Ética democrática
Al hablar de ética para todos los ciudadanos de un país democrático necesariamente hay que prescindir de convicciones religiosas y de identidades ideológicas. Es preciso pasar por alto igualmente el perfeccionismo moral propio de minorías exigentes consigo mismas y con su entorno.
Se trata de una ética mínima válida para todos, que nos permita vivir con un mínimo de racionalidad, porque de lo contrario la convivencia se hace imposible. Pero hoy por hoy estamos muy distantes de este mínimo ideal ético, porque es más visible el competir que el convivir, en todos los órdenes, en el político, el económico y el social.
En el orden político y en el económico esto es evidente y lamentable, porque la competitividad, palabra que se ha puesto tan de moda no ayuda a la convivencia, sino que la hace imposible. Se impone, pues, hablar de solidaridad y no de competitividad, más de repartir con equidad que de crecer económicamente.
Otro valor en alza que no puede faltar en la convivencia social es la verdad, al menos como búsqueda permanente. Una búsqueda continua de la verdad en las instituciones todas, políticas, educativas, económicas, religiosas etc., es imprescindible para cambiar la sociedad.
¿Y qué es la verdad?. Esta pregunta que hizo Pilatos a Jesús sigue sin respuesta. Posiblemente, porque sólo la tiene en el conjunto de verdades que entre todos vamos encontrando en el día a día. La verdad no es exclusiva de nadie y tiene el privilegio de estar a un tiempo e igualmente en todos los cerebros que se acercan a ella (Ortega y Gasset). La verdad plena nunca llegaremos a poseerla. No obstante, su búsqueda incansable se impone como una necesidad ética.
Desde los estamentos del poder financiero, económico, político y de todo tipo se nos ponen permanentemente trabas en tan sublime búsqueda, difundiendo grandes mentiras, que se nos venden como verdad. El mejor freno a tanta mentira es una ética generalizada en el país. En ello le va el ser o no ser a nuestra democracia. Los especialistas la llaman ética de “ley natural”, porque es igual para todos.
Finalmente añadiría a todo esto no resignarnos a quedar como estamos. Sería un contrasentido no encontrar un mínimo de equipamiento ético dentro del gran desarrollo científico y técnico a que asistimos en este momento.
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Un mínimo ético conlleva, además de solidaridad y verdad, otra virtud en alza hoy: la tolerancia, que es propia toda alma robusta.
El mejor freno a tanta mentira como se nos suministra hoy es una ética mínima generalizada en el país.
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La perla de la democracia
La democracia la encontré
entre los tesoros
del Evangelio,
que es la voz del pueblo,
la voz de Dios.
La voz del pueblo
y la de Dios
no son dos.
Guardaré sigiloso
la perla de la democracia
con libertad responsable
y denunciaré desde las terrazas
las falsas libertades.
F. Margallo
Vino Viejo en odres nuevos
Se trata de una ética mínima válida para todos, que nos permita vivir con un mínimo de racionalidad, porque de lo contrario la convivencia se hace imposible. Pero hoy por hoy estamos muy distantes de este mínimo ideal ético, porque es más visible el competir que el convivir, en todos los órdenes, en el político, el económico y el social.
En el orden político y en el económico esto es evidente y lamentable, porque la competitividad, palabra que se ha puesto tan de moda no ayuda a la convivencia, sino que la hace imposible. Se impone, pues, hablar de solidaridad y no de competitividad, más de repartir con equidad que de crecer económicamente.
Otro valor en alza que no puede faltar en la convivencia social es la verdad, al menos como búsqueda permanente. Una búsqueda continua de la verdad en las instituciones todas, políticas, educativas, económicas, religiosas etc., es imprescindible para cambiar la sociedad.
¿Y qué es la verdad?. Esta pregunta que hizo Pilatos a Jesús sigue sin respuesta. Posiblemente, porque sólo la tiene en el conjunto de verdades que entre todos vamos encontrando en el día a día. La verdad no es exclusiva de nadie y tiene el privilegio de estar a un tiempo e igualmente en todos los cerebros que se acercan a ella (Ortega y Gasset). La verdad plena nunca llegaremos a poseerla. No obstante, su búsqueda incansable se impone como una necesidad ética.
Desde los estamentos del poder financiero, económico, político y de todo tipo se nos ponen permanentemente trabas en tan sublime búsqueda, difundiendo grandes mentiras, que se nos venden como verdad. El mejor freno a tanta mentira es una ética generalizada en el país. En ello le va el ser o no ser a nuestra democracia. Los especialistas la llaman ética de “ley natural”, porque es igual para todos.
Finalmente añadiría a todo esto no resignarnos a quedar como estamos. Sería un contrasentido no encontrar un mínimo de equipamiento ético dentro del gran desarrollo científico y técnico a que asistimos en este momento.
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Un mínimo ético conlleva, además de solidaridad y verdad, otra virtud en alza hoy: la tolerancia, que es propia toda alma robusta.
El mejor freno a tanta mentira como se nos suministra hoy es una ética mínima generalizada en el país.
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La perla de la democracia
La democracia la encontré
entre los tesoros
del Evangelio,
que es la voz del pueblo,
la voz de Dios.
La voz del pueblo
y la de Dios
no son dos.
Guardaré sigiloso
la perla de la democracia
con libertad responsable
y denunciaré desde las terrazas
las falsas libertades.
F. Margallo
Vino Viejo en odres nuevos