ESTADO LAICO II

Hoy no son sólo Ortega y los intelectuales en general los que abogan por un Estado laico, que sirva a todos los ciudadanos por igual. Tambbién un profeta de nuestros días y no precisamente laico, sino obispo, el abad de Montserrat, Josep María Soler, ha salido en defensa del Estado laico a tono con los signos de los tiempos y el carácter secular o laico de la sociedad actual.

Le ha motivado a ello la nostalgia del nacionalcatolicismo de un sector importante de la jerarquía católica española, que está protagonizando una relación muy tensa con el Gobierno actual socialista y democrático. Pero no sólo él, hay otro grupo de obispos que piensan asimsimo que la jerarquía debería tener otro comportamiento con el Gobierno y con la sociedad que le ha elegido. La actitud beligerante e intolerante del episcopado más conservador no tiene justificación alguna.

La Iglesia española debe olvidar de una vez el pasado y su nacionalcatolicismo y "aprender a vivir en otro contexto social, que, según la Constitución y desde la separación entre la Iglesia y el Estado, se define como un verdadero Estado laico que supone eso: una separaión real entre lo que es el Estado y su lógico derecho a promulgar leyes, y lo que es la Iglesia y su misión, que no tiene esa capacidad legislativa...En un Estado aconfesional o laico la voz de la Iglesia es una voz que no puede imponer sus criterios a los legisladores".

Con este discurso el monje benedictino se distancia claramente del sector conservador del episcopado, al que reprocha, además, el miedo a que se pierdan ciertos valores y el poder que tuvieron en otro tiempo. Ellos quieren mantener a toda costa una manera de entender España, que no se corresponde con lo que es realmente. Les procupa mucho el proceso de secularización de la sociedad española, cuando lo que nos debería preocupar a todos es el no haber sabido conectar el mensaje del Evangelio con las inquietudes de la gente.

Desde su punto de vista ha fracasado el lenguaje, el planteamiento intransigente de ciertos temas que angustian al mundo y el no aceptar que, al fin, es el hombre/mujer el que decide sobre su vida, diga lo que diga la Iglesia, que con una visión miope se resiste a revisar sus criterios poniéndolos en el contexto de los avances de la ciencia, de la medicina o la antropología. Revisión que a él y a otros muchos teólogos y obispos del mundo les parece urgente.

Ante el recurso permanente de la Iglesia a la explicación mágica e infantil del hecho religioso y el hecho de que la gente que vive en libertad y racionalidad le esté dando la espalda, como se constata cada día, lo achaca a que "no sabe hacer otra cosa. Porque es nucho más complicado y exigente proponer a la persona de Jesús desde un planteamiento de inteligencia que no repugne a la racionalidad, porque se ha prescindido del respeto a la condición humana"

El concepto mágico, dice, prostituye la naturaleza de la fe, que es una adhesión racional afectiva e inteligente a una creencia. Muchos de los problemas que tiene hoy la Iglesia se deben al recurso a lo mágico, que hasta ahora apuntalaba unas verdades incontestables. Unas verdades que no sólo son contestadas por el hombre/mujer moderno, sino que se desmoronan sencillamente, porque no existe un Dios tapaagujeros (Bonhoeffer) ni un Dios que solucione problemas. Este es el lenguaje inteligible en un Estado y mundo laicos.
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