Constitución Gaudium et Spes




Pablo VI Obispo

Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual

Capítulo III
La actividad Humana en el Mundo


Planteamiento del problema

La justa autonomía de la realidad humana

Perfección de la actividad humana
en el misterio pascual


38. El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y habitando en la tierra(Jn 1, 3 y 14), entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiendo y recapitulandola en sí mismo(Ef 1, 10). Él es quien nos revela que Dios es amor (1 Jo 4, 8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, en el mandamiento nuevo del amor

Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la caridad universal no son cosas inútiles. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida diaria.

Él, sufriendo la muerte por todos nosotros (Jn 3, 14-16; Rom 5, 8-10), pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia. Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra (Act 2, 36; Mt 28, 18), obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.

Mas los deseos del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar, con el anhelo de la morada celestial, testimonio manifiesto y a manifestarlo vivo en la familia humana, a otros los llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen el material del reino de los cielos. Pero a todos los libera para, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas energías terrenas en pro de la vida, se proyecten hacia las realidades futuras cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios(Rom 15, 16).

El Señor dejó a los suyos prenda de tal esperanza y alimento para el camino en aquel sacramento de la fe en el que los elementos de la naturaleza, cultivados por el hombre, se convierten en el cuerpo y sangre gloriosos con la cena de la comunión fraterna y la degustación del banquete celestial.

Tierra nueva y cielo nuevo

39. Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad(Act 1, 7). Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo afeado por el pecado(1, Cor 7, 31. San Ireneo Adversus haereses V 36,1: PG 7,1222), pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita(2 Cor 5, 2; 2 Petr 3, 13)la justicia y cuya
bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano(1 Cor 5, 2; Apoc 21, 4-5).

Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrucción, se revestirá de incorruptibilidad(1 Cor 15, 42 y 53), y, permaneciendo la caridad y sus obras(1 Cor 13, 8; 3-14),se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas(Rom 8, 19-21)que Dios creó pensando en el hombre.

Se nos advierte que de nada le sierve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo(Luc 9, 25). No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuento puede contribuir a ordenar mejor la sociedad interesa en gran medida al reino de Dios(Pío XI, enc. Quadragéssimo anno:AAS 23, 1931, 207.

Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlo propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarnos limpios de toda mancha, iluminados y transformados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y paz"(Misal Romano, prefacio de la fiesta de Cristo Rey). El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección.

--ver: Ocho grandes mensajes
BAC 1974
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