Constitución Gaudium et Spes

Pablo VI Obispo

Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual

Capítulo IV

Misión de la Iglesia en el Mundo
Contemporáneo


Relación mutua entre la Iglesia y el mundo

Ayuda que la Iglesia procura dar
a la sociedad humana


42. La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad, fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios

La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso (Concilio Vaticano II, const. dogm. Lumen gentium. c.2 n.9) Pero precisamente por esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina.

Más aún, donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y de lugar la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe crear, obras al servicio de todos, particulamente de los necesitados, como son, por ejemplo, las obras de misericordia y otras semejantes.

La Iglsia reconoce, además, cuanto de bueno halla en el actual dinamismo social: sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una sana socialización civil y económica. La promoción de la unidad concuerda con la misión íntima de la Iglesia, ya que ella es "en Cristo como sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano (Vaticano II, Const.Lumen gentium).

Enseña así al mundo que la genuina unión social exterior procede de la unión de los espíritus y de los corazones, esto es, de la unión de la fe y de la caridad, que constituyen el fundamento indisoluble de su unidad en el Espíritu Santo. Las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana radican en esta fe y en esta caridad aplicadas a la vida práctica. No radican en el pleno dominio exterior ejercido con medios puramente humanos.

Como, por otra parte, en virtud de su misión y naturaleza, no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana y sistema alguno político, económico o social, la Iglesia, por esta su universalidad, puede constituir un vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas, con tal que éstas tengan confianza en ella y reconozcan efectivamente su libertad para cumplir tal misión.

Por esto, la Iglesia advierte a sus hijos y también a todos los hombres a que con este familiar espíritu de hijos de Dios superen todas las desaveniencias entre naciones y razas y den firmeza interna a las justas asociaciones humanas.

El Concilio aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno y de justo se encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya o que incensantemente se fundan en la humanidad. Declara, además, que la Iglesia quiere ayudar y fomentar tales instituciones de lo que de ella dependan y pueda conciliarse con su misión propia.

Nada desea tanto como desarrollarse libremente en servicio de todos, bajo cualquier régimen político que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la familia y los imperativos del bien común.

-ver: Ocho grandes mensajes
BAC 1974
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