Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo
Comenzábamos este capítulo hablando del problema español, cuyo porvenir se disputan dos poderes espirituales: la cultura y la religión. Pues bien, como puede verse en la obra de Ortega, la primera es más fecunda que la segunda, porque todo lo que la religión puede dar lo da la cultura con creces. En consecuencia, los teólogos no deben olvidar que "la idea de Dios halla en su interpretación social el máximum de reverberaciones".
Siempre que estéis juntos me tendréis entre vosotros, dijo Jesús. No hay afirmación más rica en promesas y más significativa de la misión del Hijo, dice con gran unción y respeto el laico Ortega. "Dios es el cemento último entre los hombres, el aunador, el socializador: es el fondo armonioso del cuadro humano sobre el cual se dibujan las siluetas individuales, ásperas nerviosas y enemigas: Homines ex natura hostes, solía repetir Spinoza.
Tras la antigua alianza del Padre, viene el Hijo, todo temblor y ardor de llamas, a instaurar una teología democrática. No quiere nada con los hombres solitarios que se hacen fuertes en el islote calvo de su orgullo, sino que entra en las ciudades y busca en las plazas las aglomeraciones".
El individuo en sí mismo es siempre una caricatura. Por eso los griegos pusieron en las tragedias los coros para dar resonancia a las emociones de los protagonistas. Con este bagaje cultural clásico Ortega quiere convencernos de que "el individuo se diviniza en la colectividad". ¿Acaso, se pregunta, no es este el sentido de la humanización de Dios, del verbo hecho carne?
Antes de este evento sólo valía la moral, la moral intelectual o guerrera de algunos individuos, que era estimable. Fuera de ellos ser hombre o piedra era indiferente. Pero al encarnarse Dios la categoría del hombre (hombre-mujer se entiende) se hace insuperable; si Dios se ha hecho hombre lo más que se puede ser es hombre o mujer. Hoy lo más grande es poseer la infinita herencia democrática de lo general humano.
Y así parece amonestarnos Jesús: "no te contentes con que sea ancho, alto y profundo tu yo: busca la cuarta dimensión de tu yo, la cual es el prójimo, el tú, la comunidad" (Teología social I, 520-521).
Para el filósofo vitalista Ortega, entre las muchas relaciones en que se desarrolla la vida social de hombres y mujeres ocupa un lugar preponderante la relación educativa. La importancia que da al tema puede colegirse de la imagen que emplea al hablar de la educación. La compara a la encarnación del hijo de Dios. "(Tal es la divina operación educativa merced a la cual la idea, el verbo se hace carne" (Educación I, 508).
Posiblemente la Iglesia participe de la misma sensibilidad de Ortega al defender sus derechos en este campo, pero lo hace desde una óptica bien distinta, es decir, reduccionista o privatizante. Nuestro filósofo-teológo trata, por otra parte, de sensibilizar a los padres para que no se desentiendan de la educación de sus hijos descargando su responsabilidad en los educadores escolares exclusivamente, como ocurre con mucha frecuencia.
Les reprocha esta postura irresponsable de poner a sus hijos en manos de un hombre o una mujer que desconocen completamente y sin saber qué idea tendrán del hombre y de la mujer los que van a humanizar a sus hijos. La impronta que deje en ellos, les dice, será indeleble (Ibid., 510).
Ortega presta tanta importancia al tema de la educación, porque en ella el hombre sale de su aislamiento y entra en contacto con otros hombres, porque lo que cuenta realmente en la vida no es el hombre como individuo, sino el individuo socializado, es decir, en comunidad con otros individuos. El hombre aislado, dice, no puede ser hombre. Sólo existe realmente la comunidad, la muchedumbre de individuos influyéndose mutuamente.
El alma del individuo, pasando por la familia se disuelve en el alma del pueblo. Como hemos visto ya en otro lugar, Ortega defiende la pedagogía social en oposición a la individual que considera un proyecto estéril, porque el hombre es el individuo de la sociedad, no de la especie biológica (Pedagogía social como programa político. El hombre, individuo de la humanidad I, 512-514).
