Estatuto de Cataluña en Ortega-2



Yo, dice Ortega, estoy haciendo un gran esfuerzo por ajustarme con denonada veracidad a la realidad misma y conviene que me escuchen y me acompañen en este esfuerzo. No, muchos catalanes no quieren vivir aparte de España, es decir, que, aun sintiéndose muy catalanes, no aceptan la política nacionalista, ni siquiera el Estatuto, que acaso han votado. Porque esto es lo lamentable de los nacionalismos; ellos son un sentimiento, pero siempre hay alguien que se encarga de traducir ese sentimiento en concretísimas fórmulas políticas: las que a ellos, a un grupo exaltado, les parecen mejores.

Los demás coinciden con ellos, por lo menos parcialmente en el sentimiento pero no coinciden en las fórmulas políticasç; lo que pasa es que no se atreven a decirlo, que no osan mostrar su discrepancia, porque no hay nada más fácil que esos exacerbados les tachen entonces de anticatalanes. Es el eterno y conocido mecanismo en el que con increíble ingenuidad han caído los que aceptaron que fuese presentado este Estatuto.

¿Qué van a hacer los que discrepan? Son arrollados; pero sabemos de muchos catalanes catalanistas, que en su intimidad no quieren esa política concreta que les ha sido impuesta por una minoría. Y al decir esto creo que sigo ajustándome a la verdad.

Hechas estas distinciones, que eran de importancia, reconozcamos que hay de sobra catalanes que, en efecto, quieren vivir aparte de España. Ellos son los que nos presentan el problema; ellos constituyen el llamado problema catalán, del cual he dicho que no se puede resolver, que sólo se puesde conllevar. Y ello es evidente, porque frente a ese sentimiento de una Cataluña que no se siente española, existe el otro sentimiento de todos los demás españoles que sienten a Cataluña como un ingrediente y trozo esencial de España, de esa gran unidad histórica, de esa radical comunidad de destino, de esfuerzos, de penas, de ilusiones, de intereses, de esplendor y de miseria, en la cual tienen puesta todos esos españoles inexorablemente su emoción y su voluntad.

Sí el sentimiento de los unos es respetable, no lo es menos el de los otros, y como son dos tendencias antagónicas, no se comprende que nadie,en sus cabales, logre creer que problema de tal condición puede ser resuelto de una vez para siempre. Pretenderlo sería la mayor insensatez, sería llevarlo al extremo del paroxismo, sería como multiplicarlo por su propia cifra; sería hacerlo más insoluble que nunca.

Supongamos que se le concediera íntegramente a Cataluña lo que los más radicales piden ¿habríamos resuelto el problema? De ninguna manera; habríamos dejado plenamente a Cataluña; pero al mismo tiempo habríamos dejado plenamente y mortalmente insatisfecho el resto del país. El problema renacería de si mismo con signo inverso, pero con una cuantía, con una violencia incalculablemente mayor: con una extensión y un impulso tales que probablemente acabaría llevándose por delante el régimen. Es muy peligroso, muy delicado hurgar en esta secreta, profunda raíz más allá de los conceptos y más allá de los derechos, de la cual viven estas plantas que son los pueblos. Tengamos cuidado al tocar en ella.

Creo, dice Ortega, que debemos renunciar a la pretensión de curar radicalmente lo incurable. Recuerda de un poeta romántico que decía, con una intencionada paradoja: "Cuando alguien es una pura herida, curarle es matarle". Pues eso acontece con el problema catalán. En cambio, es posible conllevarlo. Llevamos muchos siglos juntos los unos con los otros, dolidamente, no lo discuto, pero eso, el conllevarnos dolidamente, es común destino, y quien no es pueril ni frívolo, lejos de fingir una inútil indocilidad ante el destino, lo que prefiere es aceptarlo.

Después de todo, no es cosa tan triste eso de conllevar. ¿Es que en la vida individual hay algún problema verdaderamente importante que se resuelva? La vida es esencialmente eso: lo que hay que conllevar, y, sin embargo, sobre la gleba dolorosa que suele ser la vida, brotan y florecen no pocas alegrías. Este problema catalán y este dolor común a los unos y a los otros es un factor continuo de la Historia de España, que aparece en todas sus etapas, tomando en cada una el cariz correspondiente. Lo único serio que unos y otros podemos intentar es arrastrarlo noblemente por nuestra Historia;, es conllevarlo, dándole en cada instancia la mejor solución relativa posible. Conllevarlo como lo han conllevado y lo conllevan las naciones en que han existido nacionalismos particularistas...(seguiremos maña)
(José Ortega y gasset, Discursos Políticos,
Alianza Editorial, 1974
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