A vueltas con la mezquita en Manhattan

En primer lugar, porque no fue el Islam quien tiró abajo las Torres Gemelas, fueron unos locos que utilizaron el nombre de su dios en vano, y que también provocaron que otro loco -pues tampoco fue Occidente- convocara una nueva cruzada cuyas consecuencias todavía estamos pagando. En segundo término, porque la libertad religiosa debe ser inviolable para todos. Aquellos que piden libertad para sí mismos pero se la niegan al vecino no queda más remedio que tildarles de hipócritas y fariseos. En tercer lugar, porque si -como parece- la asociación que promueve el centro islámico está reconocida por su labor en pos de la conciliación del Islam y la democracia, y en contra de los extremismos, la mejor idea para la reconstrucción moral en Nueva York sería contar con ellos.
Vivimos en un mundo cada vez más pequeño, donde tenemos la obligación ineludible -y la grandiosa oportunidad- de conocer al otro, de unirnos a él y de trabajar codo con codo, respetando las diferencias que nos enriquecen, y siendo intolerantes con el delito y la intransigencia, para construir una sociedad más humana y solidaria, que impida que unos locos estampen unos aviones contra unos edificios... y que otros monten guerras en venganza, o se alegren porque otros, que no tienen nada que ver, mueran en unas inundaciones.
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