Vidas ejemplares de hoy



José María Díez-Alegría
Reseña biográfica de un cristiano irreductible
(Cont.)
Okupa del Universo

Cuando cumplió 94 años y empezaba a sentirse ocupa del Universo, pese a estar todavía como un chaval, Díez-Alegría recibió un homenaje de sus amigos en el paraninfo de la Casa de América. Fue recibido con larguísimos aplausos, todos puestos en pie para verle mejor bajar las escaleras camino del escenario, como si el que llegaba fuese un profeta o un galán de cine.

El encargado de hacer la "laudatio" aquel día fue el entonces ministro de defensa José Bono, fallido aspirante a jesuita de pequeño. La ocasión sirvió también para presentar la biografía de Alegría escrita por otro jesuita ilustre, sabio y rebelde, Pedro Miguel Lamet.

La jerarquía eclesiástica ha soportado la fama y la voz de Alegría con pasmo o pánico. Por ejemplo el 28 de mayo de i977. Ese día El País acogía en su primera página una gran fotografía del jesuita Llanos saludando puño en alto ante 60.000 personas reunidas en el campo de futbol de Vallecas (Madrid). "El mitin comunista de ayer contó con dos protagonistas de excepción, tan dentro de la lógica de la historia de la Iglesia española como fuera de programa: los padres jesuitas Díez-Alegría y Llanos.

Díez-Alegría contó más tarde que el padre Llanos tenía carnet del PCE y de Comisiones, aunque apreciaba más el segundo que el primero, "cuando vio que no era todo oro lo que relucía en aquel idílico eurocomunismo". Él no. "Lo que yo era es hegelianamente antiantimrxistas", explicó jugando con la famosa teoría del fiósofo alemán sobre la tesis, la antítesis y la sintesis.

"Yo no soy marxista, pero tampoco antimarxista. Me
tomé en serio el marxismo. La crítica que hace Marx
del capitalismo es válida. Nunca me leí El capital,
pero sí otros libros suyos, y en mi libro Rebajas
teológicas de otoño
escribí un capítulo titulado
"Recuerdos a Marx de parte de Jesús" en el que contaba
que tuve un sueño en el que Jesús se me presentaba y
me decía: "Oye, y este Carlos Marx, del que tanto
hablan escandalizados mis discípulos actuales, ¿qué
me dices de él?". Entonces yo le recitaba algunos
textos de Marx, y después Jesús me decía: "Mira, si
ves a Carlos Marx, dale recuerdos de mi parte y dile
que no está lejos del Reino de Dios". Pues ese era
un poco nuestro marxismo".

Pese al temprano castigo por Yo creo en la esperanza, tantoDíez-Alegría com Lanos, no volvieron a tener problemas con el Santo Oficio de la Inqisición. Otros teólogos, por decir cosas menos valientes o menos fuertes si los han tenido. La explicación es que matizaron muchísimo, y que manejaban la Biblia con gran conocimiento. "Siempre había un Padre de la Iglesia que había dicho antes lo que ellos sostenían", dice Pedro Miguel Lamet que trabajó muchas veces en El Pozo.

Tampoco tuvieron, problemas con la severa dictadura franquista y nacionalcatólica, obligada, en cambio, a abrir en Zamora una cárcel sólo para curas. La explicación fue el origen familiar de los dos. Llanos era hijo de un general, y Díez-Alegría era hijo de un banquero de Gijón, además de hermano de los tenientes generales Luis Díez-Alegría, jefe de la Casa Militar de Franco y ex director de la Guardia Civil, y Manuel, ex jefe del Alto Estado Mayor del Ejército.

Un día, el general Luis cometió una infracción de tráfico y el agente que le tomaba nota para la multa, al ver su apellido en el carné, le preguntó si era familiar del "famoso teólogo Díez-Alegría". Y no hubo sanción.

Además, cuando llegaron a evangelizar y, sobre todo, a prestar amparo y compañía a los chabolistas de El Pozo, los dos eran famosos por sí mismos, Llanos por artículos de prensa, y Díez-Alegría porque venía de Roma envuelto en un descomunal escándalo editorial. El sangriento dictador Franco recelaba castigar o reprimir cuando las víctimas podían recibir algún amparo internacional.

En la biografía de Alegría, Lamet cuenta anécdotas y sucesos deliciosos que explican por qué fué un Alegría un jesuita "sin papeles". He aquí una de las historias que contaba Díez-Alegría, con arrobo teológico, para armonizar con la fe católica su radical teología de la liberación.

Un catequista de mujeres adultas en Andalucía
se topó con una jóven muy pobre, casada, que se
había ido a vivir con un viejo.
-Mujer, tienes que volver, no puedes seguir con
el viejo.
-Pues claro que sí, señorito, Pero es que el
viejo se va a morir en seguida, y me voy a
quedar con una casita muy apañada, me traigo a
mi marido y a mis hijos, y problema resuelto.
-Pero, mujer, es que eso es contra la ley de
Dios.
La mujercita con convicción:
-No, señorito, si yo con el Señor no tengo
dificultad. Yo le digo al Señor:
Señor, tú me perdonas a mí y yo te perdono
a ti ("por tenerme tan pobre", matizó
Alegría), y estamos en paz.

Juan Bedoya en, In Memoriam
José María Díez-Alegría, la fuerza de la resurrección
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