Al acecho del Reino


Pedro Casaldáliga



Con los Pobres de la Tierra

El Pueblo Negro
(Cont., viene del día...)

Sobre la hora, o tal vez ya fuera la hora, les escribo esta carta. La vida de obispo no es una vida sosegada de escritor con tiempo. Uno consigue escribir "sobre la marcha", rodando pastoralmente, como quien se dirige a otros interlocultores más lejanos, en el momento exacto de una preocupación o de una intuición todavía más decantadas.

Hora de preocupaciones, en buena medida, es esta en la que les escribo esta breve aportación personal sobre la "Misa de los Quilombos" y también sobre la "Misa de la Tierra sin males". Gustavo Gutierrez, Leonardo Boff, esas misas "prohibidas", la teología de la Liberación, la andadura de la Iglesia mirada asustadoramente como "Iglesia popular" por parte de quien no está muy cerca del Pueblo...todo acaba siendo un mismo providencial desafío, una misma evangélica tarea.

Cuando Pedro Tierra y yo, refiere Pedro Casaldáliga, decidimos escribir la Misa de la Tierra sin males, con ocasión del Año de los Mártires Misioneros (1978), insistíamos en "liberar" en nuestra Iglesia las fuentes de la memoria, del remordimiento y del compromiso. Resultaba demasiado casero, y hasta injusto, celebrar solamente a los tres mártires riograndeses; cuando la sangre que corrió por aquellos pagos _por una fe, por otra fe; llevando el Evangelio, defendiendo la Tierra y la Vida de un Pueblo_fue un verdadero río de martirios amontonados.

"Los cristianos estamos habituados a reconocer y celebrar solamente a los mártires que otros nos hacen. Ignoramos tranquilamente los muchos mártires que nosotros hacemos"
Así me desahogaba yo, refiere Pedro Casaldáliga, en aquella circunstancia. Y no me parece que se pueda constatar de manera simplista a ese desahogo mío. Los tres y los millares, "unos y otros son Mártires de la Causa Indígena. La Cruz, en medio de todos ellos. Aquellos, muriendo por amor a Cristo. Estos, masacrados "en nombre" de Cristo y del Emperador:
...mártires indefensos
por el Reino de Dios convertido en imperio,
por el Evangelio convertido en decreto de Conquista".

De esa misma voluntad de "liberar" la memoria, el remordimiento y el compromiso cristianos ante la Historia _todavía más triste_ de los millones de los esclavos negros que los "cristianos" deportaron y vendieron y utilizaron, nació la misa de los Quilombos.

Las buenas intenciones de muchos misioneros y las figuras de los no muchos Bartolomé de las Casas o Pedro Claver no nos permiten borrar alegremente la deuda cristiana, eclesial, que hemos contraido con los pueblos indígenas y con el pueblo negro. Deuda gravísima, pública, histórica, que debe ser pagada públicamente, históricamente. Veo con mucho recelo los preparativos que se están haciendo _en la Iglesia, en la Península Ibérica, en Estados Unidos, en América latina_ en orden a la celebración de los 500 años del "descubrimiento"(y/o invasión), de la "evangelización" (y/o colonización) de la Amerindia despreciada, prohibida, hoy todavía con "las venas abiertas".

Ver: Pedro Cassaldáliga: Al acecho del Reino
Ed Nueva Utopía 1989.
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