22 de julio, fiesta de María Magdalena María Magdalena y Virginia Wolf, pioneras de la igualdad

A mis maestras y amigas filósofas, teólogas, biblistas, coranólogas, historiadoras, periodistas, antropólogas, sociólogas, escritoras y artistas feministas, en sintonía
No he encontrado otra forma mejor de recordar a María Magdalena en su fiesta del 22 de julio que haciendo una reflexión sobre su figura bajo la inspiración del magnífico libro La resurrección de María Magdalena. Leyendas, Apócrifos y Testamento cristiano (EVD, Estella, 2008), de la teóloga y biblista Jane Schaberg (1938-2012), que vincula a María Magdalena con la escritora británica Virginia Woolf. La mística subversiva de la escritora británica me servirá de modelo interpretativo para reconstruir en clave feminista la emblemática figura de María Magdalena, tan denostada y desfigurada. ¿Es ésta una alianza espuria? Creo que no. Vamos a verlo.
Las diferencias entre ambas mujeres son ciertamente notables, pero también lo son las similitudes, al menos en el imaginario colectivo. Las dos son tenidas por “trastornadas” o “enfermas”: Virginia Woolf, “maniaco-depresiva, María Magdalena, posesa; ambas están exorcizadas o autoexorcizadas y confiesan momentos de visión, son visionarias. Las dos resultan extrañas para el círculo patriarcal y ninguna de ellas es miembro del selecto grupo de los “Apóstoles”, o al menos han sido excluidas de dicho grupo por el poder patriarcal. Coinciden hasta en la vida póstuma: Woolf y la Magdalena son figuras para el mito y la leyenda e iconos en la lucha por la emancipación de las mujeres.
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Desde una lectura feminista, Jane Schaberg reconstruye las figuras de Woolf y de Magdalena, hasta identificarse con ellas para crear, con su ayuda una espiritualidad propia no excluyente conforme al ideal woolffiano: “En mi condición de mujer, no tengo patria. Como mujer no quiero patria. Como mujer, mi patria es el mundo entero”. Y Schaberg añade: “Como mujer, no tengo religión. No soy judía o cristiana o musulmana o pagana. Como mujer soy judía y cristiana, musulmana y pagana”. El deseo confesado de la teóloga feminista Jane Schaberg es haber “encontrado” a una María Magdalena tan valiente y arrojada como Virginia Woolf o como Ethel Smyth, amiga suya, compositora inglesa y dirigente del movimiento sufragista, a quien Virginia describe de esta guisa: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.
A través de una rigurosa investigación interdisciplinar de las fuentes cristianas canónicas de la Biblia hebrea y del Testamento cristiano, de los escritos gnósticos y de la arqueología, del arte y de las leyendas, Schaberg imagina y recupera la figura de María Magdalena liberada de las imágenes negativas que sobre ella ha construido la ideología patriarcal desde los propios textos canónicos hasta la exégesis actual.

En los textos analizados Schaberg ve indicios fragmentados de María Magdalena como continuadora del profetismo hebreo, iniciadora de la creencia cristiana en la resurrección, sucesora de Jesús de Nazaret y heredera de su autoridad espiritual. Los evangelios apócrifos de carácter gnóstico ofrecen elementos importantes para reconstruir la figura de María Magdalena, si bien de manera tentativa y provisional:
- Existe como personaje y como memoria en un mundo cuyos textos acusan un lenguaje androcéntrico y patriarcal.
- Se expresa con atrevimiento y osadía en un mundo real y simbólico dominado por varones, lo que le da un relieve especial.
- Es una persona preeminente entre los seguidores y las seguidoras de Jesús, ya que posee autoridad espiritual y ejerce un liderazgo en igualdad de condiciones con los discípulos varones.
- Es presentada como compañera íntima de Jesús.
- Entra en conflicto con algunos discípulos varones por la fiabilidad de su testimonio.
- Aparece como consoladora y maestra de los demás discípulos.
- Es elogiada por su inteligencia superior.
La teología feminista cristiana recurre a María Magdalena como fuente de autoridad para llevar a cabo las transformaciones necesarias en el terreno eclesiástico y como pionera de la igualdad para generar cambios culturales y sociales que eliminen en la sociedad las discriminaciones de todo tipo: étnicas, sociales, culturales, religiosas y de género. Discriminaciones estas últimas que o suelen pasar desapercibidas o no cuentan como prioridad para su superación.

El libro dibuja un sugerente cristianismo en torno a la figura de María Magdalena, vigente durante los dos primeros siglos en algunas iglesias y olvidado por la Iglesia patriarcal hasta hoy: un cristianismo inclusivo de hombres y mujeres bajo el signo de la continuidad profética más que bajo la sucesión apostólica; un cristianismo como posibilidad desconcertante, terriblemente vulnerable, que intentó alcanzar lo imposible. Aquel cristianismo fracasó, o mejor, lo hizo fracasar el patriarcado religioso aliado con el patriarcado político.
Pero no podemos considerar definitivo su fracaso. Es verdad que ha durado muchos siglos y tiene en contra a no pocos dirigentes religiosos y teólogos patriarcales, pero eso no puede desembocar en una especie de fatalismo histórico que imposibilite su recuperación. Todo lo contrario. Es necesario recuperarlo, reinventarlo, reformularlo y revivirlo en nuestro momento histórico para contribuir a la lucha contra la discriminación de género en intersección con otras discriminaciones que se refuerzan y apoyan entre sí: de etnia, clase, sexualidad, religión, procedencia geográfica, etc., y para trabajar por la emancipación y la igualdad en todos los terrenos. María Magdalena y Virginia Woolf como pioneras de la igualdad constituyen el mejor aliciente y la guía más segura para emprender dicho viaje por las tierras utópicas del movimiento feminista y de la teoría de género.
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