimentarnos o cuidar de una familia, pagar piso... pero lo más triste es el desprecio de parte de quienes se suponen representan a Cristo, más para un creyente como el que esto escribe).
Lamentablemente, la "otra mitad" de Martínez Camino, si es que alguna vez la tuvo, sigue desaparecida. Y los entes demediados, al final, no pueden ser felices. Le falta una mitad, don Juan Antonio. Por el bien de todos, pero sobre todo por el suyo propio, haga el favor de buscarla. Y de encontrarla. Si no, puede que el cuestionamiento privado que tiene en el seno de la Conferencia acabe haciéndose público. Y hay posiciones (medias verdades, silencios, arrogancias) que no llevan a ningún lado. No continúe siendo demediado, por muy vizconde que parezca su cargo episcopal. Con todo el cariño del mundo, eso no es cristiano.
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