Mitad monjes mitad guerreros

Creo no equivocarme al decir que así perciben la mayor parte de los ciudadanos la conducta que está teniendo el sector conservador del episcopado español durante toda la legislatura del actual Gobierno. El acto de la plaza de Colón en Madrid el 30 de diciembre, auque se presentaba como un acto religioso, lo interpretaron los ciudadanos con capacidad de discernir como un acto político.

Ahora con este adoctrinamiento respecto al voto de los católicos que hicieron público los obispos ayer, ven estos mismos ciudadanos una gran contradicción. Porque si han combatido insistentemente la asignatura "Educación para la ciudadanía y los derechos humanos", por considerarla un adoctrinamiento moral que pertenece a los padres (y a la asiganatura de religión), cómo adoctrinan ellos ahora con motivo del voto, cuando este es un acto que pertenece a la esfera civil y es un acto netamente político. Además, todos los partidos políticos democráticos reúnen los requisitos necesarios para ser votados.

Me da la impresión de que el episcopado no ha interpretado correctamente la doctrina del Concilio Vaticano II, o es que este está aún por estrenar, como ha dicho un eminente cardenal hace poco tiempo.

Respecto a la polémica asignatura el Concilio, ya mucho antes de que la concibiera el Consejo Europeo, dice: "Hay que prestar gran atención a la educación cívica y política que hoy día es particularmente necesaria para el pueblo, y sobre todo para la juventud, a fin de que todos los ciudadanos puedan cumplir su misión en la vida de la comunidad política...GS 75, 6).

Todo el capítulo IV de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo actual, el documento con el que la Iglesia quiere entrar en diálogo con el mundo de hoy, está dedicado a la VIDA EN LA COMUNIDAD POLITICA, este es su título. Pues bien, esa es la asignatura que tiene pendiente la Iglesia, educar a los cristianos y a los ciudadanos en general para que descubran el carácter virtuoso que tiene la actividad política, por su dedicación al bien común y participen respoansablemente en ella. Esta participación de los ciudadanos en la vida pública la ha pedido más de una vez el presidente del Gobierno actual, que yo recuerde ningún otro lo ha hecho.
Es evidente que la educación que pide el Concilio no se consigue con actos públicos en las plazas ni fomentando la crispación partidista, que ya hay bastante, sino en las sesiones de estudio en los salones parroquiales donde se inculcan los valores cristianos, y hasta en las homilías dominicales, porque la Eucaristía exige mucho compromiso en la socidad para hacerla más justa y solidaria, plasmando en la realidad de la vida el símbolo de la comida compartida que hemos ritualizado en el sacramento eucarístico. Si los bienes comunes de la sociedad no se comparten lo más igualitariamente posible, el sacramento celebrado carece de sentido, porque su esencia es compartir todo entre todos.

¿No ven la íntima relación en que están, aunque con mutua independencia, el sacramento central de la vida de la Iglesia y el sacramento de la vida civil que es el voto, como lo ha definido uno de nuestros grandes pensadores? Del último hablaremos otro día.
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