¿Bautizamos el capitalismo?
Autonomía de la realidad y
de la ciencia económica
Lo que primeramente se pide al saber científico-técnico de la economía no es la adecuación al orden moral, sino la consecución de los fines estrictamente económicos: la combinación óptima de los medios para lograr la "maximalización" posible de finalidades a partir de la escasez existente. Esta ley máxima de la economía escapa, en cuanto positiva, al control de la ética. Es una ley autónoma.
De aquí se sigue que no pertenece al orden moral la organización científico-técnico del mundo económico. Toda reflexión moral se encuentra limitada por la autonomía de la racionalidad científico-técnica: los juicios éticos no tienen funcionalidad dentro de las opciones científico-técnicas. Pero no siempre la moral, sobre todo la moral de signo religioso, ha respetado la neutralidad ética de la economía.
Al hacer el recorrido de la incidencia histórica del ethos cristiano sobre las realidades económicas se constata la tentación de los moralistas por salir de su terreno y avasallar los pricipios autónomos de la realidad económico. Afirmar la autonomía de la actividad y de la ciencia económica es afirmar la existencia de un campo específico para la racionalidad científica y ética.
La delimitación de campos no es labor excluyente, sino afirmante. Únicamente se pueden integrar con garnatía de éxito, partes que han sido previamente constituidas en autonomía. Reconocer autonomía es construir realidades con capacidad de integración en la totalidad de lo humano.
Por otra parte, la delimitación autonómica evita masificaciones que adulteran la comprensión de la realidad.También aquí sirve el principio metodológico de la interdisciplinariedad: integración de visiones autónomas en la totalidad del único campo de la realidad que es lo humano.
Necesidad y coherencia
de la instancia ética en la economía
Afirmar la autonomía de la racionaliodad científico-técnica de la economía no supone encerrar el mundo económico en los límites del horizonte creado por la ciencia económica. La actividad económica tiene tal riqueza de realidad que no se agota en la forma de comprensión cintífico-técnica; lo humano desborda toda limitación pretendida o impuesta por un determinado saber.
La ciencia económica sólo posee con coherencia su inalienable autonomía cuando se sabe abierta a la totalidad explicativa del fenómeno económico. La interdisciplinariedad, que es una ley del saber sobre lo humano, garantiza la autonomía de la ciencia económica y, al mismo tiempo le impide cerrarse sobre ella misma, pretendiendo totalizar la explicación de la actividad económica.
Entre los saberes con los que la ciencia económica tiene que "interdisciplinarse", destaca de un modo privilegiado la reflexión ética. La actividad económica y su consiguiente racionalidad científica están insertas dentro del horizonte de la eticidad.
Ver Marciano Vidal ¿Podemos bautizar
el capitalismo? Ed S. Pablo 1994