Los gobernantes actuales y los que se esperan están atrapados en el contagio neoliberal imperante en la Unión Europea con detrimento de la verdadera política que haga posible de manera fehaciente el tan cacareado Estado de bienestar.
Lo que se palpa en la sociedad es un malestar generalizado entre los jóvenes más preparados que nunca y que no pueden acceder a un trabajo adecuado, la violencia de género que no cesa, los hipotecados que son desalojados de sus viviendas y los 11 millones de pobres que acuden a Cáritas y van en aumento. ¿Puede llamarse esto Estado de bienestar? ¡Que venga Dios y lo vea!
La tozudez con que las estadísticas se refieren a la pobreza existente en nuestro país responde a esa realidad que en la sociedad del bienestar es llamada 'Sociedad de los dos tercios'. Se llama así porque dos tercios de la población fuerzan al otro tercio a vivir por debajo del umbral de la pobreza.
Esto no es de hoy. Ya Napoleón, empeñado en engrandecer a Francia, mantenía la misma política:"Una sociedad no puede existir sin la desigualdad de fortunas". Y añadía algo que debe hacer reflexionar a los dirigentes de las diversas religiones: "La desigualdad de fortuna no puede subsistir sin la religión, porque cuando un hombre muere de hambre junto a otro que nada en la abundancia no se conforma si no hay allí una autoridad que le diga: Dios lo quiere así, es preciso que haya pobres en el mundo, pero luego en la eternidad el reparto se hará de otra manera".
Me inquieta que todavía haya sectores de la Iglesia que apoyan esta política de la sociedad indebidamente llamada del bienestar, si no con la palabra, sí con los hechos, cuando por combatir el divorcio, los matrimonios gays, el aborto en ciertas circunstancias etc., apoyan a los partidos claramente neoliberales, responsables de la gran pobreza que existe actualmente en el mundo, que es lo más opuesto al mensaje del Evangelio. "Los labios de los ministros de Cristo son con demasiada frecuencia cómplices con la codicia de los avaros" (El Santo de Padua de Antonio Fogazzaro)
No cabe duda que el término tan triunfalista de "Estado de bienestar" se ha acuñado en el rico Occidente, que, ávido de vender su mercancia publicitariamente, se ha convertido en la manzana de la discordia de la que todos quieren morder. Pero como en el mito bíblico el fruto está vedado, más aún en esta nueva versión del paraíso, la situación es peor porque hasta la entrada en él está prohibida. Sólo unos pocos que dispoenen de dinero en abundancia para comprar pueden entrar en él.
Muchos lo intentan en vano, como se pone de manifiesto en las pateras que llegan del sur y son devueltas hacia sus puntos de origen, si los ocupantes no han muerto antes en el intento. Incluso algunos que ya están dentro y que han contribuido o están contribuyendo con su trabajo al desarrollo del país viven amenazados, a veces, por algunos brotes inadmisibles de xenofobia. Conducta que revela una actitud economicista poco solidaria.
Poco solidaria parece ser también la colaboración, tanto de los diversos partidos participantes en el debate político, como del resto de la UE, en colaborar con la política comenzada en su día por el Gobierno de invertir más en el desarrollo de los países de origen de las oleadas de emigrantes, que huyen de la pobreza en que viven. Cosa que no cesará, si el sistema económico mundial no da un giro notable.
Hay que hacer un mundo más justo enre todos. Os invito.