La cigüeña sobre el campanario

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La blanca cigüeña,
como un garabato,

tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado

Violencia y no violencia


La comunidad cristiana mantuvo una cierta ambivalencia en el siglo II, respecto a la cuestión del servicio de armas prestado por cristianos. En la década 170-180, el filósofo Celso acusa a los cristianos de negarse a prestar servicio militar.

Pero en el 173 encontramos una legión (la legión XII, llamada Fulminata Melitensis, en que los cristianos son muy numerosos. Hacia el año 200, Clemente de Alejandría afirmaba que el soldado que se convertía al cristianismo podía seguir siendo soldado, pero había de obedecer a Cristo como jefe.

Respecto al problema del servicio militar, persistió entre los cristianos un cierto pluralismo hasta el siglo IV. Conservamos las actas auténticas del proceso de Maximiliano (12 de marzo de 295), obligado al servicio de armas por ser hijo de un veterano, y que se niega a ser soldado, por considerarlo incompatible con su calidad de cristiano.

Maximiliano reconoce, no obstante, que hay soldados cristianos en la guardia de Diocleciano, de Maximiano, de Constancio y de Galerio, y se abstiene de juzgarlos.

En la segunda mitad del siglo IV, cuando la posibilidad del servicio militar ejercitado por cristianos está fuera de discusión, San Basilio muestra todavía la aversión de los cristianos a cualquier forma de derramamiento de sangre, aconsejando que aquellos cuyas manos no están limpias de sangre se abstengan de la comunión por tres años.

En realidad podemos decir hoy que la Iglesia primitiva establecía, como "principio", una norma muy firme de "no violencia armada", de respeto a la vida. Hubo una tendencia a considerar este principio orientador como una "proposición" (que debía aplicarse de manera rígida e incondicionada). Esto condujo a aporías (contradicciones), que no fueron nunca resueltas.

Parece claro que el espíritu del verdadero cristianismo es, a la vez, violento y no violento. Violento, en razón de su disponibilidad para una "revolución de estructuras" y para actitudes muy enérgicas de contestación y denuncia de la injusticia por los procedimientos de la "no-violencia-activa". Y, a la vez, el espíritu del cristianismo es "no-violento" por su "principio" de oposición a la violencia armada.

Pero la "no violencia" cristiana es un "principio", que no puede ser traducido, sin más, a una "proposición" que afirmase, rígida e incondicionadamente, que toda acción armada es intrínsecamente mala o, al menos, intrínsecamente incompatible con la vida cristiana, con la comunión con Jesús.

Ver: JM. Diez-Alegría, Rebajas teológicas de otoño Ed Desclée de Brouwer 1980
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