Relectura de los arquetipos femeninos en la historia de la salvación De Pandora a María Magdalena: ¿Es la mujer origen del mal o mediadora del sentido?

"Esta pregunta, que puede parecer provocadora, ha recorrido la historia de las religiones y los mitos desde sus inicios"
"A menudo, las figuras femeninas han sido presentadas como causa de la caída, portadoras de culpa o símbolos de tentación. Eva, Pandora, Lilith..."
"Quizá ha llegado el tiempo de reconciliar en la conciencia humana esos arquetipos fragmentados. No para negar el pasado, sino para comprenderlo y transfigurarlo"
"Quizá ha llegado el tiempo de reconciliar en la conciencia humana esos arquetipos fragmentados. No para negar el pasado, sino para comprenderlo y transfigurarlo"
| Lluciá Pou Sabaté
¿Es la mujer origen del mal o mediadora del sentido? Esta pregunta, que puede parecer provocadora, ha recorrido la historia de las religiones y los mitos desde sus inicios. A menudo, las figuras femeninas han sido presentadas como causa de la caída, portadoras de culpa o símbolos de tentación. Eva, Pandora, Lilith... nombres distintos, pero funciones similares: la transgresora, la curiosa, la que introduce el sufrimiento en el mundo. Sin embargo, una lectura más profunda —y más sabia— revela que estas figuras no son el final, sino el inicio de una transformación.
En el relato bíblico del Génesis, Eva toma del árbol del conocimiento del bien y del mal. El castigo divino marca un antes y un después: dolor, trabajo, expulsión del paraíso. La tradición ha cargado sobre ella —y por extensión, sobre todas las mujeres— el peso de la desobediencia. Sin embargo, ¿no podríamos leer ese acto como el despertar de la conciencia, la entrada en la historia, la responsabilidad moral?
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
Un relato similar encontramos en la mitología griega: Prometeo roba el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, y es castigado. Como venganza, los dioses crean a Pandora, la primera mujer, dotada de todos los dones… pero también portadora de una caja que, al abrirse, libera los males sobre la tierra. De nuevo, el deseo de saber, la curiosidad, la autonomía —atributos humanamente valiosos— son penalizados y proyectados sobre la figura femenina.

Pero hay otras figuras en los mitos antiguos que nos ayudan a deconstruir esta narrativa. Inanna, en la tradición mesopotámica, desciende al inframundo y regresa victoriosa. Isis, en Egipto, resucita a Osiris y representa la sabiduría compasiva. Lilith, en los textos apócrifos hebreos, se rebela ante Adán y es demonizada por no someterse. Todas ellas encarnan dimensiones del arquetipo femenino que han sido silenciadas: poder, autonomía, sabiduría, liderazgo.
Desde una lectura contemporánea, ya no se trata de repetir estos relatos tal como fueron transmitidos, sino de releerlos a la luz de una sabiduría integradora. Comprender su contexto patriarcal, su simbolismo profundo y la función que han cumplido en la construcción de identidades y roles de género nos permite una interpretación más consciente.
Y es precisamente el cristianismo el que ofrece una posible redención de estos arquetipos. Dos figuras femeninas se destacan en el Nuevo Testamento: la Virgen María y María Magdalena.
María, la madre de Jesús, es presentada como la nueva Eva: no la que desobedece, sino la que dice "sí". Su fiat no es pasividad, sino participación activa en el misterio de la encarnación. En ella se reconcilian el cuerpo y el espíritu, la ternura y la fortaleza, la maternidad y la profecía. María no es solo la madre del Salvador, sino imagen de una humanidad abierta al sentido, al logos.

Por otro lado, María Magdalena, a menudo identificada erróneamente como prostituta, representa la otra gran figura femenina del cristianismo primitivo. Ella es la primera testigo de la resurrección, la apóstola de los apóstoles. Su paso de mujer marginada a anunciadora del Evangelio es también un símbolo de redención del arquetipo femenino transgresor: no borrado, sino transformado y enviado.
Ambas Marías —la madre y la discípula— permiten una relectura sapiencial de los mitos antiguos: de la mujer como fuente del mal a la mujer como portadora del misterio, de la caída a la esperanza, del estigma a la revelación.
Quizá ha llegado el tiempo de reconciliar en la conciencia humana esos arquetipos fragmentados. No para negar el pasado, sino para comprenderlo y transfigurarlo. Porque sólo una visión integrada del masculino y lo femenino, de la razón y la intuición, del logos y el misterio, puede abrirnos a una espiritualidad verdaderamente liberadora y encarnada.

Etiquetas