Los interesados en la adquisición de los libros que he escrito sobre Ortega y teología postconcliar pueden llamar al tf. 91 534 27 65. o escribir a:
fmargalloba@ hotmail.com// En Madrid: Librería El Buscón Cardenal Silíceo 8. Semiesquina López de Hoyos 148 www.elbuscon.es También en Libreria Basílica C/ Comandante Zorita, 23Telf 91 534 45 54. Y tambien en Meta Librería. Filosofía y Ensayo C/Joaquín María López, 29 en Madrid Telf
91 544 78 26. Y La Librería C/Mayor 80 Madrid Tel 91 541 71
70; y también en librería aliana C/General Varela, 6 Tel 91
bien"
Siempre que estéis juntos me tendréis entre vosotros, dijo Jesús. No hay afirmación más rica en promesas y más significativa de la misión del Hijo, dice con gran unción y respeto el laico Ortega. "Dios es el cemento último entre los hombres, el aunador, el socializador: es el fondo armonioso del cuadro humano sobre el cual se dibujan las siluetas individuales, ásperas nerviosas y enemigas: Homines ex natura hostes, solía repetir Spinoza.
Tras la antigua alianza del Padre, viene el Hijo, todo temblor y ardor de llamas, a instaurar una teología democrática. No quiere nada con los hombres solitarios que se hacen fuertes en el islote calvo de su orgullo, sino que entra en las ciudades y busca en las plazas las aglomeraciones".
El individuo en sí mismo es siempre una caricatura. Por eso los griegos pusieron en las tragedias los coros para dar resonancia a las emociones de los protagonistas. Con este bagaje cultural clásico Ortega quiere convencernos de que "el individuo se diviniza en la colectividad". ¿Acaso, se pregunta, no es este el sentido de la humanización de Dios, del verbo hecho carne?
Antes de este evento sólo valía la moral, la moral intelectual o guerrera de algunos individuos, que era estimable. Fuera de ellos ser hombre o piedra era indiferente. Pero al encarnarse Dios la categoría del hombre (hombre-mujer se entiende) se hace insuperable; si Dios se ha hecho hombre lo más que se puede ser es hombre o mujer. Hoy lo más grande es poseer la infinita herencia democrática de lo general humano.
Y así parece amonestarnos Jesús: "no te contentes con que sea ancho, alto y profundo tu yo: busca la cuarta dimensión de tu yo, la cual es el prójimo, el tú, la comunidad" (Teología social I, 520-521).
Para el filósofo vitalista Ortega, entre las muchas relaciones en que se desarrolla la vida social de hombres y mujeres ocupa un lugar preponderante la relación educativa. La importancia que da al tema puede colegirse de la imagen que emplea al hablar de la educación. La compara a la encarnación del hijo de Dios. "(Tal es la divina operación educativa merced a la cual la idea, el verbo se hace carne" (Educación I, 508).
Posiblemente la Iglesia participe de la misma sensibilidad de Ortega al defender sus derechos en este campo, pero lo hace desde una óptica bien distinta, es decir, reduccionista o privatizante. Nuestro filósofo-teológo trata, por otra parte, de sensibilizar a los padres para que no se desentiendan de la educación de sus hijos descargando su responsabilidad en los educadores escolares exclusivamente, como ocurre con mucha frecuencia.
Les reprocha esta postura irresponsable de poner a sus hijos en manos de un hombre o una mujer que desconocen completamente y sin saber qué idea tendrán del hombre y de la mujer los que van a humanizar a sus hijos. La impronta que deje en ellos, les dice, será indeleble (Ibid., 510).
Ortega presta tanta importancia al tema de la educación, porque en ella el hombre sale de su aislamiento y entra en contacto con otros hombres, porque lo que cuenta realmente en la vida no es el hombre como individuo, sino el individuo socializado, es decir, en comunidad con otros individuos. El hombre aislado, dice, no puede ser hombre. Sólo existe realmente la comunidad, la muchedumbre de individuos influyéndose mutuamente.
El alma del individuo, pasando por la familia se disuelve en el alma del pueblo. Como hemos visto ya en otro lugar, Ortega defiende la pedagogía social en oposición a la individual que considera un proyecto estéril, porque el hombre es el individuo de la sociedad, no de la especie biológica (Pedagogía social como programa político. El hombre, individuo de la humanidad I, 512-514).
Los interesados en la adquisición de los libros que he escrito sobre Ortega y teología postconcliar pueden llamar al tf. 91 534 27 65. o escribir a:
fmargalloba@ hotmail.com// En Madrid: Librería El Buscón Cardenal Silíceo 8. Semiesquina López de Hoyos 148 www.elbuscon.es También en Libreria Basílica C/ Comandante Zorita, 23Telf 91 534 45 54. Y tambien en Meta Librería. Filosofía y Ensayo C/Joaquín María López, 29 en Madrid Telf
91 544 78 26. Y La Librería C/Mayor 80 Madrid Tel 91 541 71
70; y también en librería aliana C/General Varela, 6 Tel 91
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