Nacionalismo catalán



J. Ortega y Gasset

Se cumple hoy el cuarto aniversario de la puesta en vigor del actual Estatuto de Cataluña, en medio de una gran polémica por el reciente recorte del Tribunal Constitucional.

Posiblemente al Vicepresidente Tercero del Gobierno, D. Manuel Chaves, que está tratando con el Presidente Montilla de recuperar el Estatuto tal como fue aprobado en las Cortes Españolas,le pueda interesar lo que dijeron sobre el nacionalismo catalán personas muy cualificadas.

El historiador inglés Raymond Carr sintetiza los problemas de España en dos fundamentalmente: la unidad territorial y la pobreza del Estado central. Un siglo antes otro escritor de lengua inglesa tambien, Richard Ford, veía a España como "un conjunto de unidades centrales atadas por una cuerda de arena".

Con su genial sentido filosófico de la historia, J. Ortega coincide con la visión de los dos autores anteriores, cuando pone la esencia del particularismo del pueblo español en que cada grupo deja de sentirse parte del todo y, por lo mismo, no comparte los sentimientos de los demás, de sus esperanzas y necesidades. Este particularismo toma muy pronto un tono agresivo en Vasconia y Cataluña, o sea,en los nacionalismos más desarrollados de España. Sin embargo, el filósofo no sitúa la raíz del problema en el nacionalismo vasco o catalán, sino en el poder central. "Castilla hizo España y Castilla la deshizo".

Efectivamnete, en un primer momento tomó la resolución de superar su particularismo e invitó a los demás pueblos a un proyecto de vida en común. Con esa intención Isabel y Fernando emprenden grandes empresas, cultivan altas ideas jurídicas, morales, religiosas y trazan un ambicioso plan de orden social. Este proyecto entusiasmó a la gente y se mantuvo activo y con notable éxito durante mucho tiempo.

Con Felipe III todo cambia. Aunque se repiten las mismas palabras, estas ya suenan a tópicos, no se emprenden nuevos proyectos comunes, sino que se trata de vivir del pasado. Castilla se transformó en lo más opuesto a sí misma: celosa de las otras regiones, no se preocupa de potenciarlas, sino que las abandona y se despreocupa de lo que pasa en ellas.

Pero tampoco Cataluña o Vasconia son las razas superiores que dicen ser, porque hubieran tirado de Castilla cuando esta empezó a no contar con ellas y hacerse particularista. La periferia pudo muy bien despertar las antiguas virtudes del centro y no habría caído España en el egoísmo y en la modorra en que cayó durante más de tres siglos.

Durante esas centurias los políticos españoles, la monarquía y la misma Iglesia fueron la expresión del más atroz particularismo nacional, porque en vez de fomentar nuevas formas de cohesión, empresas conjuntas etc., el poder público fue arruinando la convivencia entre todos los pueblos de España y utilizó muchas veces la fuerza del Estado con fines privados. (J. Ortega y Gasset, Discursos políticos, Alianza Editorial 1974).

Cuando hace medio siglo Raymond Carr llegó a nuestro país, "quería saber cómo la nación más poderosa cultural y políticamente en siglos pasados llegó a ese desastre". En los últimos cincuenta años España ha cambiado bastante, pero el problema sigue latente entre el poder central, Cataluña y no digamos El País vasco. Posiblemente no ha habido tiempo para satisfacer la deuda del pasado.

Sea como fuere, el Estado tiene que poner en juego toda su imaginación para arrastrar a los demás pueblos a una gran empresa común, que hoy puede ser Europa, América Lat. En esta última, evidentemente, en sentido inverso al del pasado.

Esta función del Estado es particularmente necesaria en la crisis económico-financiera que vivimos hoy. El presidente del Gobierno lo sabe bién y por eso ha creado el Ministerio de Políticas Territoriales y ha puesto al frente de él a Manuel Chaves, hombre dialogante y que conoce bien el estado de las autonomías. En mi opinión y la de otros muchos es un acierto, para que todos los pueblos que componen la nación se impliquen en la superación de la crisis y salgamos de ella lo antes posible.
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